Capitulo 5

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Hanna

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Hanna

25 de octubre

No quiero hacerlo. Nadie puede obligarme a hacerlo. Puedo tomar mis cosas, Vera no duraría a enviar dinero para los boletos, su casa está disponible, al igual que su cuenta bancaria.

Si. Tengo más opciones, no solo esta.

—Hazlo —ordena Travis, susurrando en mi oído.

Cada bello en mi espalda se eriza, pongo los ojos en blanco, dejando que la sensación placentera se expanda por todas partes. Puede que sea un susurro, uno muy sensual con la fuerza de una inmensa voz grave

Sabía que no sería fácil, una parte dentro de mi pensó que terminaría odiando a Travis, la parte irracional deseó tener un cuento de hadas, enamorarme de mi futuro esposo y el de mí, viviríamos felices para siempre. Es una fortuna que no viva en un mundo de fantasía, sé que el amor no llega como arte de magia, aun así, no puedo evitar las múltiples sensaciones que llegan con cada acción del candente hombre detrás mío, con su barba picando en la piel expuesta de mis brazos, su cálido aliento jugando.

—Hazlo —insiste, volviendo a su lugar original.

Había hecho muchas cosas desagradables, pero, definitivamente, esta encabeza la lista.

—Voy a tomar una larga ducha —predigo.

Manteniendo la vista fija en Travis, deslizo la mano hacia el frente, sintiendo que aprieta todo el contorno de mi muñeca, puedo palpar una sustancia viscosa.

—Que asco —chillo.

—¡No te detengas! —grita, esforzándose por mantener al animal en su lugar.

Sigo tocando, deseando hacer cualquier otra cosa. Jamás imagine que tendría una mano dentro del trasero de una borrega, intentando encontrar a su bebé.

—¡Aquí esta! —informo, saltando de la emoción.

—¿Qué es?

Le hecho un vistazo al castaño, encontrando todos sus músculos tensos, sujetando a la pobre borrega.

Hace una hora pidió que viviera a los establos, explicando que el animal se encontraba en labor de parto, al parecer, la cría venia de forma incorrecta, pidió que yo metiera una mano dentro de la borrega para averiguar como viene su cría, mientras el sujeta a la futura mamá. Cuestione las tareas repartidas por varios minutos. Evidentemente, no gané.

—Creo que estoy tocando unos pies —aviso.

—Maldición —frunce el ceño—. Viene al revés.

—¿Qué hago? —interrogo, arrugando el ceño.

—¡Ya estoy aquí! —avisa Diego.

Su grito llega a nosotros como un paracaídas, salvándonos de caer al acantilado de la peor manera. Travis lo sabe, yo lo se. Jamás podría haberlo ayudado sin arruinar más la situación, no tengo los conocimientos requeridos para traer una vida al mundo, ni siquiera cuando se trata de un animal.

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