CAPÍTULO II

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"And he's thinking of you,
like of us do".

Al día siguiente tocaba descanso para los jugadores. Momento para estar con la familia, por ejemplo.

Muchos se habían ido al mediodía a comer con sus respectivos parientes. Aimar y yo nos habíamos quedado estudiando a nuestro próximo rival. Buscamos sus debilidades y fuertes. Teníamos poca información, ya que se habían jugado ocho partidos hasta ahora en nuestra fase de grupos, dos por equipo. Entonces tuvimos que fijarnos en partidos recientes anteriores al mundial.

Mientras tomábamos mate, conversábamos sobre el temario. Después, cuando se nos fueron sumando los que faltaban del cuerpo técnico, Aimar les dio un resumen sobre lo que habíamos encontrado y les mostró las opciones que habíamos armado para nuestro equipo.

Terminamos nuestra sesión de estudio cuando nos dimos cuenta que eran las cinco de la tarde.

Era la hora de merendar. Los del hotel nos daban más que nada frutas. Yo seguí tomando mates con Pablo y la tarde fue bastante tranquila sin Rodrigo De Paul y el Papu Gómez rompiendo las pelotas; sonreía nostálgicamente de solo recordarlos. Se notaba el cambio de ambiente que había en el hotel si no estaban todos ellos. Debía admitir que se los extrañaba.

Durante mi poco tiempo trabajando posicionada en el cuerpo técnico, nunca había presenciado un equipo tan unido como el de nuestra selección; parecía irreal.

Se hicieron las ocho de la noche y ya algunos jugadores habían ido llegando. De a momentos me encontraba cabeceando la entrada a ver si podía lograr ver alguna cabecera morocha con un tatuaje en la parte de atrás del cuello.

Para mi desgracia, no la encontré. Igualmente me reproché mentalmente por estar buscándolo. El de rulos se fijó en mis cabeceos y me empezó a interrogar y a boludearme.

—Aaah, mira vos, pillina. Te caché con las manos en la masa. No será que andas buscando a un cierto muchacho cuyo nombre empieza por la letra... —se vio interrumpido por mis manos en su boca.

—¡Sh! ¿Estás loco, boludón? Mira si pasa alguno de los chicos y te escuchan. Me metes en un lío... —él rió ante mi desespero. Sus ojos bajaron un segundo hacia mis manos en señal de que las saque.

—Tranqui, era una jodita nomás —asentí más tranquila ante su explicación, pero volvió a abrir su boca con una sonrisa burlona—. Pero igual si te pones así y ni siquiera dije un nombre... medio suspishus —forzó la pronunciación en inglés para hacerme reír—. Ahora me contas ya mismo quién es el gran afortunado.

Yo rodeé los ojos mientras sonreía mordiéndome el labio. Siempre la pasaba bien con Aimar, era un tipo súper sencillo y te hacía sentir cómodo con él como si tuvieras la misma edad. Lo peor de todo era que me llevaba como 15 años.

—No, Pablito. No me jodas más porque además ya sabes lo que pienso sobre el tema y no me gusta mezclar laburo con relaciones amorosas. Y mucho menos estando día a día con esa persona.

—Daaaah boludaza, mirá si no te va a gustar alguno. Te vi como miras a cierto joven, no te me vengas a hacer la despistada. Ya te voy a agarrar a vos eh, ya te voy a agarrar.

Solté una carcajada y me tuve que agarrar el estómago de la risa.

—Eeeh, ¿por qué tanta risa por acá? Yo también quiero el chistecito —sentí el ruido de una silla moviéndose detrás mío.

Quedate || Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora