El receso...
Único momento del día en el que puedes dejar de fingir prestar atención a la clase, tratar de que no se den cuenta de que estás haciendo todo menos prestar atención, o simplemente ir a comer. Todos esperan este momento de la mañana para salir de las aulas como presos a los que se les da libertad, a desayunar, jugar baloncesto en la cancha, ponerse al día con los chismes y otras tantas cosas. Para mí es completamente insignificante salir o no, la verdad, pero es mi tiempo libre y se supone que debo aprovecharlo, y lo aprovecho para estar solo.
Así que en cuanto suena el timbre voy al baño a esperar que todos bajen, y cuando se dejan de escuchar murmullos vuelvo al salón que se encuentra en el último piso. La política de la escuela dice que nadie debe quedarse en las aulas durante los descansos, pero me vale. Estar con tantas personas me da jaqueca, me estresa y sobre todo, me irrita hasta el punto en el que aprecio profundamente poder quedarme aquí a conectar mis auriculares y acercarme a la ventana a escuchar música.
La busco entre los grupos, los que están en las canchas, y los que se sientan en las gradas a desayunar. Aquella hermosa niña, de cabello corto y oscuro está ahí con una de sus amigas. Una sonrisa se formó en mis labios. No le gusta peinarse.
Pero no por eso es menos adorable la sonrisa que se dibuja en sus labios cuando está feliz o algo le hace gracia.
Eso es lo que más llama mi atención.
No voy a decir que estoy enamorado de ella porque mentiría, pero sí me atrae. Es mi presa. La admiro desde las sombras y no me atrevo a hablarle. Solo tiene dieciséis años, le llevo dos y aunque sé todo de ella no quiero que eso cambie por el momento. Hasta dudo que sepa de mi existencia.-Sabía que estabas aquí.
Esa voz me hace salir de mis pensamientos.No aparto la mirada de mi objetivo.La rubia de falda larga (porque debe, no porque quiere), se me acerca e intenta sacarme plática.
Cuando se da cuenta de que no le pongo atención mira hacia donde yo miro y suelta una carcajada que de seguro se escucha en todo el pasillo.
-¿Te pasarás la vida entera mirándola? Solo háblale, Bruce, ni que fuera tan difícil.
Ruedo los ojos y me tomo la molestia de mirarla, mientras me cruzo de brazos.-Para ti es fácil decirlo, es tu amiga-le recuerdo. Ahora es ella la que rueda los ojos con fastidio.
-Sí, justo por eso sé que es una chica muy linda.
-Linda no, es hermosa -rectifico al instante y como un urgido vuelvo a mirar por la ventana cómo se lleva el cabello detrás de la oreja y se ríe ante algo que le dicen. Por eso se convirtió en mi pasatiempo, por lo hermosa que es. Solo Meryl sabe que me gusta, mis amigos apenas deben saber que existe y lo prefiero así.
-¿Entonces pasarás lo que resta de año mirándola?
-Hasta ahora sí, ese es el plan.
-¿Por qué? -refuta como si estuviese molesta-. La ves todos los días y un simple hola no te va a matar. Es más, puede hacer la diferencia.
Como siempre que tenemos esta conversación la ignoro hasta que suena el timbre y los murmullos vuelven a sonar. Me apresuro a sentarme en mi silla para sacar el libro de Historia, la rubia se sienta a mi lado. Yo apago la música y me concentro en lo que queda de clases.
***
Espero que salgan todos, en lo que ordeno mis cosas, y salgo del instituto. Meryl -la rubia- y la presa están despidiéndose como pueden de los que salen entre empujones, pitidos de autos y tantas cosas que me dan ganas de lanzarme por un puente.Y la verdad es que no los odio, al menos a una parte no. Pero jamás me ha gustado estar cerca de muchas personas, ni entablar conversaciones incómodas sobre cosas completamente predecibles. Es decir, a mí nadie me haría hablar de cosas personales, ni siquiera Meryl consigue eso y eso que somos buenos amigos. Y hablando de Meryl, la vi darme una miradita picarona antes de tomar a la niña adorable del brazo para halarla fuera del instituto. Yo me entro las manos en los bolsillos del abrigo y las sigo, cosa de la que ella nunca se da cuenta porque es muy despistada, en silencio disfrutando de la vista, de la brisa fresca de diciembre, y de la paz que me da la soledad y la libertad de mirarla a consciencia.
Al llegar a la calle en la que se separan, se despiden, y mi hermosa se aleja con la mochila al hombro, el cabello despeinado y aquel abrigo que la cubre más de lo que debería, cosa de la que soy consciente hace mucho, y no mucho después se vuelve un punto a la distancia. Y no, no la acoso, al menos no demasiado. Vivimos cerca, por lo que me tomo la molestia de ver que llegue bien hasta donde puedo. Con Meryl hago lo mismo, pero es demasiado fastidioso cuando me da esa miradita de querer hablar del tema, como hace en el momento en el que nos vemos solos a unos metros uno del otro. Antes de que diga nada asiento como despedida desde el final de la calle, y me voy a mi casa.
Al llegar subo a mi habitación, arrojo la mochila a un lado y me arrojo bocarriba sobre la cama, mirando el techo.
Suspiro.Otro día más.
Tras un rato buscándole sentido a las líneas del techo, escucho cómo alguien abre la puerta y no tengo que apartar la vista de la luz apagada para saber quién entró.
-¿Quieres salir a patinar?
-No, Ámbar.
-¿Mal día? -pregunta con esa voz suave que la caracteriza. La miro de reojo, está recostada del marco de la puerta, con los brazos cruzados y aquella sonrisa que me dice que se burla de mí, pero que también me entiende.
Resoplo y vuelvo a mirar el techo.
-¿Cuáles son los buenos?
Ella se ríe.
-Te haría bien pasar un poco de tiempo conmigo, hermanito.
-La verdad no tengo ganas.
-Bruce -dice algo más seria-, ya casi me voy, lo menos que quiero es dejarte así.
-Me gusta así.
-¿Estás seguro?
Joder.
-¿Tienes otra cosa qué decir o me puedes dejar solo, por favor?
Como era de esperarse sale de la habitación molesta.Una vez solo suelto un largo suspiro. Mi hermana es una de las personas a las que más quiero en el mundo, pero a veces me fastidia demás que no me entienda aunque sabe mucho de lo que soy, de lo que hago, de lo que me gusta, y es eso, que a pesar de ser muy unidos no suelo abrirme con nadie y ella lo sabe. Muchas veces me pregunta cosas para fastidiarme, y otras lo hace queriendo saber, preocupándose, y eso me molesta más por alguna razón. No me gusta que me vea con una lástima que no debería sentir. ¿Por qué? Considerando que si me quedo en esa habitación el resto de la tarde me voy a volver loco, me doy una ducha, me coloco unos pantalones deportivos y antes de salir me siento en el escritorio a sombrear uno de los retratos que trato de hacer. Eso, los animes y los paisajes son mi talento peculiar.
Después de ponerme una sudadera negra salgo con los patines al hombro, me los coloco en la esquina de la casa y empiezo a patinar por la calle más tranquila que he conocido nunca. Y por alguna razón me desespera, y desesperarme por eso me desespera más. Joder. Patino tan rápido cómo me dan los pies, sintiendo el aire rozarme la piel como pequeños cuclillos, el corazón palpitarme por la adrenalina, y cuando me doy cuenta estoy dándole la vuelta al parque del vecindario, algo agitado, más por las emociones que por los esfuerzos físicos. Me siento en una de las bancas que están lejos de los juegos para encender un cigarrillo.
La relajación pronto me llega. Me halo el cabello hacia atrás mientras dejo salir el humo, y me pregunto por qué esto me desestresa más que dibujar, ver anime, salir con mis amigos o jugar. Pero no pienso en ello, si salí de la casa fue para no pensar, no para comenzar a considerar las miles de charlas que me daría cualquiera que me viera fumando en un parque en el que hay niños. Cuando me termino el cigarrillo apenas son las cinco, pero como quiera que sea me pongo de pie, lo tiro al suelo y lo aplastó con la suela de mis convers. Vuelvo a ponerme los patines, y de camino a casa pienso (ahora sí) en lo que me tiene de tan mal humor. Mi hermana se mudará del país dentro de poco, lo que significa que me quedaré solo, porque contar con papá es contar con nadie. Al menos en mi caso. Y no quiero que se vaya. Pero tampoco sé cómo dejar de tratarla como lo hago últimamente. No sé cómo decirle que sí me gustaría pasar más tiempo juntos, pero que me parece incómodo porque hasta el momento solo lo hacemos en cosas puntuales como la cena, cuando papá no está, que es casi siempre, y me hace reír con sus comentarios ocurrentes y sus miles de experiencias extrañas. No sé cómo decirle que la extrañaría mucho.
Al entrar a la casa me doy cuenta de que posiblemente salió con su novio, así que subo a mi habitación, pongo mi celular a cargar, y lo apago.
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Arderás
RomanceBruce no conocía a una chica que le diera ganas de ser respetuoso, que, con una mirada, le hiciera contenerse de besarla. Hasta que llegó ella. No era un buen chico, ni siquiera un ejemplo y no le importaba, pero cuando Mar estaba cerca no podía ser...