Yvonne
No sé cuánto tiempo pasa, tampoco me importa, la vida dejó de tener ya sentido para mí, ojalá me muera ahora, no sufriré más, no me voy a quedar seca llorando como ahora y sola porque ya no quiero ver a nadie, ni que me toquen.
A la única persona que he amado con locura, ya la perdí, ¿Entonces para que estoy respirando?
Estoy sucia, huelo mal, no soporto el recuerdo de sus manos, de su asqueroso cuerpo sobre mí, termina cuando los efectos de lo que regó por la casa empiezan a pasar, ni así siento algo de calma.
Lo que me azora es mucho peor, el asco que siento por mí misma es más del que puedo soportar.
—Ahora eres mía por completo, hermanita —sigue torturándome —. No habrá un solo día de tu vida que no me recuerdes.
Ya no puedo hacer nada, no hablo, se me fueron las ganas de todo.
Me duele más el alma que los golpes que me dio o esa zona que ni siquiera la quiero nombrar. Se sintió de lo más repugnante.
El grito de una tercera persona ni siquiera me espanta, es Ofelia que llega a trompicones, casi cayéndose, deduzco que fue capaz de dormir a su propia tía para conseguir la gran hazaña que hizo conmigo.
Debe considerarse un asesino, ni siquiera pestañeo.
—¡¿Qué hiciste, Joe?!
Se cae varias veces antes de llegar a donde estoy, me mueve, porque yo no lo har, ya no siento vergüenza porque no valgo nada.
—Ella me provoco —acusa.
Las victimas siempre somos las culpables.
—No vales nada, Joe, eres un enfermo —le arroja la lampara, ni por eso me inmuto.
Solo puedo pensar en Essoh y mientras lo hago me llegan imágenes de el mirándome con asco. Teníamos planes, yo soñaba con ese momento entre él y yo y el hogar que construiríamos juntos, esa familia.
Algún día me iría de aquí y yo sería la más feliz, viviríamos en Mahud.
—Tú no te metas, eres solo una sirvienta.
Ya no tengo fuerzas para interceder por ella, ni por nadie más.
Tan solo unos minutos cambiaron mi vida para siempre.
Necesito morir, dejar de respirar, porque solo se reproducen los recuerdos de lo que me hizo.
Una cuarta persona ingresa mientras Ofelia todavía débil por los efectos de lo que sea que le dio, me envuelve en una sábana.
Es mi madre, quien se vuelve loca interpretando lo que pasó. Soy solo un vegetal que mueven al antojo de otros, no escucho a nadie y es como si mis deseos de irme se hicieran realidad, porque todo queda oscuro, mis ojos y mis oídos se cierran. Espero que para siempre.
No sé dónde estoy, ni a donde me llevan, lo único que puedo recordar es mi entrepierna llena de sangre y de dolor. Las constantes imágenes no se alejan, siguen torturándome aun en el vacío que me encuentro.
¿Cómo puedo amar si me convirtieron en esto? Alguien sin rumbo, sin ilusiones, incapaz de pensar y de ver tras los muros de mi propia soledad y oscuridad.
Es ese momento donde tienes la certeza de que tu cuerpo ya no tiene ningún valor, porque lo tomaron de esa manera tan sucia y no te pudiste defender.
Para mi desgracia despierto, veo la luz sobre mi cabeza, no sabiendo donde estoy por lo desorientada, ni qué hora es, parece que ya transcurrió un día. Miro alrededor sin pronunciar una sola palabra, hasta que noto que estamos en Cambridge en la antigua residencia de los Hamilton.
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