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(repetición de escena pero más explícita)

DESPUÉS DE AQUELLO, CASPIAN, ROMEO y su tutor mantuvieron muchas más conversaciones secretas en lo alto de la Gran Torre, y con cada conversación los joven aprendían más cosas sobre la Vieja Narnia, de modo que pensar y soñar en los Viejos Tiempos, y anhelar que regresaran, ocupaban casi todo su tiempo libre.

Aunque desde luego no le sobraban demasiadas horas, pues su educación empezaba a ir ya muy en serio. Aprendieron esgrima y equitación, natación y buceo, a disparar con arco y a tocar la flauta y la tiorba, que era una especie de laúd, a cazar el ciervo y a descuartizarlo una vez muerto, además de Cosmografía, Retórica, Heráldica, Versificación y, desde luego, Historia, con un poco de Derecho, Física, Alquimia y Astronomía.

En cuanto a la magia, aprendió únicamente la teoría, pues el doctor Cornelius dijo que la parte práctica no era estudio adecuado para príncipes.

—Y yo mismo —añadió—. sólo soy un mago muy deficiente y puedo realizar apenas los experimentos más sencillos.

En lo referente a navegación, que, en palabras del doctor, «es un arte noble y heroico», no se le enseñó nada, porque el rey Miraz desaprobaba los barcos y el mar.

Aprendieron también muchas cosas usando sus propios ojos y oídos. De pequeño Caspian a menudo se había preguntado por qué sentía antipatía por su tía, la reina Prunaprismia; comprendió entonces que se debía a que ella le tenía aversión.

También empezaron a darse cuenta de que Narnia era un país desdichado. Los impuestos eran elevados; las leyes, severas, y Miraz, un hombre cruel.

Al cabo de unos años llegó un día en que la reina pareció enfermar y se produjo un gran revuelo y alboroto a su alrededor en el castillo y llegaron doctores y murmuraron los cortesanos.

Aquello sucedió a principios del estío; y una noche, mientras proseguía toda aquella agitación, Caspian se vio despertado inesperadamente por el doctor Cornelius cuando apenas llevaba unas pocas horas en la cama.

—¿Vamos a estudiar un poco de Astronomía, doctor? —preguntó.

—¡Chist! —indicó éste—. Confia en mí y haces exactamente lo que te diga. Ponte todas su ropas; les espera un largo viaje.

Caspian se sintió muy sorprendido, pero había aprendido a confiar en su tutor y se puso a hacer lo que le decía. Cuando estuvo vestido, el doctor dijo:

—Tengo un morral para ustedes. Debemos ir a la habitación contigua y llenarlo con vituallas procedentes de la cena de Su Alteza.

—Mis gentilhombres de cámara estarán allí —advirtió Caspian.

—Están profundamente dormidos y no despertarán —repuso su tutor—. Soy un mago menor pero al menos soy capaz de crear una pócima para hacer dormir.
—Espere, dijo ¿Ustedes?

—¿Acaso pensaste que te dejaría solo?

—Romeo.

—Guarden silencio—ordeno el profesor.

Entraron en la antesala y allí, en efecto, estaban los dos gentilhombres, tumbados en sillones y roncando sonoramente.

Romeo se apresuró a cortar los restos de pollo y unas tajadas de carne de venado y lo colocó todo, junto con pan, unas manzanas y un pequeño frasco de buen vino, en el morral que a continuación entregó a Caspian. El muchacho se lo colgó al hombro mediante una correa, como haría cualquiera con la cartera de los libros de la escuela.

1. ¿𝘀𝗼𝗺𝗼𝘀 𝗿𝗼𝗺𝗲𝗼 𝘆 𝗷𝘂𝗹𝗶𝗲𝘁𝗮?. 𝗅𝗎𝖼𝗒 𝗉𝖾𝗏𝖾𝗇𝗌𝗂𝖾 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora