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Alguien "normal" podría decirle a Fang que está demente, pero a él le importaba muy poco.

Anotarse como ayudante del equipo de fútbol (lo que implica lavar sus apestosas camisetas y toallas) solamente para poder ingresar sin impedimento a alguno de los vestidores y observar de cerca sus posibles siguientes presas, era algo que sus mejores amigos habían calificado como "descabellado" pero, como anteriormente se ha mencionado, a Fang le importaba realmente muy poco.

No era absolutamente nada divertido tener que cargar con una asquerosa y maloliente mochila llena de toallas y camisetas sudadas por todo el pasillo de la universidad y su auto para ir a la lavandería más cercana, pero todo era muy bien recompensado en el momento que sus compañeros ingresaban a la ducha después de su juego y a medio vestir.

Fang sabía como disimular a la hora de pasar cabina por cabina en busca de sus prendas sucias y al mismo tiempo echar una breve mirada a los musculosos cuerpos de cada uno de los jugadores.

Brock no había recibido información falsa. Todos estaban considerablemente bien dotados, sin embargo, ninguno llegaba a sorprender al exigente Fang.

Incluso había tenido que descartar a Bull de su lista en el momento que supo que comenzó a salir con un chico de intercambio recién ingresado. Por lo que su búsqueda continuaba tranquilamente... o al menos así fue hasta que apareció Buster.

¿Quién demonios era Buster?

Buster era otro más de aquellos estudiantes de intercambio recién ingresados a esas alturas del año.

Un chico bueno, educado, inteligente, aburrido, en exceso respetuoso... un cerebrito, ratita de biblioteca, un Sheldon Cooper 2.0, entre otros calificativos aún más graciosos. Usaba unos grandes lentes redondos, pantalones muy anchos y se abotonaba la camisa hasta el cuello. También usaba un suéter increíblemente grande con un cuello de tortuga. Buster era el clásico chico nerd que no mostraba más piel de la necesaria.

Fang no tuvo absolutamente nada que ver con el chico, de hecho, desconocía de su existencia hasta que Buster se vio obligado a ser parte del equipo de fútbol americano. Contrariamente a lo que todos pensaban, Buster era increíblemente bueno en los deportes, tan solo que odiaba practicarlos, pero las chicas de toda la universidad enloquecieron cuando el muchacho se dejó ver por primera vez con el uniforme del equipo puesto.

¿Quién diría que el nerd como lo era aquel blanquecino, podría tener tales muslos gruesos y fibrosos y brazos dignos de un modelo a la altura de Armani?

Sí, ni siquiera Fang se habría dado cuenta de ellos de no ser porque el chico necesitaba ganar puntos extras en el área de gimnasia y educación física, ya que era lo único en lo que no destacaba.

Desde aquel día, el pobre Buster no pudo tener más momentos a solas en la biblioteca por las tardes, pues las chicas le perseguían hasta en el almuerzo.

Sin embargo, Fang, aunque podría admitir que el chico tenía un rostro que podría derretir los polos y unos brazos en los que te quisieras morir lentamente, no lo encontraba demasiado llamativo y eso era debido a que era un mojigato; el chico esperaba a que todos sus compañeros salieran de las duchas para poder ingresar él y hacer su aseo privadamente.

Fang no lo entendía, pero no le importaba. Al menos así fue hasta ese insignificante día en el que tuvo que quedarse hasta tarde recogiendo la ropa sucia de los jugadores.

El día anterior había faltado a la universidad y por lo tanto, a sus horas extras como ayudante del equipo, por lo que su ropa se acumuló y se vio obligado a buscar formas recreativas de poder llevar dos tandas a la lavandería sin morir en el intento, así que decidió (por mucha flojera que le diera), hacer dos viajes.

Y justo ahí, cuando volvía de la lavandería por la segunda tanda, que vio por primera vez lo que se convertiría en el mayor de sus deseos más oscuros; Buster se desnudaba de espaldas, sin tener la más mínima idea de su presencia y sin ser pudoroso, como Fang  se había acostumbrado a verlo.

y oh, santo infierno.

Buster era jodidamente lo más delicioso que el peliazul había visto en mucho, mucho tiempo.

Fang ahora se podía sentir identificado con aquellas chicas que perseguían al pelinaranja hasta en la hora del almuerzo, porque el chico era... era sublime. Joder, se había quedado sin palabras. Su piel era un poco más pálida que la de otros jugadores. Era blanca y se veía realmente suave y apetecible. Cada vez que se movía, incluso en lo más mínimo, los músculos de su espalda se flexionaban y salían a la vista, viéndose tan imposiblemente exquisitos que Fang estaba empezando a delirar; se podía ver a sí mismo lamiendo con dedicación cada uno de esos preciosos músculos, pliegue por pliegue, quería pasar su lengua por todo ese perfecto y tonificado cuerpo de dios griego que le estaba causando un dolor inmensamente terrible en la-

─ ¡Aaah!

Fang saltó en su lugar, asustándose, de modo que avanzó dos pasos al frente y resbaló, gracias al agua regada por todo el lugar. Cerró los ojos un segundo, intentando recomponerse y, cuando los abrió, creyó haber sido una excelente persona en su vida pasada, pues el enorme, realmente enorme, miembro de Buster era lo que estaba frente a su rostro en el momento en que abrió los ojos.

"Madre santa, esos son mínimo veinticuatro centímetros"

Sin embargo, tan pronto como el chico le había ayudado a levantarse, se cubrió con lo primero que encontró; la ropa que se había sacado recientemente. Sus mejillas y las de Fang, coincidieron en ponerse rojas como tomate al momento en que ambos conectaron miradas, la diferencia era que Fang tenía pensamientos poco cándidos en su cabeza los cuales eran la razón del color de sus pómulos, mientras Buster estaba en una situación totalmente opuesta, preocupándose más por cubrir su cuerpo que otra cosa.

─ Lamento haberte asustado...─ susurró el chico, apartando la mirada lo más rápido posible. ─ P-pero en mi defensa, tú me asustaste primero.

El mayor suelta una pequeña risa torpe, haciendo que el estómago de Fang se sintiera extraño. El chico era una preciosidad y tenía un gran, gran, graaan amigo allá abajo. Fang comenzaba a mirarlo con otros ojos.

Estaba sin palabras, no sabía qué decir, pues lo único que quería era arrodillarse ante el pelinegro semidesnudo frente a él y rogarle que le dejara exprimir hasta la última gota de un orgasmo que Fang estaría complacido de causarle con sus propias manos, inclusive... hasta su boca podría ayudarle.

─ ¿E-estás bien?─ pregunta Buster, mirándolo con ojos preocupados. No traía sus gafas y sus preciosos y brillantes ojos le estaban haciendo sentir estúpido. Había conquistado extranjeros desde Alemania hasta Chicago y no podía abrir la boca para formular ni siquiera una frase coherente ante el nerd de la universidad.

Cuando estamos nerviosos decimos tonterías, por lo general, lo primero que se nos viene a la cabeza y quizás pasamos las mayores vergüenzas de nuestras vidas... pero Fang sobrepasó los límites.

─ ¿Me dejas chupártela?

─ ¿Me dejas chupártela?

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Falofilia ♥︎ BustangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora