A veces... es mejor irse

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Me gustaría saber es la sensación de amar y ser amado. Por eso vengo a contar esta historia:
Empezaba el instituto, de nuevo. Conocía a la mayoría de la gente de mi nueva y desconocida clase, pero no tenía ni idea de que en esa minoría estaría él.
Estaba andando por los pasillos, saboreando mi bocadillo de jamón, cuando mi amiga María me contó que un chico de mi clase le resultaba atractivo.
-Se llama Raúl Martínez- Ese niño era de esa minoría.
Al llegar a clases le pregunté a mi amigo Pedro si conocía a Raúl. Me llevó junto a un chico cuyos ojos eran profundos. Le pregunté sobre mi amiga María. Mientras hablábamos, sentí algo, una paz... Un pensamiento recorrió mi alma ¿Eres tú o es el lugar? Mi corazón no se lo pensó dos veces y le respondió a mi cerebro: Él será mi primer amor

Al cabo de los días, nos cambiaron a todos de sitio. A él le tocó justo delante mía cosa que no me gustaba, no quería nada con ese chico y menos si a mi amiga le parecía atractivo. Este cambio de sitio llevó a que nos habláramos más, mucho más. Era divertido, interesante, perfecto... Pero seguía teniendo los ojos profundos y tristes. Empecé a querer hablar con Raúl día y noche, esa etapa que todas y todos hemos pasado, dónde solo hay inocencia. Caí en esa etapa aunque me resistiera.
Raúl empezó a preguntarme sobre mis gustos, mis problemas. Sus ojos empezaron a recuperar su brillo, ya no eran profundos, ahora eran brillantes y grandes. Pensaba que eran por mí, pero ese cuento terminó en cuanto me contó que estaba empezando a hablar con María y le empezaba a gustar. Empecé a odiar a María sin razón, era la del medio.
Raúl empezó a evitarme, me decía las cosas más dolorosas que pudo haberme dicho. Tengo brackets, ahora era la boca alambre. Ese apodo me lo puso él. Ya no era todo color de rosas.
María le obligó a cambiase de sitio, a dejar de hablarme y a ignorarme. Estaba destrozada.

Con el tiempo la cosa fue mejorando, pero no era lo mismo. Él intentaba hacerme reír pero yo lo ignoraba, me reía por dentro porque me seguía gustando. A pesar de todo mi corazón fue tan idiota que seguía entregándoselo a él.

María y él dejaron de hablar, ahora hablaba con su mejor amiga, Laura. Ella era muy guapa. Morena, de ojos oscuros, alta, guapísima. Todo lo contrario a mí. Laura y yo no nos llevábamos nada, entonces me generaba una inseguridad que no tenía por qué estar. En el fondo de mi corazón lo seguía queriendo, aunque ya no por fuera.
Fui conociendo a gente, muy maja, pero no eran como él. Nada como él, nada como esos ojos, esa sonrisa que opacaba a las demás. Nada comparado a ti.
Y claro, como cualquier persona seguía teniendo mis dudas sobre mis sentimientos hacia él. Más dudas, más preguntas. Otra vez todas sobre él. Mi instinto me obligó a alejarme y eso fue lo que hice.
Porque a veces.... Es mejor irse

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