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Estaba un poco decepcionado por el empeño y la emoción que le tenía al partido. Realmente, además de ganarlo, quería también cumplir con mi puesto. Sin más, me vi un poco cansado, por lo cual dejé de insistirle a la chica que me gusta que sea mi novia. Mi papel ahora es hacer un buen campeonato interescolar.

Mientras entrenaba, mis pensamientos oscilaban entre la técnica de tiro y el recuerdo de la voz de Amanda. Intentaba concentrarme en el juego, pero no podía evitar la distracción. Me decía a mí mismo que debía enfocarme, que el campeonato era lo más importante, pero cada vez que escuchaba su risa en mi mente, sentía que mis esfuerzos se diluían.

—Vamos, Andy, concéntrate. Este tiro es crucial —me repetía en voz baja, pero la imagen de Amanda sonriéndome no desaparecía.

Sentía como si mis piernas fueran de plomo y cada respiración me quemara los pulmones. Tropecé, la vista nublada por el sudor, y la oscuridad me envolvió antes de que pudiera pedir ayuda. Dormí o desmayé, no sé lo que realmente me pasó. De un momento a otro, estaba en el otro lado de la vida.

Despertar junto a Amanda

Cuando me levanté, vi que Amanda estaba a mi lado esperando a que me despertara. No sabía qué hacer, así que hasta que supiese algo inteligente que decir, solamente fingí seguir dormido.

—Quisiera que te enojaras de un día para otro y me pidieras que sea tu novia. Yo sí quiero, pero solo siento ansiedad cuando le das vueltas al asunto y no me lo pides directo de nuevo —comentó ella con voz suave y triste—. Te... Te quiero, Andy, me hace ilusión ser tu novia.

Era prácticamente oficial. Ya no sabía en qué momento levantarme. Estaba muy feliz de saber que ella quiere estar conmigo. ¿Dios, si me ama de verdad? Sin embargo, me dejó sin opciones.

¿Debería declararme en ese momento? ¿Debería esperar más tiempo para que no sospeche que la escuché? ¿Acaso soy un cobarde y no quiero salir con ella? ¡Ay, maldita sea, no sé qué me pasa!

Me levanté después de unos minutos, y ya deben saber lo que pasó: el miedo pudo conmigo y guardé mis sentimientos. Otro día más.

Preparación 

Volvemos a los partidos y nos toca partidos relámpago. El que pierde queda fuera, y al siguiente día concluirá con un campeón. Solo debíamos ganar dos partidos hoy, y como ya saben, el entrenador me odia. Me puso de titular en el primer partido para que me cansara y no poder poner a la figura con todas las de la ley en la final.

No pude hacer nada más que jugar ese primer partido y darlo todo. Podía simplemente jugar de forma suave, sin darlo todo, aguantar la presión y con ello estar papelito para el mundial (lo que la final significaba para mi), pero recordemos que estos son partidos relámpago. Si por alguna razón perdemos estar papelito, no me serviría de nada. Entonces recordé lo que me dijo Amanda:

"No está bien ser fracasado. En esta vida siempre tienes que ir por el camino difícil; de ese modo muestras que eres diferente a los demás." Pensé en ella, también recordé lo que me había dicho mientras estaba dormido, y me emocioné.

El Primer Partido

El silbato del árbitro resonó y el partido comenzó.

Empezamos ese partido y el alma del fútbol me poseyó, estaba tan feliz al reflexionar en ella que mi inconsciente tomó el control de mi cuerpo y jugó de manera autónoma.

La adrenalina corría por mis venas mientras el balón se movía rápidamente entre los jugadores. A los pocos minutos, recibí un pase perfecto. Mi mente estaba enfocada, mi cuerpo se movía con una precisión casi automática. Controlé el balón con el pecho, lo dejé caer y, sin pensarlo, lancé un tiro potente al ángulo superior. Gol.

Al minuto 3 había metido mi primer gol, y llegó mi conciencia al cuerpo, seguimos jugando y ya el partido se normaliza un poco, por un momento vino a mi mente el suponer en ella, era la solución a todo, luego sintetizar ese pensamiento y me vi, como un fracasado, ya que no me estaba esforzando de manera consciente por mí mismo.

La multitud estalló en aplausos. Sentí una oleada de orgullo y alivio. Pero el partido apenas comenzaba. El equipo contrario no se dejó intimidar y pronto empataron con un gol de contraataque. La tensión en el campo era palpable. Cada jugada, cada pase, cada tiro estaba cargado de significado.

El marcador final fue 7 a 2, con otro hat-trick de mi rival. Yo anoté dos goles, incluyendo el que hice de manera no consciente. Sabía que el entrenador me estaba observando de cerca, buscando cualquier excusa para sacarme del siguiente partido.

Preparación para el  Partido

Nos dirigimos a los vestuarios para un breve descanso antes del segundo partido. El entrenador se dirigió a nosotros con un semblante serio.

—La goleada que hicieron los va a perjudicar. El rival ahora se plantea con una estrategia defensiva y solo va a esperar el contragolpe —dijo mientras nos miraba a todos—. Lo que van a hacer es lanzar tiros desde fuera del área. Con ello, el rival, dentro del partido, le va a entrar el temor, va a salir un poco más y se va a confiar.

Sentí una mezcla de nervios y determinación. Sentía que el entrenador tenía razón. Necesitábamos un plan sólido para romper la defensa del rival. Me acerqué a uno de mis compañeros y le dije:

—Tenemos que ser inteligentes. No podemos dejar que se encierren en su área.

Segundo Partido

El silbato del árbitro marcó el inicio del segundo partido. El equipo rival se posicionó defensivamente, tal como lo predijo el entrenador. Nos lanzamos al ataque, bombardeando su arco con tiros desde fuera del área. Mis primeros intentos fueron desviados por el arquero, pero no me rendí.

—Tírale con fuerza. ¿Acaso estás cansado? Dime si estás cansado para cambiarte de una —me gritó el entrenador desde la línea lateral.

Sus palabras me enfurecieron, pero también me motivaron. Tenía que demostrarle que podía hacerlo. Recibí un pase perfecto, miré al arco y lancé un tiro con toda mi fuerza. El balón se estrelló contra el travesaño y rebotó hacia afuera. El rival aprovechó el rebote y lanzó un contraataque. Gol.

El marcador estaba en nuestra contra, pero no podíamos rendirnos. Volví a enfocarme y seguí atacando. Vi a Amanda en las gradas, animándome con todas sus fuerzas. Sus palabras resonaban en mi mente: "Tú puedes."

Mi mente dice tira. Comprueba que no estás detrás de nadie, lance un balonazo al arco, el mismo portero lo boto con sus guantes fuera del área, y me viene tremendo centro de mi rival. Y de nuevo en ese momento dejo de pensar, solamente quiero marcar, el tiempo se me mueve muy lento. Por lo que salté y me hice un golazo también de volada.

Recibí otro pase y esta vez no dudé. Con un movimiento rápido, disparé al arco y el balón se coló entre las piernas del arquero. Gol.

El partido terminó 4 a 1 a nuestro favor, gracias a la ayuda del capitán que entró en mi lugar después de mi gol. Estábamos listos para la final.


Al siguiente día, Amanda me acompañó y le dije:

—Eres lo que necesitaba en mi vida para descubrir el amor propio. Gracias, de verdad. Soy tan feliz contigo. Intentaré meter dos goles por ti. Esta vez no te pediré nada, solo quiero que con esos dos goles tú te alegres.

Entré al partido en el segundo tiempo y esta vez íbamos perdiendo 1 a 0. Nos tocó un equipo colombiano. Lo primero que dije fue que no iba a poder ganar la copa.

Al entrar al partido, vi el cartel de Amanda que decía:

—¿Andy, quieres ser mi novio? Más de dos goles, sí; menos de dos goles, no. Yo creo en ti.

—Andy, enfócate. Esta es tu oportunidad —me repetía una y otra vez mientras corría por el campo.


Dos goles para que sea mi novia, ¿lo podre conseguir?


Colegio de ricos, seguramente no te lo puedes permitirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora