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Al siguiente día me desperté temprano y realice mi rutina diaria. Ducharme, hacer mis necesidades, cepillar mis dientes y arreglarme para ir a clases.

El día de hoy me había colocado una falda gris suelta, arriesgándome al frío; con un suéter blanco y mis zapatos blancos. Recogí mi cabello en una coleta alta y me coloqué el brillo de labios más el perfume.

Salí de la habitación junto con Riley, en el camino nos conseguimos con Scott y Jackson, seguimos el transcurso a el edificio de los salones.

El clima no estaba a mi favor, había muchísimo frío, pues ya nos acercabamos a invierno. Me arrepentía mentalmente el haberme puesto falda.

Scott pasó un brazo por mis hombros y seguimos caminando.

- ¿Que has pensado? - Susurró el chico a mi lado, sabía a lo que se refería y eso me hizo tensarme un poco.

Me había pasado gran parte de la noche pensando en volver al psicólogo. Lo había dejado unas semanas antes de regresar a clases pues creía no necesitarlo más, pero ahora no estaba segura.

Tenía miedo de tener una recaída después de tanto tiempo, y estaba en un momento vulnerable por abrirme tan fácil y rápido a personas que aún no conocía del todo, no sabía que intenciones tenían conmigo y tampoco sabía si eran temporales o no.

Me encogí de hombros tratando de restarle importancia, él pareció no estar muy convencido pero lo dejó estar. No quería comertarle sobre esto a Ry porque sabía que me iba a arrastrar de vuelta a las citas con el psicólogo, en cambio Scott respetaba mis decisiones pero sin dejar de preocuparse por mí.

Volvería a mis horas de monotonía en los momentos en los que no estuviera con mis amigos, y aunque parezca triste, ya me había acostumbrado a esto. Estaba acostumbrada a la vida tan rutinaria que había adquirido, y no, no estaba cansada de eso. Solo pensé que había superado ese miedo a quedarme sola, o el miedo a volver a entablar conversaciones o amistades con otras personas fuera de mi entorno diario.

Que equivocada estaba.

Esto es una mierda.

Estaba totalmente de acuerdo.

Suspiré silenciosamente y seguí el camino. Al llegar a la entrada del campus todos estaban metidos en sus asuntos, nadie estaba pendiente de la vida de los demás aquí y eso era algo que agradecía mentalmente. Algunos en grupos charlando, otros sentados en bancas solos o acompañados, y otros pocos estudiando.

Quién diría que yo estaría en Alemania estudiando, y viviendo normalmente como si las situaciones del pasado no me hubieran afectado. Pero sí lo habían hecho, me habían afectado mucho.

Cada uno se encamino a sus respectivas clases. Iba tan sumida en mis pensamientos que no noté que me estaban llamando, sino hasta que me tomaron suavemente del brazo. Me volteé a ver de quién se trataba y rezaba internamente para que no se tratara de ninguno de los hermanos.

Pero como mi suerte es muy poca. Si se trataba de uno de ellos.

- Hola, ¿Que tal estás, dulce Alice? - Emir sonrió como de costumbre, con esa sonrisa tan radiante como siempre, intenté devolverle la sonrisa pero estoy segura que fue más una mueca. - ¿Estás bien? - volvió a preguntar el chico frente a mí.

Me encogí de hombros, di media vuelta y seguí mi camino adentrándome al salón correspondiente, sentando al fondo del salón.

Estaba nerviosa, mis manos sudaban y picaban, mi corazón estaba acelerado.

Éste era el efecto que ellos tenían sobre mí. Y me asustaba en sobre manera, pues era algo demasiado apresurado y extraño.

Froté mis manos en mi rostro para tratar de calmar mi repentina ansiedad y coloqué mi cuaderno en la mesa para prestar la mayor atención a la clase.

BauerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora