1.Los dos mundos

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                                                                    cantidad de palabras:4142




Comienzo mi historia como un acontecimiento de la época en que yo tenía diez años e iba al Instituto de letras de nuestra pequeña ciudad.

Muchas cosas conservan aún su perfume y me conmueven en lo más profundo con pena y dulce nostalgia; callejas, casas, rostros, habitaciones llenas de acogedor y cálido bienestar, habitaciones llenas de misterio y profundo miedo a los fantasmas. Olores a cálida intimidad, a conejos y a criadas, a remedios caseros y a fruta seca. Dos mundos se confundían allí : de dos polos opuestos surgían el día y la noche.

Un mundo lo constituía la casa paterna. Este mundo me resultaba muy familiar: se llamaba padre y madre, amor y severidad, ejemplo y colegio. A este mundo pertenecían un tenue esplendor, claridad y limpieza; en él habitaban las palabras suaves y amables, las manos lavadas, los vestidos limpios y las buenas costumbres. Allí se cantaba el coral por las mañanas y se celebraba la navidad. En este mundo existían las lineas rectas y los caminos que conducen al futuro, el deber y la culpa, los remordimientos y la confesión, el perdón y los buenos propósitos , el amor y el respeto, la biblia y la sabiduría. Había que estar dentro de él para que la vida fuera clara, limpia, bella y ordenada.

El otro mundo, sin embargo, comenzaba en medio de nuestra propia casa y era totalmente diferente: olía de otra manera, hablaba de otra manera, prometía y exigía otras cosas. En este segundo mundo existían criadas y aprendices, historia de aparecidos y rumores escandalosos; todo un torrente de cosas terribles, atrayentes y enigmáticas , como el matadero y la cárcel , borrachos y mujeres chillonas, vacas parturientas y caballos desplomados; historias de robos, asesinatos y suicidios.

Todas estas historias hermosas y terribles, salvajes y crueles, nos rodeaban; en la próxima calleja, en próxima casa, los guardias y los vagabundos merodeaban, los borrachos pegaban a las mujeres; al anochecer las chicas salían en racimos de las fabricas, las viejas podían embrujarle a uno y ponerle enfermo; los ladrones se escondían en el bosque cercano, los incendiarios caían en manos de los guardias. Por todas partes brotaba y pululaba aquel mundo violento; por todas partes excepto en nuestras habitaciones , donde estaban mi madre y mi padre. Y estaba bien que así fuera. Era maravillosos que entre nosotros reinara la paz, el orden y la tranquilidad; y también era maravillosos que existiera todo lo demás , de lo que se podía huir en un instante, buscando refugio en la madre.

    Y lo más extraño era cómo lindaban estos dos mundos, y lo cerca que estaba el uno del otro. Por ejemplo,nuestra criada Lina, cuando por la noche rezaba en el cuarto de estar con la familia y cantaba con voz clara, sentada junto a la puerta, con las manos bien lavadas sobre el delantal bien planchado, pertenecía enteramente al mundo de mis padres. Pero después, en la cocina o en la leñera, cuando me contaba el cuento del hombrecillo sin cabeza o cuando discutían con las vecinas en la carnicería,era otra distinta: pertenecía al otro mundo. Y así sucedía con todo; y más que nada conmigo mismo. Sí, yo pertenecía al mundo claro y recto, era el hijo de mis padres; pero a donde quiera que dirigiera la vista y el oído, siempre estaba allí lo otro, y también yo vivía en ese otro mundo aunque me resultara a menudo extraño y siniestro.   


De vez en cuando prefería vivir en el mundo prohibido, y muchas veces la vuelta a la claridad, aunque fuera muy necesaria y buena, me parecía una vuelta a algo menos hermoso, más aburrido y vacío.

Aveces sabía yo que mi meta en la vida era llegar a ser como mis padres, tan claro y limpio, superior y ordenado como ellos; pero el camino era largo, y para llegar a la meta había que ir al colegio y estudiar, sufrir pruebas y exámenes;y el camino iba siempre bordeando el otro mundo más oscuro, a veces lo atravesaba y no era del todo imposible quedarse y hundirse en él. Había historias de hijos perdidos a quienes esto había sucedido, y yo las leía con verdadera pasión.

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