Capítulo 40

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Yo no amo, yo no lloro


Lara Seiler García.

(Antes de que Marian y Keven fueran a su casa)

El dolor desgarrante en la garganta de Lara, le hacía tragar saliva a cada segundo que pasaba en la habitación oscura.

No sabía si lo que olía mal era el lugar o era su fragancia a rosas mezclada con el sudor que le goteaba del rostro. Habían pasado horas que estaba allí sentada y atada a la silla.

Y aunque su cuerpo gritara por agua, se moría de ganas por mear.

"¿Todavía era noche? ¿Se habían dado cuenta que desaparecí? ¿Guillermo me estaba buscando?" pensó

Ya no soportaba mirar hacía los lados y no poder ver nada así que cerraba los ojos e intentaba respirar hondo para calmar su interior que parecía ahogarse en un mar de angustia y ansiedad.

—Alan... hijo de puta —Se lo repetía para mantenerse despierta y alimentar su rabia, estaba segura de su participación en eso y lo mataría cuando lo encontrara.

El sonido de hierro siendo jalado, la flecha de luz que atravesó la apertura y le incomodó la vista aún con los ojos cerrados, la obligó a abrirlos.

Solo alcanzaba ver la silueta contra la luz. Era grande y masculina.

—Juro que te voy a matar, hijo de la chingada —amenazó.

Cuando la sombra masculina pulsó el interruptor, la luz amarillenta reveló lo que se escondía en la oscuridad, además de los tres bidones puestos en un rincón, cerca de la puerta de hierro había una persona.

El corazón de la chica dio un vuelco, una risa espontánea llegó con tanta intensidad a sus labios que le dio ganas de llorar, y entonces, emocionada, dijo:

—Guillermo...

Él se apresuró y se agachó ante ella, luego una botella de agua rozó sus labios secos, ni siquiera le importaba su aspecto asqueroso o como el líquido frío deslizaba por su piel sudada y apestosa.

—Finalmente llegaste, pensé que me moriría aquí. —sus ojos que antes veían solo oscuridad, brillaban al detallar el rostro de su novio.

De su Héroe

Él apartó el pelo que se le había pegado a la cara de la chica. Sus ojos castaños paseaban por su rostro que reflejaba la luz con un ápice de tristeza. Su corazón latía con fuerza y dolía, como si el miedo de lo que podría pasar liberara adrenalina y le lastimara el cuerpo.

Cogió un pañuelo guardado en su traje y le secó el sudor. Guillermo no entendía cómo ella lograba seguir guapa en una situación como aquella.

—Mi amor —murmuró mientras el tejido deslizaba en la piel morena de Lara.

—¿Ya sabes quien me secuestró? Si no, yo tengo un sospechoso, eh.

Guillermo se mantuvo callado, atrapado en el movimiento suave que hacía para limpiar la cara de su novia. Su corazón no se calmaba. Ahora quien sudaba era él.

Dejó de acariciarla y se levantó sin desviar la mirada.

—¿Puedes soltarme ya? —Lara se removió sobre el asiento— Me duele el culo y las muñecas.

Se pasó la mano por su barba pelirroja y suspiró.

—Gui, ¿A qué esperas? desátame.

—Mira— murmuró— eso me duele tanto como a ti, pero... no puedo.

Yo, mi profesor y el asesino [+18] ✔️BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora