- Vete de aquí, Sebastián.
Exijo.
• No.
Me recorre con la mirada, analizándome, lo que me hace temer y a la par sentir asco. Creía conocerle, pero ya no sé qué esperar de él.
• Te han sentado bien los años.
Tiro de las correas de mis niñas dispuesta a volver a casa y alejarme de él.
• Estas muy guapa.
Comenta en tono conciliador.
• Siempre lo has sido.
- ¿Qué pasa, te falló tu espía y ahora te piensas que haciéndome la pelota seré yo la que te dé la información que buscas?
Espeto llena de rabia.
• ¿Tenemos un hijo?
No se va con rodeos.
- Igual si me hacías esta pregunta hace seis meses en vez de mandar a Mateo a investigarme te contestaba, pero ahora no pienso decírtelo.
Me armo de valor y sigo mi camino, pero siento su mano tirar de mi brazo con fuerza.
- ¿Vas a pegarme?
Me enfrento a él, aterrada, pero sin demostrarlo. Danka se apega a mí, dispuesta a atacar si hace falta.
• No.
Me suelta.
• Soy yo. Me conoces perfectamente y sabes que jamas podría lastimarte.
Me río irónica. Cambió demasiado o nunca llegué a saber quién era.
• Necesito que me digas que fue de ese bebé del que me escribiste hace diez años, Malú.
Suspira.
• Por favor...
- Tendrás que contratar a alguien que haga mejor su trabajo.
Sentencio llena de rencor.
- Porque si lo que querías era hacerme daño, igual lo has conseguido.
Admito fingiendo una fortaleza que no poseo.
- Porque tu amigo podrá haberme llevado a la cama, pero no descubrir la verdad.
No pienso admitir que me enamoré de él. Puede que por su culpa ahora mismo Sebastián conozca muchos de mis secretos, pero este no.
• Nunca contesté a tus cartas porque te quería demasiado.
Se victimiza acortando la enorme distancia que mantenemos, apelando a los recuerdos, pero mi vagabundi ladra amenazante, devolviéndole a su sitio.
• Mis padres tenían todo para joderte la carrera.
- No me interesa escucharte, cabrón.
Le corto.
• ¿Tuviste a nuestro hijo?
Obedece, volviendo a preguntarme.
- No te lo voy a decir, pero si quieres te mando otra carta, con el número de un detective más profesional que el tuyo.
• Eres una niñata caprichosa.
Tendrá valor. Danka vuelve a ladrar.
• Lo voy a averiguar.
Promete.
• Y como esa criatura esté viva, te juro que jamas la volverás a ver.
Amenaza. Su voz tajante produce que vuelva a temblar, y haciendo caso por fin a mi pedido, se da la vuelta para marcharse, dejándome con el miedo arraigado en el pecho.
- Volvamos a casa, chicas.
Apuro nuestros pasos cogiendo a las más pequeñitas que no dejan de juguetear con unas ramas. Danka no se separa de mi, protegiéndome de él hasta que llegamos a casa, donde recupero un poco la calma al encontrarme en mi refugio, pero sin conseguir que se me vaya el mal cuerpo que me ha dejado el encuentro con Sebastián.
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Todos los secretos (Segunda parte)
RomanceUna historia en la que TODOS tienen algo que ocultar