Prólogo "Sueños"

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Cuando era niño, como la mayoría de nosotros, tuve más de un sueño extraño, de los cuales solo recuerdo unos cuantos flashes

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Cuando era niño, como la mayoría de nosotros, tuve más de un sueño extraño, de los cuales solo recuerdo unos cuantos flashes. Siendo un soñador lúcido, sabía cuando mis pesadillas eran sueños, pero estar consciente de ello no significa que fueran menos terribles.

Aunque los buenos sueños se añoran como aquellos recuerdos de la infancia, las pesadillas son más angustiosas. Me recuerdo corriendo o con extremidades arrancadas, dejando a mi paso mis tripas en el pavimento mientras me arrastraba visceralmente, gritando "¡Despierta, despierta!" para solo cerrar los ojos y, al abrirlos, estar en mi dormitorio sin poder moverme por minutos que parecían horas, hasta finalmente levantarme de golpe, como si algo que tenía encima se fuera de repente... y volver a dormir.

La experiencia la repetí muchas noches, pero de todas ellas, la más extraña y que aún recuerdo, aunque vagamente, es una en la que corría. Estaba cansado y tenía la urgencia de decirle algo a alguien, pero no recuerdo a quién ni qué. Tenía la garganta seca, y mi lengua se sentía como si me la estuviera mordiendo, seca y con dolor, pero mi mandíbula estaba engarrotada y no podía abrirla, por más que intentaba. Corría a través de un pasillo con el frío sudor recorriéndome el cuerpo y un escalofrío en la espina dorsal. El pasillo era largo, tan largo, que cada vez que creía que llegaba a la puerta de salida, al abrirla, siempre había una puerta más enfrente. Cada vez que abría una puerta, entraba a un lugar diferente: mi vieja guardería, una piscina, un valle con pasto verde lleno de casas amarillas que no dejaban de repetirse. Lugares comunes, pero deteriorados. Aún persiste en mi subconsciente algo del olor a humedad. Hasta que llegué a ese cuarto con el "papel tapiz amarillo" con unas luces cegadoras directamente en mi rostro. Pero al entrar, ya no estaba más en un pasillo, sino en una habitación grande y sin puertas. No tener un lugar adónde ir rápidamente me invadió un sentimiento de pavor, así que quise regresar a la habitación anterior, pero al girarme, la puerta ya no estaba. Detrás mío, donde alguna vez estuvo la puerta que ahí me trajo, solo quedaban más laberínticos pasillos no lineales. Avancé con dificultad para respirar y con la lengua morada y fría, pero no llegaba a ningún lado. Siempre parecía estar en el mismo lugar.

Luego desperté.

Tuve muchos otros sueños extraños durante mi niñez, sueños que repetí hasta aprenderlos de memoria, pero este en específico, el único que me hizo dudar si siquiera era un sueño, nunca lo repetí.

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