Epílogo

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Giselle Martínez, ¿Había un nombre que definiera la rebeldía aún más que este?. Libre, atrevida, enérgica y salvaje eran de las muchas palabras que las personas asociaban con ella al verla. Fue criada por sus abuelos en un pueblito ubicado en las afueras de la cuidad de Santo Domingo. No conoció a su madre y su padre falleció poco antes que ella cumpliera los once años.

Siendo una niña le tocó madurar antes que sus compañeros de clases por las responsabilidades que tenía que cargar en ese momento de su corta vida, salía a vender helados con su abuela, se encargaba de limpiar la casa día tras día con un sin fin de tareas domésticas y velar por sus hermanos menores Oliver de cuatro años y Emilia de dos. Giselle creció rodeada de su familia, decía que los amigos estaban de más, que nadie era suficiente como para merecer su valiosa amistad.
Durante las clases era quien más participaba en todo, exposiciones, obras, cantos... A pesar de su inteligencia y capacidad no lograba congeniar con nadie de su entorno escolar hasta que conoció a Julia, una jovencita con un parecido notable a Giselle por el carácter que la misma tenía. Al cumplir los dieciocho años encontró su primer empleo como asistente ejecutiva pero no tardó más de tres meses porque para su mala suerte la empresa quebró, aún así pudo ahorrar y lograr entrar a la universidad a estudiar administración de empresas ya que no había otra carrera que pudiera costear y que además le pudiera sacar provecho después, muy en el fondo siempre quiso ser doctora o quizás estudiar artes visuales, pero escuchar a su familia burlarse de aquello rompió su corazón y la limitó a estudiar algo que su familia quisiera.

Nunca fue fácil para ella lidiar con los hombres, ella tenía el autoestima por los cielos, se amaba con locura así misma, ella era para sí misma el ser más precioso del mundo, entendía que podría amarse y no ser amada porque no veía la necesidad de escuchar halagos de un segundo, nunca disfrutó los abrazos, ninguna muestra de afecto le causaba algún sentimiento, adoraba verse al espejo y al salir de su hogar los comentarios de personas sobre su aspecto resbalaban contra su escudo de silencio e ignorancia.

Todo parecía estar en orden, sus calificaciones excelentes, una buena relación con sus familiares, economía estable, todo marchaba bien hasta que ellos aparecieron en su vida.

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