Al salir de la universidad siento como el frío de Enero me cala los huesos. Me dirijo al parking para montarme en mi pequeño golf negro, no tengo mucho dinero y la verdad es que el negro para un coche es bastante sucio, pero me lleva y me trae, que es lo que importa. Busco y rebusco en mi mochila y en mis bolsillos sin conseguir encontrar las llaves del coche, por lo que vuelvo de nuevo al aula por si se me han caído al sacar los apuntes. Al entrar veo por primera vez la clase vacía, normalmente estamos aquí unas cuarenta o cincuenta personas. Busco mis llaves hasta que las encuentro debajo de uno de los calefactores.
Me dispongo a volver de nuevo al coche cuando alguien me llama.- ¡Vera! Un momento porfavor. Me gustaría comentarte una cosa.
Era mi profesor de Sociología, Domingo. Es un hombre un poco torpe pero se nota que sabe muchísimo y que le encanta su trabajo
- Perdón por molestarte a estas horas, son las siete de la tarde y ya es de noche pero me gustaría preguntarte cómo llevas el trabajo del seminario anterior.
Mal momento para que me pregunte eso porque ni siquiera lo he empezado.
- Bien profesor... –Por su cara puedo intuir que ha notado algo en mi expresión y me da miedo que note que algo va mal. –Llevo poco porque estoy buscando artículos, pero dentro de lo que cabe lo llevo bien.
- Bien Vera –Esboza una pequeña sonrisa– Si tienes algún problema ya sabes que puedes pedirme tutoría o mandarme un correo siempre que lo necesites – Me toca el hombro a modo de despedida.
– No dude que lo haré Domingo, gracias.
Sigo mi rumbo hasta mi pequeño golf. La verdad esque la interrupción del profesor no me ha molestado, pero no me gusta conducir con tanta oscuridad. Llegó a casa y me dispongo a ducharme con agua ardiendo y a lavarme el pelo, seguidamente cojo mi neceser de maquillaje y empiezo a aplicarme la base. Siempre me ha encantado maquillarme, si no voy con mi eyerliner siento mi ojo como vacío. Cuando ya estoy preparada, aunque aún en pijama, llamo a mi amiga Julia para convencerla de tomarnos unas copas. Normalmente no quiere porque ahora hace mucho frío, pero cuando llega el Viernes siempre me gusta pasar un rato acompañada de mis amigas con un buen cocktail.
– ¿Ya vas a hacer de las tuyas para que salga? –Me coge el teléfono riéndose mientras habla, me conoce perfectamente.
– Julia, es Viernes y llevo toda la semana encerrada en la facultad, que te cuesta. – Se lo digo con un tono de voz más dulce, para llevármela a mi terreno.
Después de unos segundos en silencio se dispone a contestarme.
– Está bien, pero no me voy a arreglar mucho, que me da pereza.
– Te como la cara guapa – Nos empezamos a reír como locas – Venga que a la primera invito yo.
– No se hable más, en veinte minutos en tu puerta.
No me deja ni que le conteste porque enseguida me cuelga.
Abro el armario y cojo un top pegado de manga larga, un vaquero y unos botines de tacón de cuero negros para ponerme.
Media hora después bajo a mi portal y cómo no Julia no está, las dos siempre llegamos tarde a todos lados.– ¡Eh! – Grita desde lejos para avisarme de que ya está ahí.
– ¡Venga que llevo esperándote desde hace diez minutos! – miento – Venga que ya mi cuerpo me pide una copilla.
Nos dirigimos a un pub llamado Ave María. Al andar por la calle noto algunas miradas hacía nosotras, pero nada de extrañar, porque la verdad esque tanto Julia como yo somos mujeres muy llamativas. Julia tiene el pelo por el hombro con un corte perfecto, de color rojo sangre y ojos rasgados de color miel. Yo tengo el pelo largo, por debajo del pecho, de color rubio ceniza. Siempre me han dicho que mis ojos son un poco intimidantes porque son muy grandes y casi negros. Mis piercings y dilataciones en las orejas tampoco pasan desapercibidas ante la gente, por eso no me extraña nada que se nos queden mirando.
Cuando entramos al local puedo reconocer el aroma a canela que siempre desprende. Las paredes están llenos de portadas de discos antiguos y el techo de espejos.– Un gin tonic de beefeater y un Barceló cola por favor – Pide Julia al chico de la barra con un tono que demuestra perfectamente las intenciones que tiene mi amiga. El hombre no responde pero se nota que se ha incomodado, porque se ha puesto un poco colorado y se ha rascado la nuca.
– Aquí tiene... ¿Necesita algo más? ¿Unos frutos secos por ejemplo? – Parece que ha surgido efecto la estrategia de Julia porque al volver con las copas parece mucho más seguro de sí mismo y directo al grano.
– ¡Pero bueno por quién me tomas! ¿Tan vieja te parezco para llamarme de usted? –Se ríe mientras le pega un buen trago a su Gin tonic.
– No era mi intención... – vuelve a empequeñecerse, seguro que cree que la ha liado o algo, pero yo sé perfectamente que Julia es así, muy sinvergüenza.
– Anda no te sientas culpable que era coña – vuelve a reír – Tengo 22 años y me llamo Julia, te lo digo por si quieres cambiar el usted por mi nombre ahora que lo sabes.
– Yo soy David, y es gracioso pero te saco unos pocos años, alomejor la que me tienes que llamar de usted eres tú.
Se ríen los dos. Parece que la llama del amor se ha encendido. Amor o calentón por las horas que son. La verdad esque el chico es muy atractivo, ojos verdes, pelo largo y castaño recogido con un moño. Con el uniforme ceñido que lleva se puede notar que es un chico musculoso y que va al gimnasio, en el brazo derecho tiene un tatuaje que parece ser un dragón chino.
– Bueno no quisiera interrumpir pero en algún momento habrá que pagar – Digo con gracia – ¿Que te debo David?
– Nada. A esta invito yo.
Me presento yo también y nos quedamos hablando con el camarero durante dos horas. El va y viene porque tiene que atender a todos los clientes, pero no pierde en ningún momento el hilo de la conversación.
– ¡Pero bueno hijo de puta! – se acerca un chico y saluda a David – Anda que avisas de que hoy currabas.
Madre mía con el chico. Tiene pinta de tener unos 27 años. Es rubio con una barba perfectamente perfilada, ojos marrones y un nostril en la nariz.
Se dá cuenta de que me he quedado mirándole, porque antes de dejar que le responda su amigo David gira los ojos hacía mí.– ¿Te conozco?
– ¿Te gustaría?
Veo que el chico se sorprende, pero al contrario de lo que me esperaba se le dibuja una sonrisa en la cara. Nunca suelo ser tan directa, pero ya llevamos dos horas aquí y me ha dado tiempo a tomarme tres copas y un chupito. Lo siento querida, pero tienes que empezar a beber menos.
– Eso depende – Me dice sin dejar de sonreír.
Su sonrisa es pícara y me deja ver sus dientes, todos perfectos y totalmente blancos.
– Solo era una pregunta amigo – le pego en el hombro con suavidad – Parece que hoy es el día de "ven a beber y haz amigos", porque llevamos aquí dos horas ya hablando con tu amigo David.
– ¡Pero bueno David! ¿Cómo te callas tanto cabrón?
Todos nos reímos al unísono. Me lo estoy pasando realmente bien esta noche y sé que Julia tampoco se arrepiente de salir.
Resulta que el nuevo chico rubio se llama Raúl, es muy simpático y hablo largo y tendido con él.– ¿Estudias o trabajas?
– Estudio Magisterio en la facultad, la super seño me dicen.
Se ríe ante mi intento de ser graciosa. No se si se ríe porque le ha hecho gracia verdaderamente o por darme el gusto, pero si es por lo segundo se lo agradezco.
– Me gusta. Yo acabé ya la carrera de Administración de empresas y ahora estoy acabando el máster.
– Uhh, así que me encuentro ante un hombre de negocios – Digo con un tono burlante – Yo soy muy buena negociando.
Me toca el muslo y se acerca más a mí. La tensión sexual se nota, pero no sé hasta donde quiere llegar él.
– ¿Ah sí? ¿Hasta para convencerme de algo?
Su mano se mueve sobre mi muslo posandola en el lateral de mi cadera.
– No tengo que convencer a nadie de nada. En todo caso tú eres el hombre de negocios. – Digo en un tono bajo, puedo sentir como se le eriza la piel.
En ese momento me levanto para dirigirme al baño, no sé si vendrá detrás mía o no. Eso está por ver.