2: casa

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    Lola tenía una resistencia al cansancio increíble. Sólo cuatro horas durmiendo eran suficiente para arrancar todo el día.
  Estaba sola en su casa, su papá se había ido a administrar unas cosas del club del barrio para preparar la semana. Era el momento perfecto para dedicarle un tiempo a su primer amor: la música.
  Lola tenía pasiones. El fútbol la formó como persona, jugó en ligas profesionales de Córdoba y obtuvo recompensas magníficas como disciplina, valores, amistades. Pero no iba a mentir, no importaba que su padre sea un entrenador excelente, y que haya criado a su hija para ser la mejor en dicho deporte; lo que Lola realmente quería hacer con su vida era dedicarse completamente a la música.
  Amor Amarillo sonaba en el estereo, y los acordes de su guitarra eléctrica acompañan a la canción de su más grande ídolo. Practicaba la canción para tocarla públicamente en algún futuro cercano, ya sea en un festival de su pueblo o en un bar de Buenos Aires, porque si, no veía la hora de irse de ahí. También dudaba muchísimo. La única persona importante para ella en Córdoba era Pablo. No estaba acostumbrada a alejarse de él y tenía miedo que la amistad se deteriore debido a la distancia. Si las señales se empezaban a hacer notorias, no dudaría y volvería a Córdoba en un segundo.
  En el riff más importante de la canción, su teléfono empezó a sonar. Se levantó rápido de su cama mientras bajaba el volumen del estéreo. Se quitó su guitarra y atendió.

—¿Quien habla?

—¡Lola! —La voz chillona y emocionada de Pablo se hizo presente. Lola río por la energía de su hablar.

—¿A que se debe esa emoción, Pablito?

—Te tengo que contar algo importante, muy muy importante—Dijo Pablo del otro lado del teléfono.

—Si es tan importante, ¿por qué no me lo decís en persona?

—No aguantaba.

—Ah, bueno... decime dale, no me dejes con las ganas—Escucho un prolongado silencio por parte de Pablo— ¡Te corto el teléfono Pablo!

  Algo muy común que hacía Pablo era decir que tenía algo importante para contar y después quedarse callado, cosa que sacaba a Lola de sus casillas. Si no le respondía en ese momento, le cortaba el teléfono sin problema, pero la situación que estaba pasando su amigo no era para chistes. La felicidad que manejaba Pablo en ese momento era demencial, y que mejor compartir la mejor noticia de su vida con su mejor amiga.
No sé resistió más y lo soltó.

—¡Me llamaron para jugar en River!—Exclamó el mayor.

—¿De verdad? ¡Boludo bien ahí!— La facilidad que Pablo derramaba salpicó a Lola a través del teléfono fijo— Pero para, ¿no ibas a probar el año que viene? ¿Tu viejo te dejó?

—Si, o sea, lo llamo uno de los directivos de ahí, me dijo que para fin de año más o menos me vaya con ellos a Buenos Aires para poder entrenar y... —No pudo terminar su oración porque las ansias de su amiga lo interrumpieron.

—¿TE VENIS A BUENOS AIRES?—Ahora era Lola la más alegre y enérgica de ambos. La pregunta, que más bien fue un grito de pelicula, pudo escucharse por toda la cuadra.

—¡Si tarada! ¿Donde más iba a entrenar si no?

—¡Yo que se boludo! —Lola no aguanto las lagrimas. Hablaban por teléfono y su amigo no podía verla, pero su tono de voz la delataba sin piedad.

—¿Estas llorando?—Pablo se río.

—Si, estupido, ¿sabes lo feliz que me hace saber que al menos no vamos a estar tan lejos?—
Quería ir y abrazar a su mejor amigo. Pensó que el universo conspiraba a su favor.
  Su única excusa para no viajar a Buenos Aires era Pablo. Ahora iba a cumplir sus sueños al lado de su mejor amigo.

1990 | Pablo AimarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora