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Gael miraba a su amiga, Kate, hablarle a las niñas que tendría que cuidar... Pero en su lugar, las hacia entretenerse separando drogas.

—Cuatro en cada bolsa.—Les dictó.—Si acaban en una hora, podrán ver My so called life conmigo.—Ella les sonrió antes de darse la vuelta y encontrarse con el moreno mirandola con una ceja alzada.—Ah, y no se las coman. Se les detendrá en corazón, morirán ahogadas, y todos se pondrán muy tristes. ¿Entendido?

Ambas niñas de pijamas y trenzas hechas por Kate, asintieron con "seriedad".

—Qué delicada.—Murmuró con sarcasmo él, dirigiéndose a la sala principal, donde su novio miraba la tv.

Los ojos del Sallow se achicaron al ver como en el canal se transmitía como cazaban a un tiburón atrayéndolo con sangre, y luego como el animal marino huía.

—Los tiburones no son tan estúpidos.—Dijo el chico con los brazos cruzados.

Kate se paró frente al televisor.

—¿No ordenaste?—Preguntó con tono de regaño.—Ropa blanca y de color, y busca los calcetines sueltos.

La pelinegra sacó las prendas de vestir y las tiró en la mesa, donde ellos ayudarían.

—Recuérdame que ganaría.—Se adelantó Simon a decir.

—No.—Le contestó Kate, y el rubio de un salto se levantó y sacó su sudadera roja gastada.

—Por dios, ¿llevas la misma ropa que anoche? ¿Fue así al supermercado?—Schmidt le preguntó a Gael, sabiendo que este acompañaba a su "amigo" al trabajo.

—Hice doble jornada, y era lo único que tenía en el auto.—Simon habló con rapidez tratando de desviar la conversación y dejar los recuerdos para otro momento.

Su doble jornada no llegó a ser completada al 100%.

Hubo un momento en el que el rubio se metió en la parte trasera de las cargas de comida, y se encontró con su novio.

Ambos se miraron en ese momento, y no pudieron resistir.

Las manos de ambos tocaban con desesperación el cuerpo del otro, mientras sus labios seguían unidos en un beso que les dejaría los labios rojos fuego.

La parte trasera de uno de los camiones que estaba sin cargas de comida, había sido usada por ellos, y su momento de calentura.

Por suerte no había ni cámaras, ni personas cerca. Sino habrían escuchado como el nombre de Gael era casi desgastado de tantos llamados que decía Simon. Y varios minutos más tarde, como Gael dejaba a Simon hecho gelatina entre sus brazos, para luego volver a repetir la acción y oír el sonido que tanto le gustaba del Kalivoda.

11 MINUTES², fear streetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora