La reunión en Moscú

149 14 0
                                    

La casa en la que viven Dazai y Tomie es particularmente hermosa. Está inspirada en viejos libros que Dazai leía de pequeño. Un lugar tranquilo donde pasar el resto de su vida, sin miedo al peligro en general. Se encontraba bien resguardada. Pues tener una esposa oculta ante el ojo público era difícil, especialmente por la ubicación del lugar. En un inicio quisieron que sea cerca de las oficinas donde Tomie trabajaba pero eso implicaba que se contrarían en medio de la ciudad, lo que no estaba del todo mal.

En la actualidad, esa casa está habilitada por dos personas: Miyamoto e Innato-kun. Quienes casi no se han hablado en todo ese tiempo. Ese día; sin embargo, sería diferente. Muy diferente. Para empezar, Miyamoto había accedido a mantener la forma física de Innato, por el momento. Lo que le había dado mucha libertad. Y segundo, le había permitido poseer un teléfono. ¡Magnífico! Ahora estaba aún más controlado por ella ¡Que bien!

Como dije, ese día sería diferente. ¿Por qué? Pues porque por primera vez, desde que Tomie y Dazai pasaron por un divorcio que no llegó a concretarse, la Decadencia de los Ángeles lo volvió a contactar...Eran las 4 de la tarde aproximadamente cuando el teléfono sonó sin parar.

Miyamoto disfrutaba de escuchar el piano. Por lo que Innato había sido un niño prodigioso en tocar ese instrumento. Amaba verla feliz antes, pero justo ahora, en esa situación. Le parecía tan esclavizador que le hiciera tocarle el piano en medio de una crisis como esa. Casi podía sentirse enfermo mientras sus dedos recorrían las frías teclas del piano de allí. La melodía era perfecta, con sus bellos activazos y sus subidas de tono, sus momentos de enlace y desenlace. Todo en la música era perfecto, pero el problema eran los muchos conflictos que le traía escuchar las melodías que él mismo tocaba, no para él, sino para la persona que lo tenía esclavizado.

El teléfono lleva mucho sonando. Pero Innato no lo escucho, la música lo había envuelto por completo.

—¿no responderás?—dijo por fin Miyamoto.

—no quiero hacerlo...¿acaso me ordenas que lo haga?—pregunto sin mirarla. Había llegado a uno de los mejores puntos en la canción que estaba tocando, realmente no quería cumplir los caprichos de Miyamoto mientras llegaba a un clímax tan bueno.

—Extraño un poco cuando no cuestionamos nada, Innato...Iré yo, no te preocupes—tomo con molestia el teléfono en sus manos y no dijo nada, sospechaba quien era el que llamaba—responde—le susurro.

—¿Hola?—pregunto aun tocando las teclas del piano, completamente absorto en la música.

Al escuchar la voz al otro lado de la línea tembló, sus dedos dejaron de moverse y en la casa hubo completo silencio.

—...Sí, estaré allí mañana...en Moscú, ¿no?...eh, ¿podrían decirme que es lo que sucede? Las cosas han estado muy movidas durante estas semanas. ¿Todo sigue de acuerdo a su plan, Dostoyevski-san?—pregunto temeroso—me alegro...bien, estaré allí, muchas gracias. Sí, hasta luego.

La llamada se cortó. E intercambiaron miradas durante unos segundos. En la mente de Innato aún podía escuchar el sonido de las teclas como algo lejano, música que le permite experimentar al más que solo tristeza y desolación.

—¿A dónde irás, Innato?

—Son ellos...de quienes le hablé. Pasó algo, parece que hubo un cambio de planes y alguien más apareció en la ecuación—Miyamoto suspiro al verlo.

—¿Tienes idea de por qué me he sentado todos estos días justo detrás de ti, mientras tú tocas el piano y yo solo descanso?...Estoy confiando en ti. Me estoy arriesgando a confiar en ti. Estoy creyendo en tus palabras, quiero pensar que todo lo que has dicho es la verdad...que no habrá más mentiras entre nosotros, Innato. Ya he llorado lo suficiente al saber todo lo que has hecho a mis espaldas—después de decir eso Innato vio como una última lágrima recorría la mejilla de Miyamoto—iré contigo. Necesito ver qué es lo que has hecho hasta ahora.

¿¡Dazai-san tiene esposa!?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora