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Cr. Img: A quien corresponda

Holaaa!

Aah, esto debió salir el sábado, pero acá en los Méxicos están las posadas y le tocó a mi familia. Así que estuve haciendo bolsitas de dulces y ayudando en arreglar todo. 

Luego el domingo tuvimos que asistir a otra y ahí se nos fue el tiempo ;u; 

Total, terminé de escribir el capítulo a eso de la 1am, pero estaba tan cansada que apenas lo publico TuT 

Calculé y más o menos solo serán 22 capítulos para esta historia, así que me esforzaré en que sean largos o lo más largos que yo pueda escribir ;u;

Oh! Aquí me basé muchísimo en la serie, por lo que verán unos cuantos diálogos del capítulo de Marcaderiva. También en otros aspectos me tomé libertades jojo :'D

De antemano, gracias por las estrellitas y los comentarios! 

Espero sigan conmigo en este viaje~ 

Sin más, a leer~

~°*†*°~+~°*†*°~

Helaena siempre tuvo sueños extraños. En todos ellos los protagonistas eran dragones verdes y negros. No hubo alguno en el que ella pudo sentirse verdaderamente tranquila ya que, al despertar, la nubosidad dejada por el mundo onírico la seguía a lo largo del día. Era un suplicio asistir a las lecciones con la septa sin querer destrozar los libros que le obligaban a leer o desechar la aguja ensangrentada junto con un bordado abominable. Las voces que la rodeaban estaban teñidas de colores oscuros que las volvían putrefactas. La Fortaleza Roja contaba con hermosos acabados e imponentes salones, pero por dentro albergaba animalejos oportunistas. Las palabras dulces escondían el peor de los venenos, volviendo una tarea ardua encontrar una lealtad intachable o una amistad sincera. El único lugar en el que podía alejarse de tal infierno era en los jardines.

Las flores más bellas le hacían olvidar que estaba en una jaula de piedra. En medio de vegetación verdosa y tallos altos, Helaena encontró una mariquita. Le llamó la atención el rojo en el caparazón con diminutas manchas negras. Con un dedo la tomó y patitas le hicieron cosquillas en el dorso de la mano. Fascinada por el insecto, la princesa notó que la tormenta perpetua en su cabeza había sido acallada. Nunca se había sentido tan relajada, por lo que se entristeció en el instante que la criatura alzó el vuelo. Es así como cada que se sentía ahogar por las imperiosas lluvias desatadas en la Fortaleza Roja, se le veía descansando en alguna de las bancas escondidas entre arbustos frondosos o sentada bajo la sombra de algún árbol con insectos en mano. Estos seres se volvieron una grata compañía. Ninguno expelía fuego, ni poseía escamas o alas de cuero que le recordasen sueños tétricos. La naturaleza los había excluido de la apreciación humana, pero les bendijo con ser capaces de prosperar en ambientes inhóspitos; podían ser tan silenciosos o ruidosos como deseasen; y una infinidad de colores vivos u opacos les distinguían unos de otros.

En incontables ocasiones, Helaena, añoró tener la habilidad de mimetizarse con las paredes o muebles, pasar desapercibida del ojo crítico y temeroso de su madre. Deseó tanto contar con una coraza que le protegiera del tacto desconocido; los abrazos o sutiles caricias, tan solo avivaban las profecías de las que era maldita.

Ella no gustaba ser hija de dragones.

Dondequiera que estos seres fuesen, había desastres y sangre inocente era incinerada. Ella amaba a Sueñafuego, su dragona de escamas azules pálidas con plateado. Gustaba de volar sobre sus lomos, embriagándose de la efímera felicidad que perecía en cuanto pisaba suelo firme. Helaena también tenía problemas al momento de montar a la dragona, los rastros de profecías mortales alteraban el vínculo entre ambas lo cual complicaba un poco calmar el temperamento de la bestia. Por ello, la princesa solo surcaba los cielos en días menos dolorosos; los cuales eran escasos.

Obsesión Indemne - [Lucemond] DISCONTINUEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora