Único en mi vida

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Único en mi vida



Tres meses pasaron desde que Snape le echó de su oficina después de descubrirlo mirando sus recuerdos en el Pensadero de Dumbledore, y desde entonces que Harry no lograba conciliar el sueño.


Por más que Sirius y Remus le aseguraron que todo había sido cuestión de niñerías, él no lograba convencerse a sí mismo de justificar la conducta de su padre. 


Es cierto que Snape continuaba siendo un bastardo cruel e injusto con él, pero aunque quisiera seguir odiándolo ya no podía. Sus clases se convirtieron en una tortura, pero Harry decidió dejar de protestar ante la sorpresa de sus compañeros que lo veían aceptar resignadamente las malas notas y castigos inmerecidos.


Tenía la esperanza de que un día Snape se cansara y decidiera cesar la guerra entre ellos, pero eso parecía cada vez más lejano. Su actitud obediente en lugar de tranquilizarlo enfurecía aún más al Profesor, es por eso que una noche decidió tirar por la borda todos sus miedos y se presentó a la puerta de Snape.


Tocó con suavidad mientras intentaba ignorar el vacío en su estómago y ese cosquilleo que recorría su piel y que intentaba adjudicarlo a su nerviosismo.


La puerta se abrió casi de inmediato y Severus Snape le miró tan fríamente como siempre, quizá esa frialdad había anidado ya así, quizá ya no podía mirar de otra manera... o quizá la tenía lo suficientemente ensayada como para no mostrar sorpresa nunca.


— Hoy no tiene castigo, Potter. Fuera. 


Snape intentó cerrar la puerta, pero Harry supo que probablemente jamás podría armarse de valor para volver, así que interpuso su cuerpo en el quicio.


— Necesito hablar con usted. Es importante.


El Profesor entrecerró los ojos, pero suponiendo que se trataba de algo relacionado con el Señor Oscuro y que Dumbledore jamás le perdonaría si lo dejaba ir sin escucharle, se apartó permitiéndole la entrada.


— Sea breve, Potter, no tengo demasiado tiempo.


Harry asintió, pero al abrir la boca olvidó completamente todo el discurso que había estudiado y sólo farfulló sin sentido.


— ¿Acaso se está burlando de mí, Potter?

— ¡No!... no, yo sería incapaz. —dijo finalmente—. Justamente he venido a disculparme en nombre de mi padre.


El rostro de Snape se tensó de furia. Harry le vio apretar los puños y supo que tenía que seguir hablando antes de que lo echara de su despacho.


— Comprendo si no me cree, pero no me he sentido bien desde... bueno, desde lo sucedido en la última sesión de oclumancia.

— ¿Quiere decir desde que rompió todo límite de respeto hacia mi autoridad?

— Esa no fue precisamente mi intención, Profesor.

— ¿Y qué pretende, Potter? —cuestionó con los dientes apretados—. ¿Que me olvide de su carencia de entendimiento por la privacidad? ¿Necesita escuchar que acepto su disculpa para poder seguir viviendo? ¿Es que el magnánimo Harry Potter necesita prodigar su lástima?

— ¡No es lástima! —le interrumpió preocupado—. Y no quiero una disculpa para mí, bueno, sí la quiero, pero si no me la da lo entenderé perfectamente, no debí entrometerme dejándome llevar por la curiosidad, sé que hice mal y lo acepto. En realidad, lo que me interesa es ofrecerla en nombre de mi padre... lo que hizo tampoco estuvo bien.

— Ah, ahora le duele saber la clase de perros que eran.


Harry respiró hondo. Aunque consideraba reprochable la conducta de su padre y padrino, eso no impedía que le molestara que Snape les ofendiera continuamente. 

Único en mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora