IX

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En cuanto oí a las patrullas partir al compás de tenebrosas carcajadas, empujé el gabinete y dejé salir un lamento

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En cuanto oí a las patrullas partir al compás de tenebrosas carcajadas, empujé el gabinete y dejé salir un lamento. Jamás me había sentido tan sola, tan extraña en mi propio cuerpo.

Lloré como nunca antes me había oído llorar. Quedé fuera de mí por largo rato, sin darme cuenta de que existía. Y sin reparar en la destrozada puerta de entrada, simplemente caminé hacia mi cuarto, tiré el bolso con dinero hacia un lado y me dejé caer sobre mi pequeña cama.

Mi llanto pronto se convirtió en una seguidilla de gritos que no pude controlar y debía dejar salir, sino podía explotar. Empuñé mi almohada suplicándole que por favor me hiciera despertar, sin poder sacarme de la cabeza los ojos de mi papá.

Pronto, comencé a escuchar golpes en mi pared que no hice más que ignorar. La energía no me daba más, ni siquiera para imaginar de qué se podía tratar. Enterré aún más mi cabeza entre la funda y ahogué otros gritos en ese lugar.

—¡Nora!

La voz de Jimin provino desde el salón. La puerta abierta chirrió cerrándose y presurosos pasos se aproximaron a mi cuarto. Erguí la cabeza casi sin fuerzas y lo vi parado en mi puerta con aire agitado y confundido.

—Santa Madre de Dios —profirió en voz baja cuando sus ojos repararon en el bolso de billetes sobresalientes a los pies de mi cama—. Nora qué fue...

Caminó hacia mí y ni siquiera pude modular bien al decir:

—Se llevaron a mi p-papá. ¡Esos perros se llevaron a mi papá!

Jimin envolvió mi rostro con sus manos y pegó su frente a la mía en seguida. Contuvo mis violentos sollozos con firmeza y me apretó entre sus brazos. Sabía que era muy probable que a mi padre nunca más volviera a verlo y francamente solo me quería morir con eso. Grité todavía más fuerte sin poder dejar de repetir la escena en mi cabeza una y otra vez.

—Respira, preciosa —era lo que Jimin me decía de tanto en tanto. Al verme llorar también noté que sus ojos se aguaron—. Debes intentar respirar.

Pronto, se deslizó a mi lado en la cama, me envolvió con más firmeza entre sus brazos y presionó su frente en mi espalda todo el tiempo.

Así estuve hasta que me quedé sin voz, sin lágrimas y se entumeció el dolor. Un cansancio insalvable y anestésico me embargó con la suficiente intensidad para derrumbarme y entre las suaves caricias de Jimin dormirme... o desmayarme.

 o desmayarme

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La Mia Ragazza | J.JK - P.JM [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora