CAPITULO 10

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CERRANDO CICLOS

|Leonardo Pereira|

Suspiré, áspero e inquieto, me miré de pies a cabeza en un repaso lento y suave. Resoplé y castañeé los dientes en un movimiento involuntario. Suspiré nuevamente. Arreglé el nudo de mi corbata para finalizar mi vestimenta; ya estaba listo, completamente en orden. Ya solo debía cruzar aquella puerta y dar el siguiente paso. Sin embargo, necesitaba un poco más de tiempo conmigo mismo.

Iba a casarme. Yo, Leonardo Pereira, iba a casarme después de pensar en que no lo haría jamás. Después de decirme una infinidad de veces que el matrimonio era algo absurdo, una perdida de tiempo y sin garantía, y que si un día llegaba a hacerlo, sería por negocio, para callarle la boca a la gente. Y mirándome ahora, me di cuenta de lo imbécil que había sido, puesto que al final terminé por tragarme mis propias palabras. Porque después de todo, estaba por casarme completamente enamorado.

Fui directo al estudio de fotos para encontrarme con Sara, la cual estaba hecha un manojo de nervios. Se movía de un lado a otro mientras agitaba sus brazos en el aire y realizaba ejercicios de respiración. Se le miraba hermosa con aquel vestido corto beige que se había tardado una semana entera en escoger para esta ocasión.

—¿Ya estamos por dar el "Sí"? —pregunté acercándome a ella — ¿O por qué estas tan inquieta?

— Por Dios, ¿por qué estas tan tranquilo? — suspiró sentándose en un pequeño sofá — Que hoy es nuestra boda.

Sonreí y me senté junto a ella tomándola de la mano. Después le besé la mejilla y apreté su mano con fuerza sin llegar a lastimarla.

—  Que va, hasta estoy temblando — bromeé. Lo cierto era que en cuanto la vi, los nervios desaparecieron.

Como respuesta me dio un pequeño golpecillo en el brazo. En eso llamaron a nuestra puerta, eran Marta y Esteban, los primeros en la lista para tomarse las fotos con nosotros ya que eran los padrinos.

— ¡Sara, luces hermosa! — dijo Marta que fue directo a ella para abrazarla — No quiero ni pensar en el como te verás con tu vestido de novia.

— Tu sabes como me veo, pues fuiste la que lo escogió para mi.

—Cierto.

Esteban se acercó y me abrazó con entusiasmo. Después me dio dos palmadas en el hombro mientras que sus labios mostraban una sonrisa nostálgica.

— No puedo creer que vayas a casarte — dijo incrédulo — De verdad, es que todavía no me cabe en la cabeza. Comienzo a pensar que Sara realmente no existe y que todo esto no esta pasando. De verdad, es que no me lo creo... Todo es tan irreal.

— Más vale que te acostumbres — dije y lo abracé de regreso.

—Sara — se acercó a ella y la tomó de ambas manos. Marta se puso a un costado y tanto ella cómo yo, los miramos en silencio — Tu y yo pasamos por muchas cosas y quiero decirte que te tengo un inmenso cariño y que para mi eres una de las mujeres más valiosas que tengo en mi vida, y si este canalla llega a hacerte daño no dudes en decírmelo, que con gusto le parto la cara. Y no creas Leonardo, que porque te amo — esta vez me miró —, no seré capaz de hacerlo.

— No te preocupes, no llegaremos a eso — dije.

— Gracias Esteban — respondió ella — De verdad que jamás voy a olvidar lo que hiciste por mi. Te amo, mi buen amigo.

La fotógrafa nos pidió que nos juntáramos para la foto. Sara y yo nos sentamos en el pequeño sofá rosado, Esteban quedo parado a mi derecha con su esmoquin gris y Marta a la izquierda de Sara, con su abultado vestido purpura – seleccionado para las damas de honor por parte de su madre  – y así, mostramos una gran sonrisa.  Al finalizar, se despidieron, pero no sin antes de que Sara hiciera de las suyas.

—Y no olvides Marta, que yo voy a ser tu dama de honor cuando te cases con Esteban.

Se hizo un silencio incomodo en la pequeña sala donde se compartían miradas evasivas entre Marta y Esteban. La cosa estaba así: Esteban si quería casarse y se lo dijo a Marta. Ella lo rechazó y le explicó que aún era muy pronto y que se hiciera a la idea de que eso posiblemente jamás llegase a suceder, puesto que ella no creía en el matrimonio. Todo hasta el momento era un secreto para Sara.

— Si, bueno. Creo deben irse, que ya vienen los siguientes. — rompí la tensión.

Después de una incomoda despedida, entró mi madre. Fue una foto rápida, donde nos acomodamos y sin mediar una palabra con ausencia de sonrisas el trabajo estaba hecho. Enseguida entró la familia de Sara: Su madre, su padre, su hermana y su sobrina.

—Hasta que nos hacen pasar — dijo su madre molesta  — Que con el calor que hace allá afuera como se atreven a hacernos esperar. El maquillaje ya se nos debió de haber corrido por toda la cara, pero si debíamos ser los primeros en pasar. ¡Que somos los padres de la novia!

— Mamá, ya basta. — murmuró Julieta, avergonzada — Démonos prisa, ¿quieres?

—Claro, minimiza mis sentimientos.

— Mamá, sabes que te amo — dijo Sara y la abrazó.

Todos, hasta el padre y la niña, torcimos los ojos ante tanta queja de la señora y la resignación de Sara. Repetimos el mismo proceso y una vez tomadas las fotos, ya estaban por marcharse, pero entonces mi suegra me pidió hablar a solas. Así que salimos al pasillo para tener un poco de privacidad, no sin antes dejándole saber a Sara que estaría bien al notar que estaba poniéndose sumamente nerviosa.

—¿Ahora qué hice? — suspiré en espera de un bofetón.

Sin embargo, y para mi sorpresa, no fue así. En su lugar lo que percibí fueron sus brazos rodeándome por completo.

 La mujer estaba abrazándome.

—Lo siento... — susurró. Yo estaba congelado, tanto que no pude responder a su abrazo.

—¿Perdone? — fruncí el ceño.

—Nunca había visto a mi niña tan feliz como lo es ahora. — continuó y pude percibir que estaba a punto de llorar — Eres un buen hombre, Leonardo, y es por eso que me disculpo. Porque fui injusta y ahora se que eres el hombre que mi hija merece. Gracias, hijo.

No respondí, no pude, pero en su lugar le devolví el abrazo. Era cálido y fraternal, dejo de ser incomodo y entonces entendí que después de todo encajaba perfectamente en aquella alocada familia.

¡ELLA ES MI DESASTRE! ™ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora