Capítulo 49

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—¡Christine! ¡Christine!

—¡Dios mío!

Varias voces gritaban a mi alrededor, parecían preocupadas.

—Se nos va... ¡Hay que llevarla al box, ya!

—¡Avril! —alguien lloraba cerca de mí, sentí calidez en mi mano.

—No pueden pasar.

—Soy médico y quiero estar presente —demandó una voz que pretendía mostrarse firme pero su ligero temblor la delataba.

—Déjalo entrar —otra salió en su defensa, accediendo a su petición.

Sentí que el constante balanceo cesaba y era levantada, cayendo en una superficie no mucho más cómoda que la que me encontraba anteriormente.

Por mucho que quisiera no podía abrir los ojos. Me agobiaba la sensación de oscuridad a mi alrededor.

—El pulso es inestable.

—Tiene la tensión en límites demasiado bajos.

Oí un pitido resonar a lo lejos, era constante y molesto para mí.

—¡Se nos va!

Cada vez me costaba más escucharlos.

—¡Desfibrilador!

Un golpe seco. El pitido no cesaba.

—¡Otra vez!

Segundo golpe. Seguía igual.

—No remonta...

—¡No paréis!

El tercer golpe no tardó en llegar.

—Vamos, Avril... No te rindas. ¡Sigue conmigo!

Cuarto y último golpe. Por fin cesó el extraño ruido. Y con ello, las voces de mi alrededor también callaron, dejándome sola.

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Desperté parpadeando varias veces a causa del resplandor que molestaba a mi visión. Tardé un poco en acostumbrarme a la luz del lugar. Miré a mi alrededor, dándome cuenta de que estaba tumbada en una cama con sábanas blancas en medio de una habitación de paredes con tonos claros. Portaba un camisón beige atado por la espalda.

Intenté incorporarme pero sentí que me pesaba el cuerpo, haciendo que me costara sentarme. Llevé mis manos a mi sien al sentir un pinchazo en mi cabeza. Siseé por el dolor que me causó la migraña.

Pasé mis ojos de nuevo por la estancia, sin reconocer dónde me hallaba. ¿Por qué estaba allí?

De repente, oí un sonido que procedía del otro lado de la puerta que tenía al lado izquierdo, justo en frente. Algo o alguien se acercaba.

Abrieron la puerta y una mujer con el cabello castaño rojizo se dejó ver tras esta. Pareció aliviada de verme, algo que no pude entender. Se acercó con una sonrisa hacia mí.

—Buenos días, dormilona. Ya era hora de que despertaras.

No respondí, estaba algo confusa por el tono familiar con el que me habló. No pareció advertir mi turbación y se acercó con una carpeta en la mano, mirando los aparatos que había junto a la cama, los cuales estaban conectados a mí por una vía que tenía inyectada en el dorso de la mano.

—Todo parece estar correcto —dejó sobre la mesita unos papeles, girándose de nuevo—. Menudo susto nos has dado —rió negando con la cabeza.

—¿Dónde estoy? —hablé al fin.

—En el hospital, te desmayaste —hizo una pausa antes de continuar—. Con el estado en el que viniste llegamos a pensar lo peor. Pero al parecer nada puede contigo, ¿eh?

Aquello que me dijo me dejó aún más confusa. ¿Tan grave era? ¿Qué me había ocurrido como para casi perder la vida?

—Cuando Stephen te trajo, estabas inconsciente. Tus amigos están fuera esperando a que despertaras, no han querido irse hasta tener noticias tuyas. Estaban preocupados y él también —sonrió.

«¿Stephen? ¿Él?»

Me quejé al sentir un fuerte dolor de cabeza, frunciendo el ceño y apretando los dientes.

—¿Te duele? —se acercó a mí, a lo que yo me eché un poco hacia atrás. Ella pareció sorprendida. No lo hice con mala intención, solo que me costaba confiar en una persona que no conocía de absolutamente nada—. Tranquila, solo quiero ayudarte. ¿Tienes migraña?

Asentí, un poco reticente al principio. Me examinó utilizando un bolígrafo que desprendía una luz cegadora. Al parecer no encontró nada extraño, por lo que pude observar en sus expresiones.

—Te daré un medicamento para que se te pase rápidamente. Te haremos varias pruebas más antes de darte el alta, ¿de acuerdo? —asentí—. De todas maneras, ese Doctor cabezota no te dejará marchar sin asegurarse de que no tienes ni un rasguño —bromeó.

No entendía muy bien a qué se refería ni de qué estaba hablando. Toda esta situación era rara para mí, sin contar con que me sentía extraña desde que me desperté. No sé muy bien como explicarlo, pero era como si hubiera perdido algo importante o se me pasara algo por alto...

—Gracias, doctora —vi que puso cara rara al llamarla por su título. Aún no sabía su nombre y no sabía cómo debía dirigirme a ella, pensé que eso la había molestado.

Entonces caí en cuenta, de que tampoco me acordaba del mío.

—No hacen falta los formalismos solo porque esté trabajando —rió.

—Bueno, en ese caso, ¿podría decirme su nombre?

Su sonrisa quedó congelada en su rostro al oír mi pregunta.

—Avril... Soy yo, Christine —habló como si fuera lo más obvio del mundo.

«¿Avril?»

—Perdone, pero no sé quién es usted —en ese punto de la conversación estaba aún más confusa de lo que lo estaba al principio.

Ella me miró, pálida como la pared que tenía detrás. Yo la observé, intentando disimular que estaba muerta de miedo.

«¿Quién soy yo?»


||Fin de la Primera Parte|| 

𝐓𝐡𝐞 𝐌𝐚𝐠𝐢𝐜 𝐈𝐧 𝐘𝐨𝐮 || 𝐃𝐫. 𝐒𝐭𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞 𝐱 𝐎𝐜 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora