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CAPÍTULO 45. ¿ES QUE LA MENTE NO SABE DISTINGUIR ENTRE VITAL IMPORTANCIA Y NAH?

Lo aceptaré, no era tan aburrido el campamento sin Pol. Puede que hubiera sido más complicado si no supiera nada Valentina, aunque claro, al principio nadie lo sabía.
Estaba participando en más actividades que nunca, de hecho acudía a todas. La primera fue la fogata o fiesta de los viernes que se celebró después de un concurso de castillos de arena. Valentina, Alejo y yo fuimos un equipo, teníamos una idea genial, hacer una casa del árbol con ardillas a modo de invitados. ¡Valentina tuvo la idea! Pero ninguno de los tres tenía experiencia en el tema de la arena, Alejo había participado los años anteriores en TeDI, pero literalmente sus palabras:
—Me pegaba tanto rato haciendo ojitos con algún tío que solo me daba tiempo a hacer los cimientos.
Y no, no fue muy distinto, Macarena y Gunter habían roto (sí, parece que eran algo) y eso le dio una vía demasiado libre.
Al final, tras tres horas de trabajo al sol y quemándome porque no tenía crema solar, acabamos perdiendo. El proyecto fue demasiado ambicioso, no estábamos a la altura. Pero lo peor con diferencia, fue que ganaron los sinsentido de Daniel y Tobías. ¡Sí, los frikis que pescaban tiburones! Se decantaron por un pulpo que decoraron con conchas, era fácil, simple, pero adorable y eso logró encoger el corazón de los monitores haciendo las veces de profesionales.
Muy fuerte, porque se llevaron un postre especial para la noche, aún por descubrir.
Eran ya las nueve de la noche, Valentina y yo salimos de la cabaña acaloradas por el injusto desenlacé del concurso. Hubo una pareja de caballitos de mar que deberían haberse llevado el oro.
—Dejemos ya de hablar de eso, con un poco de suerte nos darán algo de su postre sorpresa —dijo Valentina esperanzada.
—¿Esos dos? No creo que nos den ni las virutas de chocolate.
—Lo has dicho por decir, ¿verdad? Porque ahora mismo me están apeteciendo.
Su tripa rugió y yo masajeé la mía consciente de que no tardaría en imitarla.
Con pena al principio y una idea al final, le sonreí sin despegar los labios.
—Valen... —empecé.
—¿Qué pasa? —Giró la cabeza de lado a lado.
—Vi el catálogo de Tobías, tenían comida, comida rica.
Sus ojos se abriendo entendiendo.
—Y no creo que suministren solo al resto —agregó Valentina.
Fuimos corriendo a su cabaña presas de la emoción de algo lleno de calorías y prohibido.
Ella fue a bajar la manilla después de llamar y comprobar que no estaban. La puerta no se abrió, y nuestra adrenalina descendió en picado.
—¡Nadie cierra la puerta con llave! Yo ni siquiera sé dónde está la nuestra.
Conforme iba pronunciando las palabras una por una, un terror me iba invadiendo. ¿Qué pasaba si se perdía la llave, a caso había que pagarla? Girándome lentamente en dirección a mi compañera, tragué saliva y recé lo más rápido que pude.
—Creo que está en la mesa —dijo dubitativa.
—Yo no la he visto en la mesa.
—Ya, yo tampoco.
Traté de repasar todos mis recuerdos para ver dónde aparecía el objeto metálico, y nada.
—Pero estará allí, ninguna la ha movido —añadió.
—Tiene sentido.
Nos quedamos en silencio. «Y yo que me consideraba responsable» Agité la cabeza apartando esos pensamiento para otro momento más oportuno.
—Voy a tirar la puerta, no puede ser tan difícil —anuncié.
—Si quieres probar.
—Sí claro, hoy me dedicó a atravesar cosas imposibles.
—¿Por? —me preguntó desde la silla del cobertizo.
—Cuando he ido a despedirme de Pol he tenido que cruzar por dentro de los arbustos.
—No has visto la puerta.
Moví la cabeza de lado a lado avergonzada y mordiéndome el labio inferior.
—Bueno, es muy de película —dijo para complacerme.
—Me quedaré con eso —arrastré el pie hacía atrás para coger potencia—. También se me olvido decirle adiós de tu parte, pero si te consuela yo no se lo dije —confesé sin darme tiempo a poner excusas.
Una reprimenda en forma de mirada me llegó justo cuando empecé a correr, objetivo romper la puerta.
El impacto llegó, porque no me acobardé, pero deseé haberlo hecho. ¡Como dolió! La puerta de madera, dulce e inocente, resultó ser todo lo contrario.
Cuando me di cuenta había perdido a mi compañera de fechorías de la vista, pero no la necesitaba para realizar una segunda embestida dirigida a la zona de la cerradura. No, la anterior no estuvo bien dirigida.
Corrí a toda velocidad hasta que mis pies se pararon por orden del dolor agudo de mi brazo.
—¡Creo que tenemos que rendirnos! —exclamé—. ¿Valentina?
—¡La ventana, Thesa, la ventana!
—¿Qué pasa con la...? Ah, ya entiendo —bajé de un salto al suelo de tierra y rodeé la cabaña guiada por su voz—. Ahora que me paro a pensar, esto me pasó también antes y no me está sentando bien ser tan repetitiva, me va a salir un moretón gigante.
—No te preocupes —me dijo sonriendo con dulzura.
Mi estomagó se retorció recordándome que los órganos internos le estaban pareciendo una buena merienda. A ver, no os penséis que no nos daban de comer, a las tiernas siete horas ponían un surtido de frutas y frutos secos, pero yo estaba ya harta de lo sano sano. Necesitaba urgentemente una dosis de procesado que sabíamos que había dentro.
Valen tiró de las puertas y se abrieron sin problemas.
«Genial, me he estampado de forma voluntaria contra una superficie completamente sólida para nada, mamá estaría orgullosa.»
La chica de pelo castaño y felicidad permanente se coló dentro.
—Me acabo de sentir como Alicia cruzando a través del espejo —comentó desde el otro lado.
Levanté una pierna para colarla por la ventana y, o sus cinco centímetros más de altura le daban mucha ventaja, o yo no era muy flexible.
—Oye, —me alcé con ayuda de las manos— ¿has hecho gimnasia o algo alguna vez?
Su cabeza sonriente apareció en mi campo de visión.
—No, ¿por?
—Nada, nada. Olvídalo.
Se encogió de hombros, con un salto patoso estuve dentro.
—¿No es un poco estúpido que cierren la puerta pero dejen la ventana abierta? —pregunté rebuscando por los cajones.
—Son hombres y ser simples va con ellos de por vida, no piensan demasiado.
—Hombres hombres no sé yo... —murmuré por lo bajini.
—¿Qué?
—Que... —«piensa algo rápido»— si no deberías defender a tu novio.
—Daniel es increíblemente listo, pero sigue siendo del género masculino.
—Voy a buscar por el armario, tú ve al escritorio.
Buscamos un rato sin mucho éxito. Encontramos los móviles y esas cosas electrónicas con las que traficaban al fondo del armario, pero ni rastro de la comida.
—Puede que no tengan nada —sugirió Valen.
—Yo eso no me lo creo, durante sus horas de juego tienen que picar algo.
Valentina suspiró.
—Me preocupa Daniel, se ha comprado una consola y no sé si es buena idea que se obsesione.
—Es lo que tienen los campamentos de desconexión —dije, irónica.
Fui a las mesillas pensando que era muy posible que no se molestaran en esconder el botín. Encima de una había varias camisetas de la marca de Justin Bieber con pinta de recién traídas de la lavandería.
—Dios, ¡Valen! —exclamé al encontrarme el primer cajón lleno de envoltorios plateados.
Ella se giró y al ver dónde estaba buscando se le sonrojaron las mejillas.
—Habías dicho que te encargabas del armario...
Agité la cabeza desviando las imágenes indecentes que bombardeaban mi cabeza.
—Paso, lo dejo. Esto es una locura y probablemente ilegal.
Asustada, pensando en todas las cosas turbias que podían aparecer en una cabaña compartida por dos chicos, me salí fuera con más facilidad y me senté en el suelo de hierba.
Aquel día no llovía, pero el deja vu llegó arrasando. En un sitio muy similar a este, con un clima y hora opuestos, descubrí que Pol no era un capullo.
Mordí mi labio rememorando las conversaciones y el hecho de que me ofreciera su chaqueta y me dijera que conversar conmigo era guay. Vale, igual no fueron las palabras exactas, pero... ¿quién recuerda al pie de la letra las conversaciones que quiere recordar? Yo siempre que el chico que me gustaba me hablaba en clase, o por ejemplo Leo, en esos tiempos jóvenes, me ponía tan nerviosa que todo pasaba tan deprisa por mi cabeza y no lograba recordar prácticamente ni el rumbo de las conversaciones. Sin embargo, ojo te digan algo malo o recibas malas noticias, que tendrás las palabras grabadas a fuego.
Un archipiélago de paquetes pequeños y compactos aterrizó a mi lado a la vez que los pies envueltos en Nike de mi amiga.
—Los he encontrado, y no creo que echen de menos a dos ayudantes.

***
Hoy ha tocado capi con las dos primeras Simples ...
Nos vemos el jueves con otro capítulo.

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