Capitulo VII: Reencuentros

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Cuando Mista entró en la limosina donde lo esperaban tanto Dio como Haruno, fue recibido con dos preguntas:

–¡¿DÓNDE DEMONIOS ESTABAS Y POR QUÉ NO LO PROTEGISTE?!

El joven de cabello oscuro volteó a ver a Haruno, quien estaba con el semblante serio, sentado junto a su padre, con un ojo morado.  Mista comenzó a sudar y pensó en muchas excusas posibles, pero prefirió decirle la opción más lógica: la verdad.

–Señor Brando, lamento mucho lo sucedido. –Respondió él. –El altercado fue en una hora donde no se me permitió salir al descanso pero créame: –Dio levantó una ceja, incrédulo, ante toda la tranquilidad con la que Mista le hablaba. –si bien usted me contrató, el beneficiado aquí es el señorito Haruno y me pidió no seguirle todo el tiempo.  Órdenes son órdenes, Señor.

Un silencio muy pesado cayó en el vehículo.  Dio suspiró y dijo:

–Bien.  Muy bien, Mista.  –Su voz era tranquila, a pesar del enojo reflejado en sus ojos azules. –Esto se te descontará del sueldo por no cumplir con tu trabajo.

–Señor Brando, yo—-

–TU JEFE SOY YO.  –Gritó Dio. –Obviamente sé que el beneficiado es mi hijo, pedazo de idiota.

–Padre... —Murmuró Haruno, mirándolo y sosteniéndolo del brazo. –aunque tu pagues, Mista está bajo mis órdenes.  Nunca te pedí un guardaespaldas y dudo necesitarlo.

– ¿Con el ojo así aún dudas necesitarlo? –Preguntó su padre.   Haruno asintió lentamente. – ¿En qué clase de colegio te inscribí? –Añadió en una voz muy baja y fría.  –Obviamente tu asesor tiene la culpa, se supone que debe ver por su bienestar. 

–Padre...

– ¿¡No es tan difícil cuidar mocosos, verdad?! –Preguntó él, como si no escuchara a su hijo, mientras se desabrochaba el cinturón del automóvil y se bajaba de este.  Giorno se asomó por el quemacocos y lo llamó un par de veces, luego salió de la limosina, lo alcanzó e intentó detenerlo, pero este sólo lo hizo a un lado, dejándolo en la entrada del colegio.  Mista lo alcanzó segundos más tarde y lo tomó del hombro:

–Seguro tu padre me despide para la próxima.  –Dijo. –Pero no importa, puedo hacer las cosas bien, si me esfuerzo.

–Tú lo dijiste.  –Reiteró Giorno. –Si te esfuerzas, no te despiden.  Tampoco es como si fuera a permitir que te despidieran...

Mista le sonrió.

***

Corría desesperado con tambores en el pecho, el corazón en la garganta, el sudor en la frente y sin aliento.  Era como si le clavaran agujas en la faringe.  Era como si todos los pasillos por donde corría no tuvieran fin.  Era como si el lugar oscureciera, se hiciera frío y como si nadie pudiera escucharlo pedir ayuda.  Como si no pudieran escucharlo los dueños de los nombres que llamaba, que le parecía que no tenían dueño o significado, pero él podía relacionarlo con rostros, con hechos... con él mismo, incluso.  Siguió corriendo y tropezó, llegando al final del camino.  Aterrado, escuchó un trueno, una risa fría que se incrementaba, una voz que le gritó...

– ¡Profesor! ¡Profesor, despierte! –Esa otra voz era más amigable y no gritaba, aunque se escuchaba muy preocupada.  ¡No podía despertar! Se escuchó a si mismo diciendo: ¡No, por favor! ¡No! ¡Aléjate! – ¡¡Profesor!! –Sintió que lo agitaron fuertemente, hasta que pudo abrir los ojos.  Vio de frente a Sherry, la enfermera, con gesto asustado y ansioso y asumió lo que pasaba: seguramente había tenido una pesadilla que, para bien o para mal, no recordaba.  Se estremeció y dijo:

Sweet dreams (are made of this) -Jojo's bizarre adventure-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora