departamento || Milkman (Francis Mosses)

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Me desperté como siempre, a eso de las cuatro de la mañana, que fue cuando escuché a Francis empezar a ducharse. Me senté en la cama y troné un poco mi cuello y tomé una camisa y mis bragas para ponérmelas e ir hacia la cocina, regresando en el camino por mis pantuflas. Atravesé el pasillo que conectaba nuestra habitación con la habitación de invitados, el baño y la sala hasta llegar a la lavandería. Me estiré un poco a medio bostezo y fui hacia el burrito de planchar, conecté la plancha y luego regresé al cuarto por la ropa de Francis, se me había olvidado, regresé a la lavandería y la planché para él. Luego la regresé a la habitación y fui a la cocina.

Ya más despierta, prendí la cafetera y saqué algunas cosas para el desayuno y el lonche de mi bebé ese día. Le preparé sus waffles en forma de dinosaurio con huevos fritos formando una carita feliz y su café para que vea que lo amo mucho. Él bajó a eso de las cinco y media de la mañana, ya vestido con su elegante pantalón negro, su camisa relucientemente impecable y su corbatín a juego con zapatos y pantalón, se sentó en el comedor, donde ya lo esperaba su desayuno y su café, y se dispuso a desayunar, mi señal a empezar a hacer su almuerzo, quizás algo de fideos con bolitas de carne en salsa roja, su café y un aperitivo. Luego, cuando apenas empezaba a acomodar los toppers en su lonchera y que él ya había desayunado, sentí unas manos en mi cintura y una respiración chocar contra mi cuello, al instante supe que era él, los callos en sus manos los podía sentir a través de su camisa. 

Sus manos subieron y bajaron por mi torso, haciendo un pequeño masaje en mis senos para luego dibujar algo bajo mis bragas. Y, al igual que como en todas las mañanas, terminé recargada sobre la encimera de la cocina con vistas por la ventana, gimiendo su nombre mientras Francis me golpeaba ferozmente el cuello uterino a su voluntad, mis piernas estaban dobladas y cediendo ante el fuego que se expandía a cada golpe y mi respiración dependía literalmente del ritmo de las embestidas de Francis. Subí la pierna derecha a la encimera, dándole un mejor acceso a mi cabello, que fue sujetado y estirado al compás de mis temblores. Sudaba a grandes cantidades y él optó por lamer mi cuello y morderlo, sus gruñidos iban al compás de los dibujos en mi vulva, cosa que cada que pasaba alguien por la calle hacía con más frenesí, dibujando una expresión muy obscena en mi rostro. Amaba eso, que él supiera que yo era solo de él y que se lo demostrará a todos los que alguna vez me coquetearon. Por todo el edificio era conocido su gran masculinidad, de eso mismo hasta se había encargado él, cuando atrapó a Afton intentando seducirme y decidió follarme en uno de los pasillos como castigo por dejar que el hombre me hablara. Destrozó mi vestido rojo que era nuevo, pero fue tan excitante la adrenalina de que teníamos un público tan asombrado pero disfrutando que lo dejaría que me volviese a hacer suya en plena vía pública. Qué locura, ¿No creen?

En fin, solo sentí mi tercer orgasmo y como Francis me daba un beso en la mejilla derecha antes de tomar su lonchera e irse a trabajar. Traté de tranquilizar mi respiración y me terminé sentando en el piso, proporcionándome una sensación pegajosa pero fresca. Solo sonreí un poco y me trasladé como pude al baño, así dando por empezado mi día.