Castigo

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Aquel golpe casi le hizo perder el conocimiento, sin embargo, logró mantenerse en pie gracias al tocador de su habitación que evitó la caída causando una gran sacudida. Su nariz había sangrado desde el primer golpe y ahora, el labio roto le hacía compañía, junto con los moretones que se iban sumando a la golpiza que Timoteo había comenzado apenas escucho lo ocurrido en la enfermería cuando volvió días después del incidente.

Fiore sentía todo su cuerpo adolorido y ni así se arrepentía de la decisión tomada. Soportaría cada golpe con entereza así terminará completamente rota.

—Un hombre muerto y dos no aptos para hacer su trabajo. —Escupió su marido remarcando cada palabra con un golpe en su rostro. Fiore ni siquiera hacía el amago de cubrirse sabiendo que eso solo lo enfurecería más—. Actualmente tenemos una pequeña crisis de reclutas y tu vas e incapacitas a tres, ¿como planeas reemplazarlos? ¿Acaso irás tú a hacer su trabajo?

—No me arrepiento de lo que hice si es lo que quieres. —Logró soltar escupiendo en el suelo la sangre que escapaba de su boca.

—Sé que no lo haces. Eres la persona mas terca que conozco, pero bien te convendría pensar las cosas antes de hacerlas. —Dijo sosteniéndola del cabello para mirar su rostro antes de volver a golpearla haciéndola caer al suelo y volver a sostenerla del cabello pegando su rostro con el suyo—. No quiero volver a tener que hacerte esto, así que más te vale haber aprendido tu lección.

—¿Lastimaste a Donna? —Cuestiono ya que no sabía de ella desde el comienzo del día y temía que Timoteo le hubiera hecho algo.

—¿Por qué lo haría? Ella solo demostró ser muy buena cumpliendo órdenes y aún más acabando con alguien sin dudarlo. Ahora mismo está en un trabajo.

—Ella es mí guardaespaldas. —Dijo con trabajo.

—Lo es, pero en este momento no la necesitas. Estoy yo para protegerte.

Un último golpe al costado de su cabeza la dejó casi inconsciente y solo pudo ver los zapatos de su esposo caminar hacia la puerta de la habitación para salir de ahí, podía ver los nudillos ensangrentados del hombre, empapados por la sangre de su propia esposa.

Fiore no era capaz de levantarse, todo su cuerpo le dolía e incluso le molestaba respirar, por lo que optó por quedarse en el suelo hasta juntar las fuerza de arrastrarse al baño y limpiar de su rostro todo rastro de sangre.

Las cosas habían mejorado para ella los días antes del regreso de su marido. La mayoría de los hombres comenzó a respetarla temiendo terminar como sus compañeros que aún continuaban en la enfermería. Incluso aquella chica por la que esos tres fueron castigados, se notaba un poco más tranquila aunque en ocasiones solía sobresaltarse por cualquier pequeño ruido.

No supo si se quedó dormida o por fin había perdido el conocimiento, pero la voz de Donna comenzaba a filtrarse por sus oídos de manera ahogada.

—Señora, despierte. Por favor hágalo. —Logró entender después de unos largos segundos. Abrió los ojos encontrándose con la mirada preocupada de la chica castaña quien parecía haber corrido por toda la mansión antes de llegar ahí.

—Estoy despierta. —Trato de bromear arrancando un suspiro de alivio de Donna quien, sin moverla, comenzó a revisar su cuerpo en busca de heridas graves.

—Si hubiera estado aquí, esto no habria pasado. —Se regaño casi obligándose a mantener un semblante tranquilo, pero en su estado de semiinconsciencia, Fiore notaba como Donna luchaba con el impulso de ir tras su jefe y castigarlo por lo que había hecho—. ¿Puede levantarse? Así puedo ayudarla a llegar al baño.

—Mejor solo déjame aquí, puede que la muerte al fin se apiade de mí y me deje ir. —Musitó sintiendo como la incosciencia trataba de volver a apoderarse de ella.

Ave Enjaulada (Placeres Desconocidos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora