—Después de tanto tiempo, Aimar dice que todavía seguís enamorada más de la música que de él, ¿eso es verdad?
—¡Me gustaría darle la razón! —Dijo García, con tono divertido —Pero cuando me ofreció ir a España quise dejarlo todo para irme con él, y bueno, así fue. Además, todavía le tengo cariño al fútbol, y verlo jugar me hace sentir viva. Como si compartieramos la pasión, no se si me explico —Tomó una bocanada de humo de su cigarro y la soltó —Aunque capaz solamente sea el hecho de que estoy enamorada, no sé. Todavía no me entiendo —Terminó de hablar entre risas.
—Fue realmente una novela lo que vinieron ustedes. Tantos años juntos y después de mucho, mucho tiempo salió a la luz lo que sentía el uno hacia el otro, ¿verdad?
—Si, fue un quilombo. Casi diez años para ponernos de acuerdo, aunque admito que gran parte de la espera fue mi culpa, era muy vueltera y aún lo sigo siendo —Río Lola Garcia — Pero la realidad es que aunque salí con otros hombres, nunca dejé de pensar en él. Incluso en esos momentos era muy tarada para admitir que estaba enamorada de Pablo.
Octubre de 1996
Las carreras de Pablo y Lola iban cada vez mejor. En solo dos meses de su debut como jugador de primera división, Pablo desbordaba de entrevistas, fiestas, partidos y demás, y lo sabía disfrutar. Era un prodigio en su profesión, nadie lo negaba. La banda de Lola crecía más y más. Los festivales encabezaban sus grillas de artistas con el nombre de Eruca Sativa, pues bien sabían que la presencia de tal agrupación haría de un éxito cualquier show. Ya varias discográficas se habían acercado a ellas, y al tener tanto para elegir, no sabían cómo decidirse.
El dúo se encontraba en su departamento, acompañados de Ayala. Era lunes, y el amigo de Aimar había pasado la noche anterior con ellos. En unas horas entraban a entrenar, mientras tanto, desayunaba un mate cocido con facturas. Lola, por su parte, hablaba por teléfono en el balcón con un grado de felicidad considerablemente grande, que su sonrisa de oreja a oreja delataba. Por más culpa que sintiera, a Pablo no le gustaba eso. Su amigo no tardó en darse cuenta, ya no la miraba con amor, sino, con desilusión.—Te dije nene, si no activas, se va —No era el mejor consejo que Ayala le pudo dar, pero tenía razón. Estuvo enamorado de ella durante toda su vida y, en cuestión de dos meses, alguien consiguió lo que Pablo deseó en casi siete años.
—No me hace sentir mejor eso —Se quejó Pablo mientras tomaba el mate cocido —Hablemos de otra cosa, por favor.
Después del festival, Lola y Tomás comenzaron a hablar muy seguido. Salían bastante, y se divertían juntos. A Lola le hacía ilusión pensar en Tomás, estaba muy embobada por él. También, era una distracción para sus pensamientos con Pablo. A Tomás no le gustaba que ella viviera con otro varón, más si se trataba de el reciente éxito de River Plate. Lola le decía que solamente era su amigo, y acto seguido lo besaba para sacarle un poco la furia.
La hora de ir a entrenar había llegado para los jugadores de River. Pablo se asomó al balcón para saludar a Lola y esta solo le hizo un gesto con la mano, y siguió hablando. Mismo gesto que le hizo a Ayala a través del vidrio que separaba el comedor con el balcón. Definitivamente, Pablo salió de la casa con muy mal humor.
Pablo se sentía bien al llegar a la cancha. Al menos tendría unas horas libres de Lola y su cara de embobada cuando hablaba con ese chico, Tomás. Se preparó para ir a entrenar, pero una voz detrás suyo lo frenó antes de poder empezar.
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1990 | Pablo Aimar
FanfictionPablo y Lola tenían un sueño en común: dominar todos los estadios del país. Pablo, como uno de los mejores futbolistas de su generación. Lola, como la próxima cantante de rock nacional más importante de Argentina. De Río Cuarto a Capital Fede...