Capítulo 38

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Maratón 1/2.


J

imena: Ay gracias – dijo abrazándola.


Abracé a Culebra, que rápidamente me correspondió el abrazo. Al apoyar mi cabeza en su hombro vi como Sandra, Alex y Leire también se estaban abrazando.


Rosa: Pero si es verdad. ¿Dónde voy a estar mejor que en Valle Perdido con vosotros?

Mario: Pues, eso es Rosa. ¿Dónde vas a estar tú mejor? Además que sabes que a nosotros nos tienes para lo que quieras. Pero para lo que quieras, lo que quieras.


Rosa se quedó mirando a Mario, mientras sonreía de forma que solo hacía cuando iba a pedir algo.


Mario: ¿Qué?

Rosa: Ay, pues que ya lo dices, como estaba empaquetando todo, no sabes lo bien que me vendría una mano para colocar cada cosa en su sitio.


Mario terminó asintiendo.


Rosa: Pero que buenos vecinos tengo. ¿Sí o no? – dijo mirando a Lucía, y ambas se guiñaron el ojo.


Me da que la pequeña Lu tiene algo que ver con todo esto, ya sé lo agradecería después. El resto de la tarde la pasamos juntos, y por la noche nos acostamos, mañana había clases.



---Al día siguiente---

Me desperté demasiado temprano, eran las 5 de la mañana. ¿Por qué me desperté tan temprano? Porque tenía sed, así que bajé a por agua a la cocina, y subí, pero al llegar a a habitación vi que Culebra estaba sentado en mi cama (como las noches anteriores), hiperventilando, asustado y sudando. Sin dudarlo, me puse a su lado.


Yo: Ey, ¿estás bien? 


Me miró, pero parecía que no me veía, tenía la mirada perdida.


Yo: ¿Estás bien? – repetí.


Esta vez pareció reaccionar, asintió y se lanzó a abrazarme. Obviamente le correspondí el abrazo, acariciándole la espalda y el pelo, pero seguía preocupada. Pasó un rato y estaba más calmado, pero seguía abrazándome.


Yo: Culebra, escúchame. No me importa que no quieras hablar de lo que haya pasado, pero solo dime si estás bien, por favor. 


Él solo asintió un poco. Suspiré y me separé un poco de él, agarrándole la cara con las manos.


Yo: ¿De verdad que estás bien? – repetí.


Él volvió a asentir, así que me adelanté y me senté apoyando la espalda en la pared, abriendo los brazos, él se apoyó sobre mi y me abrazó con fuerza, y yo le seguí acariciando el cabello. Hasta que sentí su respiración más acompasada y sabía que se había quedado dormido. Me quedé todo el tiempo hasta que fue la hora de levantarnos mirándolo. Cuando escuché jaleo en el pasillo, me acerqué a su oído.


Yo: Venga, dormilón, qué hay que levantarse ya.


Él solo apretó un poco más su agarre que tenía sobre mi y pasó de mi.


Yo: Venga, hombre. 


Se quejó con un ruido extraño, pero siguió sin levantarse ni despegarse de mí. 


Yo: Oye, que si quieres que me quede así más veces contigo, tendrías que levantarte ya, eh. O si no vuelves a dormir solito.


Se levantó de inmediato, haciéndome reír.


Yo: Buenos días dormilón – dije sonriendo.

Culebra: Buenos días – dijo enfurruñado, cruzándose de brazos – Es muy temprano.

Yo: No es tan temprano, y tenemos obligaciones que hacer – dije agarrándole la cara con las manos – Por si se te olvidaba es lunes, así que venga, a la ducha y a trabajar.


Bajó de la cama enfurruñado, y yo detrás de él, sonriendo. En el fondo era un niño pequeño, pero había que admitirlo, ese niño pequeño me tenía loca. Me vestí y bajé a desayunar. Subí a por la mochila y me encontré a Sandra, así que nos dirigimos juntas a las escaleras, pero terminamos bajando corriendo porque escuchamos gritos.


Mario: Pero ¿¡qué está pasando aquí!?


Culebra estaba frente a Ángel.


Ángel: Me estaba intentando ir, pero no me deja.

Los protegidos y tú (Actualizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora