Parte Única

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Un día más, una día más después de la desaparición de sus amigos, mentiría si dijera que se a acostumbrado, no lo a hecho, el pánico que sintió cuando no encontraba a ninguno se sentía de película. Nada parecía real y todo fue peor cuando el rumor llegó a oídos de los karmaladiences.

"¿Qué pasó con los 9 héroes de Karmaland, que habían sido elegidos por los dioses?"
Habían desaparecido sin dejar rastro, solo quedaba él, solo él, dirigiendo un caótico pueblo que se regia por lo cambiante que podía ser.

La tarde ya se está asomando dejando paso a las frías brisas que chocaban con su rostro. Se había pasado la tarde visitando las casas de su amigo, manteniendo el control de la salvaje naturaleza para que no invada sus moradas; le gusta pensar que tal y como desaparecieron volverían y encontrarían sus casas tal y como las dejaron. A excepción de la casa de Willy, ahí había colocado un par de minas en su invernadero, que siempre paraba destruida por las jugarretas de él y sus compañeros; también estaba la puerta de Vegetta, que encontrarlo en pie era un milagro pues siempre era volado por los aires cabreando de sobre manera al amante del morado, así siempre fue, pero por ahora sería un recuerdo de muchos, que paso con todos en Karmaland.

Era la última casa en visitar, se encontraba en la sima de una colina y al pie de esta, estaba su antigua casa, que daba un aspecto deplorable por el tiempo que no vivía ahí. Su antigua casa no era la razón de estar ahí, la razón era la casa de su vecino.

El chico de cabellos castaños, alto y de tes acanelada con diminutas pecas poco visibles, que solía apreciar y contar cuando miraba con detenimiento su rostro, unos ojos rojos, asemejando dos rubíes que podían invadir y analizar con profundidad todo de ti, sin darte oportunidad de esconder tus oscuros secretos. Así recordaba a su vecino, así veía a su niño, que apesar de todos los problemas que surgía en su amistad, volvían a estra juntos.

Estaba paseándose por los alrededores de la casa, cada lugar tenía un significado, por ahí podía ver la plataforma de boxeo donde hubo algunos enfrentamientos "amistosos", más allá estaba aquel lugar donde cuidaron los huevos de chocobo, la montaña rusa...todo, todo estaba ahí en sus pensamientos, en su corazón, reproduciendo una y otra vez la sonrisa risueña de su niño.

Regresaba por sus pasos, bajando los escalones colina abajo, se hiba marchar a su casa pero algo lo detuvo en seco, ¿Qué era aquello que lo inquietaba?. Se sentía extraño, los nervios inundaban sus sentimientos, comenzaba a inquietarse y como si estuviese buscando algo a lo lejos, dirigió su atención al cartel de Karmaland. Algo ahí lo estaba llamando, él lo sabía.

Ya no eran pasos rápidos, él estaba corriendo, necesitaba llegar lo más rápido posible, necesitaba ver que era lo que lo estaba poniendo de esa forma. Sin darse cuenta ya estaba en el primer escalón, se dio un tiempo para poder tranquilizar su respiración, su pecho subía y bajaba mientras jadeaba como reacción.

Ya esta listo para subir las escaleras cuando escucho voces, no eran voces cualquiera, puedo reconocer la mayoría de ellas, pero solo 4 le eran desconocidos, sus amigos estaban de vuelta, habían regresado y al parecer trajeron nuevas personas, estaba por subir a recibirlos pero algo le helo la sangre, aquella voz, esa risa, era él, claro que si, como se podía olvidar de la voz de su ser especial.

...

Todos lo miraban con curiosidad, a excepción del híbrido de oso. Él estaba parado enfrente de las 12 personas, de los cuales 4 eran nuevos y parecían fascinados con el entorno que les rodeaba.

-Estan de vuelta...por fin han vuelto- Lo último lo dijo en susurro, pues no lo podía creer, eran ellos, estaban de vuelta y se les veía bien.

Siguió avanzando entre sus compañeros y ahí lo vio, era Luzu, se veía igual de lindo, todo parecia surrealista, ¿Acaso era un sueño esto?, ¿Cuándo tocase a Luzu despertaría?. No lo sabía pero que todo esto sea un sueño le afligida el corazón.

Con miedo se acercó más, sus manos temblaban, pero de igual forma las alzó para poder tomar su delicado rostro entre sus manos, sus hermosas pecas seguían ahí, sus ojos eran igual de cautivadores como lo recordaba. Aquello no era un sueño y eso lo agradecía, no soportaría despertar y que todo aya sido parte de su solitario subconsciente.

Todo esto ocurria bajo la atenta mirada de los presentes que observaban en silencio a excepción de un "niño" que parecía querer hablar pero Rubius le había tapado la boca, dejando eso de lado, el resto les prestaba atención a ellos, pero poco le importaba a él que con delicadeza apego su frente contra la de él y cerró sus ojos. Se sentía en paz, todo gracias a la presencia de él castaño, que ahora estaba a su lado después de mucho tiempo.

-Luzu mi niño, has vuelto, ¿Dónde has estado bombón?- Estaba tan feliz de poder usar aquel apodo en el castaño. Alejo un poco su rostro y pudo notar los nervios en él, una leve coloración en los mofletes producto de la vergüenza.

Todo estaba llendo bien, pero algo lo desconcertó, Luzu se había separado de él, dejando más espacio entre sus cuerpos.

-Disculpa, pero...- Evitaba mirarlo, estaba meditando sus palabras, al parecer buscaba las palabras adecuadas para hacer saber su nerviosismo hacia él. Dejando el suspenso de sus palabras, estaba por terminar la frase incompleta sintiendo un nudo en su garganta. -¿Nos conocemos? -

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𝙃𝙖𝙨 𝙑𝙪𝙚𝙡𝙩𝙤 ─── ʟᴜᴢᴜᴘʟᴀʏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora