Frank
Nunca había estado tan seguro de algo en mi vida, y eso me ponía nervioso. Nunca nada de lo que planeaba salía bien. Siempre acababa rompiendo, destrozando, quemando, sentándome encima o tirando algo importante. Sin embargo, sabía que esta estrategia funcionaría.
Hazel encontró un túnel sin problemas. De hecho, tenía la ligera sospecha de que encontraba los túneles sin más. Era como si los túneles se ajustarán para sus necesidades. Pasajes que habían estado llenos hacía años de repente se vaciaban y cambiaban de dirección para llevar a Hazel a donde quería ir.
Avanzamos muy despacio debido a que era complicado guiarnos sin alguna luz solo con Hazel como guía. Oíamos los sonidos de la batalla de arriba: chicos gritando, Aníbal el elefante barritando, proyectiles de ballestas estallando y cañones de agua disparando. El túnel vibraba. La tierra caía sobre nosotros.
Introduje la mano en mi armadura. El palo seguía a salvo en el bolsillo de mi chaqueta, pero un disparo certero de una ballesta prendería fuego a mi cuerda de salvamento...
Mal hecho, me regañé a mi mismo. "fuego" es la palabra prohibida. No pienses en ella.
—¿Ya estamos cerca?
—Si —le respondió Hazel—. Justo delante, saldremos a tres metros del muro este.
—Guau —soltó Diana detrás de mí—. ¿Cómo es que sabes esas cosas?
— No lo sé —contestó—. Solo estoy segura.
— ¿Podríamos excavar un túnel por debajo del muro? —pregunté.
—No — dijo Hazel—. Los ingenieros fueron listos. Construyeron los muros sobre unos antiguos cimientos que llegan al lecho de roca. Y no me preguntes sobre cómo lo sé. Solo lo sé.
Tropecé con algo y solté un juramento. Diana me ayudo a pararme.
—Ten cuidado.
Otra explosión sacudió el túnel, y avanzamos a grandes pasos.
Salimos por un agujero justo donde Hazel había predicho. Delante de nosotros se alzaba el muro este del fuerte. A nuestra izquierda, podía ver la línea principal de la Quinta Cohorte avanzando en formación de tortuga, con los escudos formando un caparazón sobre sus cabezas y sus costados. Estaban intentando llegar a las puertas, pero los defensores situados en lo alto los apedreaban y les lanzaban proyectiles en llamas con las ballestas que abrían cráteres alrededor de nuestros pies. Un cañón de agua disparó con un estruendoso ZAM, y un chorro de líquido excavó una trinchera en la tierra justo delante de la cohorte.
Diana silbó.
—Vaya, si que tiene mucha presión.
La Tercera y la Cuarta Cohortes no habían avanzado. Permanecían atrás y se reían, observando como sus "aliados" eran maltratados. Los defensores se agruparon en el muro encima de las puertas, insultando a gritos la formación de tortuga mientras avanzaba tambaleándose de un lado a otro. Los juegos de guerra se habían degenerado en "machacar a la Quinta".
Se me tiño la vista de rojo.
—Vamos a agitar esto un poco.
—Esa es la actitud — dijo Diana que volvió a desplegar su escudo, emocionada por empezar nuestro plan.
Metí la mano en mi carcaj y saque una flecha, la más pesada. La punta de hierro tenía la forma de la ojiva de un cohete. Una cuerda de oro ultra fina colgaba de las plumas. Dispararla con precisión a lo alto del muro requería más fuerza y destreza de la que poseían la mayoría de arqueros, pero yo tenía la suerte de tener brazos fuertes y buena puntería.
Esperaba que Apolo este mirando.
Un defensor apareció en el muro encima de nosotros.
—¡Eh! — gritó—. ¡Tenemos más victimas!
—Yo me encargo —dijo Diana. Cerró los ojos y levantó la mano.
En lo alto del muro, alguien gritó:
—¡Abran la boca, pringados!
¡BUM!
El cañón estalló en una explosión de color azul, verde y blanco. Los defensores se pusieron a gritar cuando la onda expansiva de agua los empujó contra las almenas. Los chicos se cayeron de lo alto del muro, pero unas águilas gigantescas los atraparon y los pusieron a salvo. Entonces todo el muro este se sacudió a medida que la explosión retrocedía por las tuberías. Uno detrás de otro, los cañones de agua de las almenas estallaron. Los fuegos de los proyectiles se apagaron. Los defensores se dispersaron confundidos o salieron despedidos por los aires, dando mucho trabajo a las águilas de rescate. En las puertas, la Quinta Cohorte se olvidó de la formación. Desconcertados, los legionarios bajaron sus escudos y contemplaron el caos.
Disparé la flecha. El proyectil subió como un rayo, arrastrando la reluciente cuerda. Cuando llegó a lo alto, la punta metálica se fracturó en una docena de cables que salieron disparados y se enrollaron a cualquier cosa que encontraron a su paso: partes del muro, una ballesta, un cañón de agua roto y un par de campistas defensores, quienes chillaron y se vieron estampados contra las almenas a modo de anclas. De la cuerda principal se extendieron unos asideros a intervalos de sesenta centímetros, formando una escalera de mano.
—¡Vamos! —dije.
Diana sonrió y me hizo una reverencia invitándome a ser el primero en subir. No lo pensé dos veces y empecé a escalar, Diana fue tras de mí. Antes de que los defensores recobraran el conocimiento para dar la alarma, ya estaba a mitad de la ascensión.
Miré atrás al grupo principal de la Quinta Cohorte. Estaba mirándolo fijamente, mudos de asombro.
—¡¿Esperan una invitación?! —les gritó Diana.
—¡Ataquen! —seguí yo.
Gwen fue la primera en reaccionar. Sonrió y repitió la orden. Un vítor sonó en el campo de batalla. Aníbal el elefante bramó alegremente, pero yo no podía permitirme mirar. Trepé lo alto del muro, donde tres defensores estaban intentando derribar a hachazos la escalera de cuerdas.
Una de las ventajas de ser grande, torpe y estar cubierto de metal era que ahora era como una bola para jugar bolos acorazada. Me abalancé sobre los defensores, y estos cayeron como agujas. Me levanté. Asumí el mando de las almenas, blandiendo mi pilum de un lado al otro y derribando a los defensores. Algunos disparaban flechas. Otros intentaban pillarme desprevenido con sus espadas, pero me sentía imparable. Acto seguido, Hazel apareció a mi lado, blandiendo su gran espada de la caballería como si hubiera nacido para combatir en la batalla.
Diana, en algún punto había arrebatado la espada a algún legionario, y ahora la portaba como una verdadera romana.
—¡Me encanta! —grito emocionada.
Juntos echamos a los defensores de los muros. Debajo de nosotros, las puertas se rompieron. Aníbal entró a toda velocidad en el fuerte, mientras flechas, las puertas se rompieron. Aníbal entró a toda velocidad en el fuerte, mientras flechas y rocas rebotaban en su armadura de Kevlar sin hacerle el más mínimo daño.
La Quinta Cohorte entró detrás del elefante, y la batalla se libró cuerpo a cuerpo.
Finalmente, un grito de guerra se elevó del límite del Campo de Marte. La Tercera y la Cuarta Cohorte corrieron a unirse a la batalla.
—Un poco tarde —se quejó Hazel.
—No podemos dejar que cojan los estandartes —dije.
—¿Y qué estamos esperando? —nos animó Diana.
No hizo falta decir más. Actuamos igual que un equipo, como si los tres hubiéramos estado colaborando durante años. Bajamos a toda prisa los escalones interiores y entramos a la base enemiga.
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La Hija De Neptuno
Fanfic¿Qué harías si despertaras en una mansión en ruinas en medio del bosque sin ningún recuerdo de tu vida? ¿Qué harías si una loba mística te dice que eres una semidiosa? Pues eso es justamente lo que me pasó a mí. Pero esperen, ese es apenas el inici...