Capítulo 8. Tu Casa.

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En cuanto salimos del restaurante el cielo se iba transformando en una mezcla de colores naranjas y amarillos. Ya eran un poco tarde.

Subimos a la camioneta y emprendí el trayecto a su casa.

—Tus padres me acusaran de secuestro y robo —dije con una sonrisa.

—No lo creo.

—¿A no? Espera a que lleguemos y estén las veinte patrullas y más de cincuenta policías.

El río fuerte.

Nos quedamos en silencio hasta que llegamos a su casa.

Al llegar al gran portón, cuando iba hablar el portón se abrió y pude apreciar la gran mansión Davila.

Avance sintiendo una presión en mi pecho de angustia y vergüenza. En cuanto estacione delante de la puerta principal. Dos mujeres, una de avanzada edad con un traje a la medida rosa y la otra con un traje de falda larga morada con una camisa blanca salían de la casa.

La primer mujer la reconocí de inmediato. Era la nana de, Eric.

Medio sonreí al sentir almenos que... No se ni porque me sonreí.

Baje de la camioneta y corrí abrir la puerta de, Eric, pero ya le habían abierto los guardias. Me quedé de pie al lado arrugado mi playera por los nervios.

—Hijo, dios mío donde estabas —dijo su nana.

Ella bajó los escalones rápido y tomo a su nieto de las mejillas y abrazarlo con fuerza.

—Estoy bien, nana.

La otra mujer que sabía perfectamente que era su madre llegó a él y se quedó de pie a su lado.

—Espero que a partir de ahora pienses en tus actos antes de hacerlos, Erik.

—Hola mamá —dijo el.

Su madre me miró seguido de darle un beso en la mejilla a su hijo y yo me quedé como estatua. Palidecí al verla acercarse a mi con una cara de querer matarme.

Ella sabía perfectamente quién era. Y estaba dispuesta a humillarme frente a sus personas de servicio.

Pero la señora de avanzada edad se puso delante de mí.

—Que bueno que ya están aquí. Mucho gusto en volver a verte, cielo —me dijo volteando a verme.

Yo tome su mano y sonreí.

—Espero que tengas una buena escusa para llevarte a mi hijo a no se donde —dijo la madre de él.

—Yo... Ah... Yo no...

—Mamá, ella no tiene la culpa, yo le pedí que se fuera conmigo —dijo Erik poniendo una mano sobre el hombro de su madre.

—No la cubras hijo, se perfectamente como son los de su clase.

—Eso lo sabes porque tu vienes de la misma de donde viene ella supongo —dijo la señora frente a mi—, pero a diferencia de ella, es que ella si creció en la vida que ahora tu tienes. Y no se tuvo que casar con el dinero, si no que nació con el y creció con el.

Blind LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora