nota: Cambié algunas (muchas) cosas del final!
No se oían voces, ni gritos o canciones.
Ya no se sentía la magia al recorrer las calles de Karmaland.
Algo se ha perdido, y sabe bien que es.
Estaba corriendo, todos a su alrededor lo hacían, no sabía a donde se dirigían, ni mucho menos que era lo que les iba a deparar el futuro.
Claro, si es que tenían uno.
El camino no fue incómodo, hubieron muchas risas de por medio. También una que otra historia compartida. La esperanza de vida se sentía en el aire, el ambiente era como si de un evento se tratase. Ninguno muy preocupado por el hecho de que justo arriba de ellos había una nave extraterrestre amenazando la vida de todos los que habitaban el planeta. Siempre con el pensamiento que todo se arreglara al final del día, que todo solo será un mal sueño y que todo volverá a la normalidad cuando el sol salga otra vez por este, iluminando su cielo como siempre lo ha hecho. Un nuevo día, nuevas aventuras, nuevas metas por cumplir.
Pero más de alguno estaba un poco más preocupado de lo normal, temiendo de verdad por su vida, aunque siendo consolado por el buen ambiente que habían formado todos.
Nadie temía realmente por su vida.
Cuando todos llegaron finalmente a su destino; dentro de una gran y larga cueva. Se reunieron en un círculo, esperando las instrucciones de Sapo peta para poder salvar Karmaland.
— CALLENSE TODOS Y ESCUCHEMOS A SAPO PETA, POR FAVOR, EH, QUE PARECEIS NIÑOS PEQUEÑOS. — Exclamó Vegetta, no le hicieron caso, como era de esperarse, pero al menos se calmaron un poco. Sapo peta uso una de sus varitas para que todos le prestaran atención, con tantos "monos" juntos no podía esperar menos. El semblante del moreno no era el mejor, parecía tener un conflicto interno, parecía estresado.
Esto preocupó a algunos de los chicos, pero no tanto como para preguntar. (tampoco querían ser golpeados por un rayo al interrumpirlo.)
Sapo peta suspiro levemente antes de hablar. — Chicos... Lo siento, pero. — Hizo una pausa. — No hay manera de salvar Karmaland. Los he traído aquí para salvaros a vosotros. Este lugar es parcialmente impenetrable a los ataques alienígenas. Pero no del todo. — Estaba un poco apenado, su poder no podía hacer nada contra ellos. Había intentado múltiples veces buscar alguna solución, pero acabo como empezó; en nada.
El ambiente cambió drásticamente, no era como fue hace unos pocos minutos. Se sentía pesado, preocupado. Algunos compartieron miradas asustadas, otros simplemente se quedaron pasmados, sin lugar al que mirar, sin lugar al cual aferrase.
Quackity tragó profundo y se fue del círculo que habían creado. Dirigiéndose directamente a la entrada de la cueva, encontrándose nada más, ni nada menos que con una gran pared de piedra impidiendo incluso la entrada de aire al lugar en cual estaban.
Él azabache no estaba aterrado, ha estado cerca de la muerte innumerables veces. Pero nunca ha un paso, nunca como hoy. ¿Debería llorar por su vida? ¿Pedir perdón a quienes dañó? ¿Debería actuar como si nada? No sabía que hacer en estás situaciones, ni mucho menos sabría que decir para aligerar el ambiente.
Luego escuchó como todos volvían a hablar como normalmente, como si la muerte no estuviera a solo un respiro de distancia, unos pocos minutos de vida y ahí estaban, riéndose.
Y estuvo unos segundos procesando eso, hasta que finalmente lo entendió.
¿Para qué deprimirse?
¿Para que pasar sus últimos minutos llorando y arrepintiéndose cuando podrían hacer lo que siempre han hecho?