Capítulo 3. La Excursión.

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Baje rápido con mi bolso en mano. Debía de ya poner almenos cien alarmas para poder despertar temprano.

Hoy era la excursión, e iba tarde.

—Corriendo como siempre, cariño.

Me gire para ver a mi madre bajar detrás de mi con una gracia y elegancia que solo ella puede tener, y eso que traía pijama.

No se como puede caminar con esos tacones, y hacerlo ver fácil.

Una vez me rompí el pie por ponerme tacones de tres centímetros.

—Te iba a ir a buscar a tu despacho.

—Bueno, te ahorre el ir y venir sin sentido.

Se acercó a mí y me dio un abrazo junto con un beso en mi cabeza.

—Cuídate, y por favor, no te separes de las cabañas, y si tienes problemas llama, mandare al chófer por ti si hace falta.

—Claro madre, nos vemos.

—Vete ya, yo le aviso a tu padre que ya te fuiste.

—Gracias.

Salí de la casa y me subí a la camioneta.

Mi teléfono sonó en el momento en que salimos de la propiedad de mis padres.

—Que se te ofrece —dije al descolgar la llamada.

—¿Dónde estás? Ya están a punto de subir a los autobuses. Hay que subirnos al primero.

—Podemos irnos en los demás.

—Sabes que no me gusta. Siempre los demás se pierden o tardan en llegar, quiero ser uno de los primeros en llegar.

—Hay por dios, Aarón.

—Apresúrate a llegar.

Me colgó y solo pude rodar los ojos.

(...)

Media hora después llegamos al estacionamiento de la escuela, donde ya estaban cinco autobuses listos. Los profesores estaban registrando y los alumnos esperaban para subir sus cosas.

—Gracias, Josué.

—Suerte niña.

Revolvió mi cabello y volvió a subir a la camioneta yéndose.

Camine buscando a mi amigo pero no lo veía. Hasta que lo encontré frente al primer autobús con la mirada en el teléfono. Cuando me vio llegar soltó un suspiro y alzó sus brazos dejándolos caer con alivio.

—Que bueno que llegas, ya te registre. Solo hay que esperar a que...

—¡Ya pueden subir a los autobuses! —grito un profesor.

Mi amigo tomo mis maletas y las metió al autobús, luego tomó mi mano y me hiso subirme. Me detuvo en el segundo asiento del lado del chófer y me sentó.

—Listo, así podemos ir tranquilos.

—Creí que no te gustaba estar hasta el frente.

—En los autobuses si, no me gusta el ruido que luego hacen hasta atrás.

Mire por la ventana sintiendo los últimos rayos del sol pegar en mi cara. Sentí como mi amigo se acomoda para recargarse en mi hombro mientras extendía una pequeña manta tapandonos a ambos.

—¿Qué haces?

—Me quiero dormir. Y serás tu mi almohada.

—Mejor pásate para la ventana, no quiero verte en el suelo cuando te quedes dormido.

Blind LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora