Chico de la Luna

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Diecinueve días antes que decidiera morir.

A

sh Taylor se encontraba en el mismo parque de siempre, bajo la luz de la luna, que era testigo de todas sus historias, porque no había nadie más que la misma luna como confidente de cada una de sus aventuras, y la misma de sus miedos y frustraciones.

Habían pasado apenas cinco meses desde que viajo de Londres para Japón, todo se había convertido en un caos en su interior, la muerte de sus padres había dejado varias secuelas en su actitud y personalidad, un chico de 20 años cambio tan drásticamente de la noche a la mañana, dejo de tener contacto con sus familiares, incluso había sacado todo el dinero de sus ahorros que había juntado con sus progenitores, los mismos que ya no estaban con él, es cierto, había tomado una decisión muy difícil, dejar la casa donde vivió toda su infancia e ir a un lugar desconocido..

    —Oh, mi querida luna, hoy realmente no tengo ninguna ashavetura que contar – susurro mientras sonreía levemente

Y como si esta le contestará, un ligero viento revolvió aquellos rubios cabellos, de aquel joven que tenía la mirada perdida en el cielo, logrando que una pequeña sonrisa apareciera en ese rostro apagado, solo fue veinte minutos que estuvo allí cuando
nuevamente regreso a su dormitorio de la universidad en dónde se encontraba.

  —Ash Taylor, ¿otra vez llegando tarde?– hablo el vigilante mientras se mantenía de brazos cruzados

  —Lo siento, señor Tom, no volverá a pasar — mintió, era claro que mentía, pero, aun así, el mayor solo le sonrió y le dejo ingresar.

Apenas sus pies tocaron el frío piso de su habitación, dejo caer todas sus cosas en el suelo,
para tirarse en la cama soltando un gran suspiro ; mirando de reojo a la brillante luna desde su ventana.

  -He estado pensando, tú siempre me ves, ¿Acaso sabes más de lo que cuento?—murmuro cerrando sus ojos lentamente en espera del siguiente día.

Su primer beso lo recordaba como una situación realmente vergonzosa, pues había sido con una chica de la preparatoria un año menor que él, no debía mentir aquella chica cuyo nombre era Elena, era sumamente atractiva, la chica de los sueños de cualquier del instituto, su nerviosismo fue grande que en el momento del beso, pues, apenas sus labios se juntaron salió corriendo y fue directo al baño.

Al principio esa fue su teoría, que sus nervios lo atacaron y como un instinto esa fue su reacción, sin embargo, era todo lo contrario, pues simplemente no se plantaba la idea que no tenía aquellos gustos que los demás.

Cómo alguien de otro color en un mundo de negro y gris, el no se sentía listo de su salida del closet, pero, a los 18 años junto valentía y en medio de la cena navideña lo dijo, fue uno de aquellos momentos mágicos en dónde sus padres solo lo miraron y sonrieron.

  — Ya lo sabíamos mi amor, pero estamos felices de que nos los hayas dicho –hablaron sus padres para al final darle un gran abrazo.

Sus padres siempre fueron su mundo entero.

Diez días antes que decidiera morir, dirigiéndose nuevamente aquel parque de siempre, era pasado de las diez de noche, ese día se le había hecho tarde, corría lo más rápido que podía, a pesar de que nadie lo esperaba, siempre estaba a las ocho en punto en el mismo sitio, sin embargo, las clases había tardado más de lo esperado.
Su respiración agitada y las gotas de sudor eran visible en él, había corrido diez kilómetros de la universidad al parque que no noto que un chico que estaba en la misma banca en dónde se sentaba a platicar sus penas a la luna.

  —Ey!, ¿Qué haces aquí? – se atrevió hablar mientras señalaba al chico quien rápidamente volteo la mirada

  —¿Estoy sentando que no ves?–respondió de mala manera

 

—Es claro que estás sentado, ¿Acaso me crees ciego?, Esta banca es mía

  —¿Tuya?, ¿Acaso tiene tu nombre?, ¿Por qué no lo veo?

Soltó un suspiro y se sentó a su lado y como si no estuviera aquella presencia del chico desconocido, empezó con su plática de siempre con la luna, sintiendo de vez en cuando una mirada en él

  —¿Pero qué tanto me ves? – alzó una ceja mientras lo miraba

  —Eres un chico muy extraño, hablado a la luna, ¿Acaso eres un chico de la luna?
 
  —¿Chico de la Luna? – soltó una risita ante aquel apodo — Me llamo Ash, Ash Taylor

  —Soy Akihiro Suzuki , chico de la luna— soltó una risita mirando al rubio

Y esa noche Ash sonrió con nunca, claramente había recibido un castigo; pues el señor Tom no lo ayudo con los maestros que fueron a dar su recorrido, y en medio de su castigo
del día siguiente; con un rostro muerto en vergüenza, y sus manos temblando por el peso de los libros, se lo topó, con el chico que esa noche lo había hecho feliz.

  —Vaya, pero si es el chico de la Luna – Eiji lo miro mientras soltaba una risita tomando una foto

  —Soy Ash, ¿Puedes borrar esa foto? – lo miro molesto mientras apretaba su mandíbula

  —Mmmm, déjame pensarlo, no – soltó una risa burlona viendo el rostro rojo del pálido

Y así pasaron alrededor de 8 días, en dónde Ash se la pasaba todas las noches en el mismo parque junto a Eiji; quien había tomado el mismo gusto de contar a la luna sus problemas, porque desde aquel día se había vuelto inseparables.

Akihiro había  empezado a sentir algo más por aquel chico peculiar que en lugar de hablar con los demás prefería hablar con la luna todas las noches, como si fueran amigos de toda la
vida, pero no podía resistirse, Ash era un chico sumamente tierno, pero extraño, casi no hablaba de él y nunca se preocupaba por llegar tarde a su casa a veces se cuestionaba si alguien lo esperaba en su hogar, porque siempre sus bellos ojos azules brillaban apenas lo veía y hablaba con el de la escuela para al final decirle a la luna lo que pasaba Ash era un chico tan lindo y especial, era una lástima que solo quedasen 2 días.

1 día antes que decidiera morir, Eiji y Ash se encontraban en la misma banca mientras se reía de anécdotas de su pasado, ambos había descubiertos sentimientos que eran
mutuamente correspondidos, pero que no decían más; donde el único testigo era la luna que los escuchaba en la ventana de sus habitaciones

  — Ya es tarde, mañana tengo clases, debo irme Eiji — hablo el rubio mientras se acercaba dejando un beso en la mejilla del más alto

  — S-si, nos vemos Ash, mañana

3 horas antes que decidiera morir, esa noche a pesar de que había ido al parque y la noche parecía ser tranquila, en medio de la oscuridad y el brillo de la Luna, las gotas
comenzaron a caer en una lluvia silenciosa, Ash se sentó ante la ventana disfrutando de fresco viento mientras Miles de dudas surgían en su cabeza; miro la hora y sonrió… eran
las 11:56, se levantó y pese a la lluvia camino al puente cerca de los dormitorios a pesar de sus miedos solo una cosa sabía con certeza: no quería llegar al día siguiente.

Un mañana tan esperada, no llego un mañana, donde el sol se apagó ante los ojos de Akihiro, todo el país estaba en caos, nadie entendía por qué el chico de intercambio había decidido
acabar con su vida en aquel puente durante altas horas de la madrugada, nadie sabía de sus razones el chico no dejo ni una sola nota, no hubo despedidas, no hubo culpables, no
hubo un familiar que reclamará la búsqueda del cuerpo en el mar.

  —Al parecer finalmente estás con ellos… Incluso brillas más allá arriba Ash…- Susurro el joven japonés mirando la grande y redonda luna frente a sus ojos mientras ya hacía
sentado en aquella banca donde el chico rubio solía acompañarlo, en su lugar había un bonito ramo de crisantemos que el mismo se encargaba de cambiar apenas las flores se marchitaban –

  —Mi chico luna… Gracias por ser tan valiente…, gracias por enseñarme.. Que puedo amar de nuevo… Gracias por enseñarme… A amarte…. Pero perdón por no notar tus señales…-El
joven Susurro con gruesas lágrimas corriendo por sus mejillas mientras la luna empezaba a esconderse en las densas nubes –

  —Sé que no te gusta que llore… Perdón… No te escondas déjame verte… Solo quiero ir contigo… Quiero escucharte hablar… Quiero confesar todo aquello que tengo en mi
garganta, quiero confesarte el por qué mi corazón solía palpitar rápido contigo… Déjame confesar todo lo que siento… No te molestes… Déjame ser feliz contigo…. Déjame besarte
hasta que mis labios ardan, déjame entregarte todo este amor.

Tampoco nadie entendió el porqué el joven Akihiro había cortado sus venas en aquella banca, todos quedaron confusos al ver el cuerpo inerte del asiático con una sonrisa plasmada
mientras sostenía firmemente aquella navaja llena de sangre…, en aquel lugar poco transcurrido se había formado el eclipse solar más hermoso que cualquiera pudo haber
visto… Siendo transmitido en cadena nacional ante aquel suceso no programado, otros decían que había sido un pacto, parte de un ritual, o el fin del mundo, pero nadie de
verdad entiende aquel secreto guardado entre dos amantes que sin palabras y solos acciones juraron amor eterno y duradero…

Pero como siempre, nadie entendió el significado del verdadero amor entre la Luna y el Sol

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⏰ Última actualización: Dec 21, 2022 ⏰

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