| Capítulo 1 |
El sonido del viento contra la ventana hizo que Takemichi levantara la cabeza de la labor que lo había tenido concentrado hasta hacía un momento. Observó a los árboles que eran movidos por la fuerte brisa primaveral. Se quedó mirándolo por un largo segundo; el viento, al fin y al cabo, era símbolo de cambio en su poblado. No le prestó mucha más atención y volvió a su labor anterior, a asegurarse que su burra procediera bien para trabajar el trigo.
Takemichi había sido criado únicamente por su abuelo, ya que una epidemia se llevó a sus padres cuando él no era más que un niño. Desde entonces, había crecido para ser introducido a la labor familiar que por generaciones la familia Hanagaki había llevado a cabo en el poblado, de lo cual ahora se encargaba solamente él desde que su abuelo había fallecido hacía unos pocos años. Así, él hacía la harina en su molino de viento familiar, la que diariamente llevaba de madrugada a las panaderías de pueblo, para que todos los vecinos tuvieran pan por la mañana.
Se llevó la mano a la frente, dispuesto a secarse la capa de sudor que se le había acumulado por el trabajo duro; por hoy, ya había terminado con su trabajo. Después, se quitó el delantal y volvió a mirar por la ventana para observar el movimiento de las hojas al viento. Su reflejo en el cristal llamó su atención.
Tenía una cara pequeña y bastante delicada, aunque a él realmente nunca le había gustado demasiado. Sí le gustaban, al contrario, sus ojos grandes y azules, ya que le recordaban a los de su abuelo. Su pelo era corto y rubio. Lo tenía ligeramente rizado, pero él gustaba de usar una mezcla casera que hacía con savia y otras sustancias vegetales para recogérselo en un peinado especial. Sus amigos solían burlarse de su apariencia, pero Hina, al contrario, solía decir que era genial. Sonrió ensoñadoramente al recordar sus palabras dulces, al menos hasta que notó los restos de harina que se había dejado en la frente y se los quitó, avergonzado de su torpeza.
A sus 17 años Takemichi seguía manteniendo casi la misma apariencia de su yo preadolescente, teniendo unos rasgos aniñados que difícilmente la madurez corporal cambiaría mucho, un rasgo típicamente Beta que todos los aldeanos compartían. Además, no solo su apariencia, sino que su actitud también seguía siendo torpe y juvenil, y sus amigos cariñosamente siempre le decían que era un bebé llorón empedernido, algo que nunca cambiaría.
Resopló para sí mismo, rodando los ojos mientras salía del molino con una pequeña bolsa de harina echada sobre el hombro. Tenía que llevar un saco extra a la casa del alcalde, porque había sido notificado de que su querida hija Omega había sido atacada por un celo inesperado, y necesitaban provisiones para los siguientes días. Takemichi había preparado un extra sin problemas para la pobre chica que, por lo que tenía entendido, de veras lo necesitaría.
No sabía mucho de Alfas y Omegas; es más, nadie entendía muy bien las dinámicas de los subgéneros raros que a estas alturas parecían más leyendas que realidades.
Era de sabiduría común que, aunque aquellos Alfas fuertes y dominantes y aquellos Omegas dulces y decididos de los cuentos de hadas existían, eran una rareza digna de ser considerada tesoro. Es más, en toda su aldea solo había una única Omega, esa que, según los rumores, recibía una y otra vez cartas de propuesta de matrimonio de señores feudales y reyes de otras partes de estas tierras. Takemichi no era muy listo, pero entendía que, al ser un número tan extremadamente reducido de la población, aquellos no Betas eran considerados un bien preciado y codiciado. Lo sentía por la pobre hija del alcalde, que siempre había parecido tan cohibida por todos estos temas.
Entregó el saco en la pequeña casa-torre que pertenecía al alcalde, y siguió derivando en pensamientos sobre los subgéneros.
Todo el mundo, al nacer, veía la luz del día marcado por olores que los identificaban como Alfa, Beta u Omega. Todo el mundo en la aldea de Takemichi, toda su familia y él mismo, desde mucho atrás en el tiempo, habían seguido la lógica general de ser Beta. Takemichi no entendía mucho de estas cosas, pero parecía ser que en todas las tierras ocurría lo mismo. Eso, según ha escuchado por mercaderes ambulantes, creó que desde hace ya tiempo, cuando un Alfa u Omega nace en una familia sin cierto poder, sean fácilmente dados caza para diferentes propósitos. No sabía los detalles pero sí entendía que debía ser difícil ser diferente en un mundo Beta.
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El cielo en tus ojos | AllTake
FanfictionTakemichi es un pueblerino Beta, que tiene una vida normal, hasta que un día un incidente le hace correr al bosque. Allí se encontrará con Mikey, un imposible caso de Alfa Dominante. En ese encuentro algo cambió en Takemichi. Así, cuando vuelve en...