¿Quiénes somos?

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El joven caminaba erguido con paso alegre y seguro canturreando su canción favorita al unísono. Andaba con la cabeza en alto, y palpando el sobre que llevaba bajo su brazo, sonrió nuevamente, orgulloso. No era para menos: el director de la Escuela Guidhall de Música y Teatro le había expresado directamente esa mañana en su despacho que "era estelar, uno de los mejores estudiantes de la escuela", y como voto de confianza le había encomendado la tarea de discutir algunos puntos de cierto guión con el director de la nueva obra que se estrenaría prontamente en el Teatro Real de Londres.

Hacía frío. Los automóviles rodaban sobre el pavimento y los peatones vigilaban el instante oportuno para cruzar hacia la acera opuesta. Los edificios saludaban desde la fachada cuidada y las ventanas brillantes, los establecimientos daban la bienvenida con su atractiva imagen y simultánea e incesantemente las puertas tocaban con las campanitas el "din, din". Todos cumplían sus labores y los transeúntes no se detenían, pidiendo disculpas ocasionalmente si chocaban con alguien.
Un clásico día londinense, si bien el viento soplaba más fuertemente de lo usual.

Una motocicleta cruzó la calzada a toda velocidad, perdiéndose en el horizonte citadino; el chico quedó admirado ante la visible habilidad y experiencia del
conductor.
Aprovechando tal descuido, una violenta ráfaga de viento decidió jugarle una mala pasada arrebatándole así el preciado sobre.

- ¡Rayos! -exclamó.

Vio como el sobre iba a parar en la azotea de un edificio y con el corazón acelerado corrió hacia allí. Sin embargo, para su contratiempo en la entrada colgaba un cartel que rezaba "Inauguración dentro de 7 días".
Significaba que no podría acceder por la escalera interior, así que probaría por el exterior. Mas no había escalera contraincendios. Debería arriesgarse y escalar por el tubo de desagüe.

Sin pensárselo dos veces saltó lo más alto que pudo y se agarró fuertemente.
Apoyándose en la pared con los pies fue subiendo lo más rápido posible mientras se auto sermoneaba interiormente. ¡Cielos, si su madre lo veía!
Por el cilindro metálico se esparció un pequeño chirrido, imperceptible si uno estaba
especialmente preocupado en subir hasta la azotea utilizando un método tan alocado y arriesgado como el actual. Y cuando uno desafía las probabilidades debe prepararse para no salirse con la suya, e incluso abandonar algo importante...como la vida.

"Crack". Con un ruido escalofriante el tubo cedió quebrándose como una rama, y el muchacho de 19 años que se le aferraba con ingenua confianza cayó desde el tercer piso al suelo del callejón.
Dejó de respirar, sus pulmones durmieron, su corazón se marchitó, y la sangre no fluyó más por sus venas. Olvidó todo dando espacio al vacío, la densa oscuridad lo envolvió, la muerte le reveló su identidad y llamó el nombre de su alma. Pero fue solo un llamado, no una orden, y fue llevado en brazos fuera de las estancias de Mandos.

Brotó una luz sublime y poderosa que fue dispersando las sombras tal cual la luna escapando de las nubes, lucida por un ser vestido de ropas principescas que se le
acercó. Era hermoso, alto como un árbol joven, guardando en sí la esperanza y el inmarcesible renacer. Le habló sin mover los labios, directo al corazón, en una lengua bella, fluida y pura.

La visión desapareció y abrió los ojos pestañeando.
Contempló su alrededor. Se hallaba en una especie de templete tallado en figuras
delicadas en la madera que se alzaba sobre una gran columna rocosa junto a una cascada. Abajo en el valle descansaba, entonando una canción, un bosque de claros matices naturales abrigado en una neblina clara y agradable filtrando los brillantes rayos del sol.

- ¿Dónde estoy? -murmuró inconscientemente.

- A las afueras de los salones de Eryn Lasgalen, anteriormente Mirkwood-contestó una voz fina a su lado.

Sobresaltado por la repentina aparición giró a su derecha descubriendo con asombro al ser de la aparición, un Elfo. Ahora vestía de matices verdes, dispuesto a la lucha, ciñendo muñequeras de motivos florales y ostentando como broche una hoja plateada.

- ¿Quiere decir que estoy...en la Tierra Media?

- Efectivamente. Al contrario de la opinión general este no es un mundo ficticio: es un universo paralelo al de ustedes y son muy pocos a quienes se les concede el regalo de venir aquí o que nosotros mismos les seamos revelados. De hecho, las grandes obras de Tolkien no fueron totalmente de su propia creación, sino que le fueron inspiradas, aunque esto nadie (salvo los elegidos) debe saberlo hasta llegado el momento.

Hubo un momento de silencio y observación.

- ¿Quién eres? -preguntó el chico al fin.

- Hojaverde. Legolas Thranduilion.

Le miró unos instantes, impactado, y luego hizo una ensayada reverencia.

-Es para mí un gran honor y placer conocerle, mi Príncipe-dijo con la cabeza inclinada aún.

-Es mi dádiva y gracia para contigo, Orlando Bloom-declaró -Levántate y ¡no! No preguntes cómo lo sé.

Quedó aturdido ante estas palabras, totalmente confundido. Los pensamientos no conseguían organizarse en su mente, nada se esclarecía, la lógica quedaba perdida. Ahí estaba, había caído de pronto en uno de sus lugares preferidos de este mundo fantástico que solo conocía por los libros, y frente a frente le hablaba uno de los personajes más enigmáticos y preciados de las historias.
Thranduilion sonrió ante su expresión.

- Te preguntas qué haces aquí, ¿verdad? ¿Y si estás vivo o muerto? Pues bien, sobre lo segundo no te diré nada por ahora, de lo primero...

Calló unos instantes, viendo con empatía a su interlocutor. Entonces, como un viejo amigo se acercó a él, otorgando informalidad a las circunstancias sentándose con las piernas cruzadas, lo cual funcionó en el acto, pues Orlando, sintiéndose confiado, acomodó las piernas también encima del mueble y sostuvo su mirada.

-...Tú ya me conoces. Esta no es la primera vez que nos juntamos. He estado pendiente desde el primer latido de tu corazoncito, cuando eras bebé te acuné en mis brazos, te conduje durante tu infancia y he seguido tus mocedades. Y, de hecho-
añadió Hojaverde juguetonamente-me he divertido bastante.

- ¡Oye, no es gracioso vivir de accidente en accidente! -exclamó Bloom fingiendo indignación.

Ambos estallaron en carcajadas, cultivando un ambiente desenfadado donde florecería una amistad sin horizontes.

Continuará...

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⏰ Última actualización: Jun 15, 2023 ⏰

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