Toc, toc…
El sonido de la puerta siendo aporreada me despierta. Suelto un resoplido. Es mi hermana, pero ahora mismo tengo ganas de matarla.
De mal humor me levanto de la cama, busco una toalla ya que hasta hace un segundo estaba desnudo, me la enrollo a la cintura y voy hacia la puerta que está a nada de venirse a abajo. Le quito el seguro, la abro y prácticamente le gruño en la cara.
Ella hace una muesca de asco con la boca.—¿Qué? —le pregunto aún cerca de su rostro y hace una mueca.
Sonrío.—Buenos días, Ámbar.
Ámbar da un paso a un lado, cansada de que le hable directamente en la nariz con mi nada alentador aliento mañanero. Pero es su culpa por haberme despertado con semejante escándalo y para algo, estoy seguro, insignificante. Antes de que pueda decirle algo mira dentro de la habitación y sé el momento exacto en el que se da cuenta de que hay una chica durmiendo en mi cama. Casi se desmaya ahí mismo.
—P-perdón, no sabía que tenías compañía —tartamudea y traga al final.
Una de mis cejas se levanta.
—¿Eso hubiese evitado que me fastidiaras la mañana? —No sé por qué, pero que parezca tan abochornada me complace más de lo que quiero reconocer. Tanto, que no me mido a la hora de cruzarme de brazos y recostarme del otro lado del marco de la puerta para que tenga acceso a la chica, aunque no sé si se vislumbra su figura porque antes de abrir ni siquiera me aseguré de cubrirla pero se movió y se destapó . Por algo está ahí y en esas condiciones. Es más, tiene que agradecer que la habitación apenas sí esté iluminada por la luz que se filtra de las ventanas y la puerta abierta ahora de par en par, como los ojos de mi bella hermana, quien por alguna razón no puede apartar la vista de la cama, y cuando lo hace sólo es para mirarme a mí con sorpresa. Eso me confunde
—. Bueno, ¿en qué te ayudo?
Parpadea varias veces como si tratase de enfocarse en algo, y me mira.
—Nuestro padre te busca.
Y tan rápido como lo dice se me va el buen humor.
—Pero, como puedes notar —Señalo el interior de la habitación—, estoy algo ocupado, así que no podré asistir a la amable invitación de nuestro padre, quien ingeniosamente te envió a ti a hablar conmigo, en vez de subir a hacerlo él.
—Bruce —regaña.Me encojo de hombros con gesto inocente, como si no tuviese la culpa de estar ocupado, porque no la tengo.
—¿Qué? Es la verdad.
—Por favor, está intentándolo.
—Pero no tiene que hacerlo —comento antes de guiñarle un ojo, ingresar en la habitación y casi cerrarle la puerta en la cara. Ella la detiene con un gesto fastidiado.
—De verdad lo está intentando. Hazlo por mí, por favor.
—¿Me importas?
—Bruce.
—Eres muy molesta, ¿sabías? —Ruedo los ojos con fastidio y ella sonríe, sabiendo que ha ganado con ese simple y maldito “hazlo por mí”.
—Por algo soy tu hermana.
Se acerca y me da un beso en la mejilla de forma infantil.
Vuelvo a rodar los ojos, ahora sí dispuesto a cerrarle la puerta en la cara.—Dile que salgo en un momento.
—Pero no te tardes.
—Eso depende —Ladeo la cabeza, considerándolo, y ella me mira confundida—. ¿Cuánto crees que se tarde tener un polvo mañanero?
ESTÁS LEYENDO
Arderás
RomansBruce no conocía a una chica que le diera ganas de ser respetuoso, que, con una mirada, le hiciera contenerse de besarla. Hasta que llegó ella. No era un buen chico, ni siquiera un ejemplo y no le importaba, pero cuando Mar estaba cerca no podía ser...