Capítulo 16

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JELENA.

Afortunadamente, logramos llegar al cuarto y cerrar las puertas para que nadie, ni siquiera nuestra bella niña nos interrumpiera, quiero saber qué lo tiene así de loco, no me quejo, me gusta, me encanta cuando me adora así, pero no cuando está herido, no cuando tanta actividad puede perjudicarlo.

— Quítate la ropa.

Pedí, viendo como alza una ceja en mi dirección, la sonrisa divertida no la borra de su rostro.

— ¿Ni siquiera me invitas a una cita primero?

Llevando las manos a su cinturón, soltándolo en dos movimientos, jalándolo hasta dejarlo colgando de su mano, soltándolo en el piso.

— Con ese cinturón voy a golpearte si no te apresuras y te vas al baño, te lavaré y curaré... todo eso —señalando su cuerpo— ¿Al menos te retiraste las balas?

Se hizo el tonto, mirando en otra dirección, continuando con la labor de quitarse la ropa que cubre su torso, quejándose cada tanto por el movimiento, le duele y no quiere admitirlo.

— Deja, yo lo hago, vamos al baño, toma asiento en la tapa del inodoro.

— Si me mimas tanto, podría acostumbrarme.

Dijo en tono divertido.

— Alexander...

En tono de hastío, a dos segundos de explotar.

— Sí señora.

Dejando las bromas, girando y yéndose directo al baño, soy consciente de mi mal humor ocasional, pero es que no puedo evitarlo.

Ya sentado dónde le pedí, le quité la ropa con mucho cuidado, escuchándolo quejarse en voz baja cada tanto, claro que el muy lisiado no pierde el tiempo, sus manos acarician mis caderas, mi trasero, aprietan mi cintura y roza con sus nudillos el borde inferior de mis pechos, intenta tentarme mientras yo cojo las pinzas largas y con el mayor cuidado posible le saco las balas que tiene atoradas por el cuerpo, hace muecas de dolor, sí, pero no suelta ningún sonido en voz alta, me sorprende su capacidad de tolerancia.

— Alexander, deja de hacer eso, no habrá sexo para ti hoy, mira como estás, sangras, por si no te has dado cuenta.

— ¿Tú estás bien?

Preguntó, ignorándome por completo.

— Me quedé en casa ¿Qué clase de pregunta es esa? Claro que estoy bien.

— Hablo sobre Zara y sus hijos.

Apreté los labios en una fina línea, perdí el control por dos segundos, me tembló la mano y le hice daño con las pinzas en una de las cavitaciones, viéndolo apretar los dientes sin retroceder.

— Estoy bien, no necesito que nadie me hable o me abrace así, ya no soy una niña.

— Naia sin que se lo preguntara dijo que Zara hablaba siempre de ti, que... se escapaba para ir a visitarte cada domingo, jamás dejó de pensar en ti, jamás te abandonó, sólo hizo lo mejor que pudo para mantenerte a salvo de mi familia... perdón por conocernos, perdón por... por tener una familia tan podrida.

Condéname (+21) #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora