6. El sin nombre

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Olivia

No tardó mucho en salir del baño y bajar las escaleras con inseguridad, sintiendo como si alguien la estuviera observando desde algún lugar.

Se quedó de pie en el final de las escaleras, observando a un muchacho pequeño en el salón, sentado en uno de los sofás junto al elsinnombre. Se dirigió a la cocina cuando escuchó la voz de una mujer protestando.

-Ya estoy harta de ese chico invadiendo mi cocina- murmuraba la mujer para sí misma.

Olivia se acercó con cuidado y sin hacer mucho ruido.

De todas formas, llamó la atención de la mujer, que se giró hacia ella y frunció el ceño.

-¿Tú eres la nueva?- preguntó de malas maneras. Al parecer no era muy simpática.

-Soy Olivia- se acercó ella.

-Oh, bueno, no me importa tu nombre- dijo sin darle importancia.

Olivia se volvió roja de la vergüenza, pero... ¿Qué le pasaba a aquella mujer?

-¿Tú eres la cocinera?- preguntí luego de unos cuantos segundos.

-Sí, Jennifer, pero para estos niños pesados, soy Jenny- puso una mueca.

Jenny era una mujer de aproximadamente treinta años, de cabello castaño al igual que sus ojos, recogido en un moño desordenado. Llevaba un pijama blanco con diseños de planetas y tenía un cojín entre las manos, mientras que revisaba la cocina con la mirada. Era muy guapa pero tenía cara de amargada.

-Oh...

-¿Cuánto más vas a tardar para decir que tienes hambre?- puso mala cara, otra vez- Ya tenía demasiadas bocas para alimentar, y ahora... dos más.

Mientras Jenny se encargaba de demostrar las pocas ganas que tenía de vivir, Olivia frunció el ceño, confusa.

-¿Dos más?- se sentó en uno de los taburetes.

-Sí, tú y el loco ese- señaló al muchacho sentado en el sofá.

Olivia asintió y lo observó un poco más.

Era pequeño de tamaño, con un traje verde y las medias hasta las rodillas, grises, sus zapatos negros anticuados y corbata. Parecía que venía de un colegio.

El niño tenía el cabello rubio, poco despeinado, ojos celestes, labios finos y nariz pequeña. Su cara demostraba que no estaba muy alegre hablando con el otro chico, parecía aburrido.

Jenny llamó su atención cuando colocó una bandeja sobre la encimera de mármol, con galletas de chocolate, una taza de café y arándanos.

-Gracias- musitó.

No esperó un "de nada" ni una mirada de parte de la cocinera, que seguía centrada en observar cada detalle y murmurando sobre ello, así que comenzó a tragarlo todo, el hambre que tenía.

Cuando estaba comiendo una de las últimas galletas, la puerta principal se abrió y entraron unos niños riendo, divertidos.

Ambos parecían tener once años y son muy parecidos entre ellos, la niña tenís el cabello castaño largo y liso, los ojos de color café y unas mejillas sonrosadas. El niño era idéntico, su versión masculina.

Los dos venían pegándose entre sí y cuando vieron en el salón al muchacho pequeño, abrieron grande la boca, impresionados.

-¡¿Alder?!- chilló la niña, y parecía que no podía creerlo.

Ellos se acercaron al chico que les pasó un brazo por los hombros a los dos cuando se sentaron a su lado.

-Riley y Zach- los miró con media sonrisa-. Qué grande están.

El Legado Del Lobo (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora