Llego jadeando a casa de Erick. Bastián me ha aguantado el paso todo el camino, a pesar de que lo he venido empujando está como si solo hubiésemos corrido una cuadra. Yo sudo a mares.
Son aproximadamente las dos de la madrugada y las luces están apagadas. Tengo algunos raspones en la cara y en los brazos a causa de las ramas de los árboles con las que choqué al correr.
Me duele todo el cuerpo. Llamo a la puerta, pero nadie me abre, ni Erick ni sus hermanas.
- Quizá están dormidos – susurra Bastián.
- O quizá hemos llegado tarde.
Considero trepar por la enredadera y entrar por la ventana de arriba, pero Bastián interrumpe mis pensamientos.
- No ha venido nadie. Estan a salvo.
- ¿Cómo lo sabes?
- No hay huellas, ni rastro de pies descalzos en el lodo.
Estoy a punto de preguntar cómo es que sabe eso pero entonces recuerdo que él puede ver en la oscuridad.
- ¿Qué hay de las gafas de sol, para qué las usabas si puedes ver mejor que yo?
- Las uso solo durante el día. La luz hace que mis ojos sean rojos.
- Ahora entiendo... quédate aquí, iré a despertar a Erick – concluyo antes de empezar a escalar hacia la ventana.
- No puedo hacer otra cosa, acuérdate que tengo prohibida la entrada sin invitación.
- Perfecto.
Me apoyo en los peldaños de la barda y me sujeto de la enredadera para escalar.
Son exactamente quince peldaños. Los conté cuando era niña.
Uno a uno me traen recuerdos de todas las veces que hui de casa y vine a refugiarme con Erick. Cada vez que me sentía mal o después de cometer algún error venía hacia acá y entraba a su habitación por la ventana.
El hecho de pensar que jamás podría volver a ver a mi amigo con vida me aterra. Pero tengo que seguir. Voy contando.
Trece.
Catorce.
Quince.
Me aferro al borde, salto y caigo rodando en el suelo.
Me parece ver el cuerpo de Erick tendido sobre la cama.
No se mueve.
Camino hacia él. Tengo miedo. Me acerco aún más.
Erick está...
¿Roncando?
¡Está roncando!
Corro a encender la luz y comienzo a zarandearlo con todas mis fuerzas para que se despierte.
- ¿Qué diablos te pasa? – balbucea.
- ¡Maldición Erick! te juro que nunca creí que me daría tanto gusto volver a escucharte roncar. – respondo abrazándolo y casi a punto de llorar.
Le cuento todo. Bastián, los zombies, Amanda.
Mi boca escupe las palabras sin detenerse.
Al terminar mi relato bajamos a la sala y dejamos entrar a Bastián.
- Ahora, supongo que debo contarles lo que yo sé – empieza mi amigo – estos últimos días he espiado a mi madre. La seguí con la intención de averiguar lo que pasa en el hospital pero... el hospital está desierto.
- ¿¡Qué!?
- Es la verdad Mabel, no hay nadie ahí dentro. Lo comprobé. Toda la gente está reunida en el templo.
- En el templo... ¿como para qué se reúnen en el templo? – interviene Bastián.
- Aún no lo sé, no pude acercarme demasiado, pero escuché cantos fúnebres.
- Esto se pone cada vez más raro.
- Ni que lo digas, intenté contactar a mi padre, pero las líneas están bloqueadas, estoy considerando... bueno si las cosas siguen así, me llevaré a mis hermanas de aquí. Tengo algunos ahorros, podemos llegar a la ciudad y una vez ahí llamaré a mi padre, él sabrá que hacer. Y si tu quieres puedes venir con nosotros Mabel. Amigo Bastián, también puedes unirte.
- Gracias.
- ¿Qué hay de mis padres? No puedo dejarlos aquí...
- Por supuesto que no. Pero dime ¿crees que estarían dispuestos a irse?
Me quedo callada y los miro a los dos. Irme ... siempre he querido irme, pero ¿qué pasará con mis padres? Ni si quiera se qué pasa con ellos ahora, hace mucho tiempo que no les hablo, apenas y los veo, algo ha cambiado en su forma de ser. Parecen ser otros.
- Imagino lo que estás pensando – dice Erick interrumpiendo mis pensamientos – mamá tampoco se a parado por aquí muy seguido. No quiero irme sin ella pero tengo el presentimiento de que toda la gente del pueblo se trae algo entre manos y tengo que cuidar de mis hermanas. No quiero que una de esas cosas venga y les haga daño.
Se que tiene razón, y a mi tampoco se me ocurre alguna otra solución, salvo huir como lo he planeado durante años, pero de una manera diferente.
- Les propongo algo – dice Bastián – puedo guiarlos hasta la ciudad, los ayudaré a llegar a salvo. Allá es tan peligroso como lo es aquí, y yo conozco un atajo.
- ¿Atajo? – pregunta Erick emocionado.
- Alto, alto – interrumpo - ¿solo así? ¿Cómo si nada, te iras?
- ¿qué hay de ti Mabel? ¿vendrías conmigo?
Por supuesto que lo haría, lo sabe. Pero mis padres... tengo que averiguar qué pasa con ellos antes de tomar alguna decisión.
- Erick, puedo llevarte a ti y a tus hermanas en media hora. Y a Mabel la sacaré de aquí con sus padres mañana en la madrugada. Será mejor así.
- ¿Por qué insistes tanto en ayudarnos? – digo al fin.
- Es mi manera de saldar el error de mi padre. Además ¿qué otra opción tienen? ¿quedarse y esperar a morir?
- De acuerdo – contesto – pero déjame acompañarlos, solo a mitad del camino, después volveré por mis padres.
- ¿Quieres proteger a tus amigos? ¿ o es porque no quieres quedarte sola en un pueblo lleno de zombies?
- ...ambas cosas.
- Bien. Erick, despierta a tus hermanas, que se preparen, salimos en media hora.
ESTÁS LEYENDO
El bosque de las almas perdidas
Misteri / ThrillerHuir para vivir o quedarse y morir.