4. Desaparecida

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Jaiden

Abrió la puerta del coche y se sentó en el asiento de copiloto. Estaba tan preocupado por lo que le había dicho Davies que apenas había recordado a la chica, pero cuando lo hizo, se giró hacia atrás... ella ya no estaba allí.

Él frunció el ceño y se encargó de insultarse a sí mismo por dejar la puerta del coche abierta, debió haberla trancado pero... ¡Ella se veía tan débil esposada! No creyó que pudiese hacer el mínimo intento de escapar.

El asiento estaba húmedo por las lágrimas de la chica, que cruel.

Salió del coche y estuvo a punto de golpearse la cabeza contra el cristal, pero no sería muy agradable, y... cierta mano en su cuello lo impidió.

Olivia

Había saltado sobre la espalda del chico y había colocado su brazo sobre su garganta mientras que con el otro le apuntaba con un cuchillo que siempre llevaba en sus botas.

Épico, se sentía tan orgullosa de sí misma.

Había ido al baño antes de salir de la galería de artes pero había valido la pena, quería asegurarse de que en ese momento de victoria, al menos se viese bien, ya saben, por si alguien lo grababa desde un lugar, oculto.

Olivia tenía esperanzas.

El chico dio un paso atrás por el impacto pero ella apretó más el brazo en su garganta, haciendo que él se sujetara del brazo. Lo estaba haciendo bien, de eso no tenía dudas, él tendría que cooperar.

Jaiden

Una de las primeras cosas que Davies les había enseñado para defenderse era hacerle creer al rival  que tenía el control, para así atacar.

Olivia

Tenía el control, ahora había que manipularlo.

Jaiden

Mientras fingía que le estaba afectando, pensaba en cómo reaccionar. Debería dar de lleno en una pared para que ella reciba un golpe brusco.

Olivia

En un parpadeo, los dedos del chico estaban al rededor de su muñeca y los apretó con fuerza, ella soltó un gruñido de dolor y abrió la mano, el cuchillo cayó enseguida y el pie de él lo pateó lejos.

Jaiden

Corrió hacia atrás como pudo con ella encima y dio con la pared, el golpe fue seco y fuerte, ella se soltó y cayó, frotándose la cabeza. Genial, estaba libre.

Olivia

Mierda, estaba libre.

El chico suspiró mientras ella trataba de recomponerse, o había otra opción, hacerse la víctima (aunque ya lo era) para que él se compadezca.

Pero no funcionó.

Él volvió a suspirar y se acomodó la ropa.

-¿Ves lo que me haces hacer? Yo que tú me quedaba quietecito- suspiró y se acercó a ella para extenderle la mano.

De malas ganas, se la aceptó para ponerse de pie.

El Legado Del Lobo (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora