Xiaojun & Ten

37 3 0
                                    


Era un día desapacible de otoño y Xiaojun lloraba detrás del gimnasio.

Lloraba porque se habían reído de él. Éste no fue un relato escolar, de modo que contaré lo menos posible sobre la vida de Xiaojun, pues no es un tema agradable. De pequeño, en Dongguan, China. Iba a un centro coeducacional, una escuela tanto para chicos como para chicas de diferentes países que la mayoría eran de China, lo que se daba a llamar una escuela «mixta»; había quien decía que el problema no era la mezcla de alumnos sino la confusión mental de los que la dirigían. Eran personas que pensaban que había que permitir a los alumnos hacer lo que quisieran; y, por desgracia, lo que más le gustaba a diez o quince de los chicos y chicas mayores era intimidar a los demás. Ocurrían toda clase de cosas, cosas horrendas, que en una escuela corriente habrían salido a luz y se habrían zanjado al cabo de medio trimestre; pero no sucedía así en aquella. O incluso aunque sí se desvelaran, a los alumnos que las hacían no se les expulsaba ni castigaba. El director decía que eran casos psicológicos muy interesantes y los hacía llamar a su despacho y conversaba con ellos durante horas. Y si uno sabía que decirle, acababa convirtiéndose en un alumno favorito en lugar de todo lo contrario.

Por ese motivo lloraba Xiaojun aquella desapacible tarde de otoño en el sendero húmedo que discurría entre la parte trasera del gimnasio y la zona de arbustos. Y seguía llorando aún cuando un niño dobló la esquina del gimnasio silbando, con las manos en los bolsillos, y casi se dio de bruces con éste que lloraba.

— ¿Por qué no miras por dónde vas? —lo increpó Xiaojun.

— Vale, vale... —respondió él—, no es necesario que armes... —Y entonces vio el rostro—. Oye, Xiaojun, ¿qué sucede?

El niño se limitó ha hacer muecas, de esas que uno hace cuando intenta decir algo pero descubre que si habla empezará a llorar otra vez.

— Es por «ellos», supongo... como de constumbre —dijo el muchacho en tono sombrío, hundiendo aún más las manos en los bolsillos.

Xiaojun asintió. Sobraban las palabras, así que no habría dicho nada incluso aunque hubiera podido hablar. Los dos lo sabían.

— ¡Oye, mira! —siguió él—, de nada sirve que todos nosotros...

La intención era buena, pero realmente hablaba como quién está a punto de echar un sermón, y Xiaojun se enfureció; algo bastante frecuente cuando a uno lo interrumpen mientras llora.

— Anda, ve y ocúpate de tus asuntos. —le espetó el niño—. Nadie te ha pedido que te entrometas, ¿no es cierto? Y, precisamente, no eres quien para andar diciendo a la gente lo que debería hacer, ¿no crees? Supongo que lo que quieres decir es que deberíamos pasarnos todo el tiempo admirándonos y congranciándonos y desviviéndonos por ellos como haces tú.

—¡Ay, no! —exclamó el contrario, sentándose en el terraplén de hierba situado al borde de los matorrales y volviéndose a incorporar a toda prisa ya que la hierba estaba empapada. Su nombre, por desgracia, era Chittaphon Leechaiyapornkul lo cual era conocido como su nombre artístico Ten, pero no era un mal chico.

—¡Xiaojun! —dijo—. ¿Te parece justo? ¿Acaso he hecho algo parecido este trimestre? ¿Acaso no me enfrenté a un compañero por no querer comer fruta? Y ¿No guardé el secreto sobre Lisa?... ¡y, eso que me «torturaron»! Y no...

— No, no lo sé ni me importa —sollozó Xiaojun.

Chittaphon comprendió que todavía seguía muy afectado y, muy sensatamente, le ofreció un caramelo de menta. También tomó uno él. De inmediato, Xiaojun empezó a ver las cosas con más claridad.

—Lo siento, Ten —dijo al cabo de un rato—, no he sido justo. Sí que has hecho todo eso... este trimestre.

— Entonces olvídate del curso pasado si puedes—indicó Chittaphon. Era un chico distinto. Era... ¡Cielos! Era un parásito con todas las letras.

— Bueno, sí lo eras —manifestó Xiaojun.

— ¿Crees que he cambiado, entonces?

— No lo creo sólo yo. —respondió el niño—. Todo el mundo lo dice. También «ellos» se han dado cuenta. Dong Shicheng oyó a Wong Yuk-hei hablando de eso en nuestro vestuario ayer. Decía: «Alguien le ha hecho algo a ese Chitta. No está nada dócil este curso. Tendremos que ocuparnos de él».

Chittaphon se estremeció. Todo el mundo en la Escuela Experimental sabía que quería decir que «se ocuparan de alguien».
Los dos niños permanecieron callados unos instantes. Gotas de lluvia resbalaron al suelo desde las hojas de los laureles.

—¿Por qué eras tan diferente el curso pasado?—inquirió Xiaojun.

— Me sucedieron gran cantidad de cosas curiosas durante las vacaciones. —respondió él en tono misterioso.

— ¿Qué clase de cosas?

Chittaphon no dijo nada durante un buen rato. Luego contestó:

— Oye, Xiao, tú y yo odiamos este lugar con todas nuestras fuerzas, ¿no es cierto?

— Por lo menos yo sí —digo él.

— En ese caso yo creo que puedo confiar en ti.

— Me parece estupendo por tu parte.

— Sí, pero voy a contarte un secreto impresionante. Xiao, oye, ¿te crees las cosas? Me refiero a cosas de las que aquí todos se reirían.

— Nunca he tenido esa oportunidad, pero me parece que las creería.

— ¿Me creerías si te dijera que estuve totalmente fuera de este mundo, fuera de este mundo el verano pasado?

— No sé si te entendería.

— Bien, pues dejemos de lado eso de los mundos, entonces. Supongamos que te digo que he estado en un lugar donde no hay gente, solo nosotros, donde puede haber magia o incluso animales extraños, lo que puedes encontrarte en los cuentos de hadas. —Chittaphon de sintió muy azorado mientras lo decía y enrojeció sin querer.

— ¿Cómo llegaste ahí? — quiso saber Xiaojun, que también se sentía curiosamente vergonzoso.

— Del único modo posible... mediante la magia—respondió Chittaphon casi en un susurro—. Estaba con dos amigos míos. Sencillamente fuimos... trasladados de repente. Ellos ya habían estado allí.

A Xiaojun le resultaba, en cierto modo, más facil creer todo aquello; pero entonces, de pronto, una terrible sospecha se adueñó de él y dijo, con tal ferocidad que por un instante pareció un tigre:

— Si descubro que me has tomado el pelo jamás te volveré ha hablar; jamás, jamás, jamás.

— No te tomo el pelo —respondió Chittaphon—, te lo juro, te lo juro... por todo.

— De acuerdo —dijo Xiao—, te creeré.

— Y ¿no se lo dirás a nadie?

— ¿Por quién me tomas?

Estaban muy emocionados cuando lo dijeron. Pero a continuación, Xiaojun miró a su alrededor y vio el nebuloso cielo otoñal, escuchó el gotear de las hojas y pensó en lo desesperado de la situación en la Escuela Experimental —era un trimestre de trece semanas y todavía quedaban once—, y no pudo evitar decir:

— Pero a fin de cuentas, ¿de qué sirve eso? No estamos allí;estamos aquí. Y está claro que no podemos ir a Ese Lugar
O ¿sí podemos?

— Eso es lo que me preguntaba —repuso Chittaphon—. Cuando regresamos de Ese Lugar, alguien dijo que mis dos amigos, no podrían regresar nunca más. Pero no dijo que yo no pudiera. Seguramente lo habría dicho, a menos que su intención fuera que yo regresara. Y no dejo de preguntarme: ¿Podemos... podríamos...?

Así es como aquellos dos se conocieron, llevaron años, y esto, se lo tomaron a broma años después. Ahora conviven juntos y con otros amigos más que estaban en esa escuela pero no tan cercanos, nunca volvieron a sacar ese tema, por ahora.

"MUNDO DESCONOCIDO PERO DIVERTIDO" - NCT FANFICDonde viven las historias. Descúbrelo ahora