II

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No sabía si algún día tendría la suerte de elegir por cuenta propia, o si toda su vida estaría, o estaba, escrita bajo el deseo de sus padres

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No sabía si algún día tendría la suerte de elegir por cuenta propia, o si toda su vida estaría, o estaba, escrita bajo el deseo de sus padres. Ni siquiera podía decir con certeza si su vida le había pertenecido a él mismo en vez de a ellos.
Ningún logro obtenido fue por su voluntad, ningún diploma concordaba con sus verdaderas capacidades, ningún boletín respondía a la pregunta de "¿Quién era?", ninguna de las veces que estuvo de primera posición en un mural de "mejores estudiantes" le hacía sentir alegre.

Nada de lo que los demás desearan reflejar en él le haría, alguna vez, ser feliz.
¿Acaso todo sería de tal forma?, ¿Tan vacía?

Su vida no le pertenecía, de hecho, nada era suyo, ni siquiera su sonrisa. Aquella sonrisa amable era el claro ejemplo de su triste alma, encadenada a la obligación de mostrarse como alguien más. Alguien lejano a la realidad.
Y creía que todos eran unos estúpidos al pensar que en verdad tenía esa vida perfecta, llena de lujos y buenas noticias, siendo feliz todos los días y con grandes padres quienes le proporcionaban una hermosa vida. Escuchaba a diario a personas decir querer tener su vida, ser como él o tener una familia igual; aquellos no imaginaban los tantos sufrimientos que tuvo que pasar.

Eran unos ignorantes, viviendo en su mundo de fantasía, sin pesar en las catástrofes del exterior de su burbuja.

De igual manera, tampoco nadie parecía interesado en él, simplemente se quedaban con la impresión de un chico perfecto, dejando de lado ver quién en realidad era.
Tampoco se ilusionaba con el hecho de encontrar a una persona con quien socializar más a profundidad; no cuando todas lo buscaban con las mismas intensiones.

Se acostumbró a la soledad, y a pesar de estar rodeado de personas, no podía evitar sentir aquella sensación en su mente. A fin de cuentas, estaba solo. Se sentía solo.
Sin padres quien lo quisiera, sin amigos que no estuvieran con él por un deseo o interés en particular, sin familia quien lo apoyara sin necesidad de criticarlo, sin esa persona especial que estuviera a su lado en los peores momentos, sin un hombro en el cual llorar sin temor, sin unos ojos que lo miraran con amor verdadero; y con dificultad lo había aceptado, estaba abandonado en un mundo lleno de maldad, luchando él contra enemigos más fuertes, cuidándose a sí mismo la espalda.

Nadie se encargaría de protegerlo. Todos lo veía como alguien capaz de cuidarse, y tenían razón en cierta parte, había estado cargando el peso por casi quince años, podría aguantar más, el problema era cuando, cada día, la carga era aun más pesada.
Ya no bastaba ignorar los problemas o enfrentarlos con pequeñas acciones, ni siquiera aceptándolo conseguía persuadirlo. Ahora era necesario enfrentarlos a la cara; aceptar todos los errores, incluso si eran injustos o sin sentido, y tener consecuencias, o enfrentarse, y, aparte de ganarse algunos castigos tanto mentales como emocionales, obtendría peores resultados.

Aunque tampoco fuese como si alguien le mirara con otros ojos, no unos aparte de la típica perfección. Sabía la manera en la que la gente lo veía: con envidia, fascinación, alegría, interés... Pero nunca de tal manera que el azabache lo miraba. Aquella lástima y enojo que reflejaba en sus ojos le transmitía algo diferente.
Su enojo no era envidia, sino rencor. Su lástima era cómo si dijera que conocía todo, pero era imposible.

Our nights [Minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora