De camino al palacete donde sería la ceremonia Leslie no parecía como las demás novias, lejos de lo absolutamente maravillosa que lucía, parecía más pensativa que nerviosa y, por su cara, no me parecía que precisamente estuviera pensando en Cam.
— Les —escuché que la llamó Audrey— ¿Estas absolutamente segura de querer hacer esto?
Leslie miró su vestido, acariciando las telas con sus dedos. No mentí al decir que se veía absolutamente maravillosa, el vestido era de un blanco extremadamente puro, el bordado de encaje con forma de las tres flores del buque de la novia —dahlias, peonías y gardenias— comenzaba en su cuello y se extendía en mangas hasta sus muñecas, también tapaba el escote en forma de Y y finalizaba en el corpiño con un cinturón de seda blanca. Más abajo, las faldas se ajustaban a sus formas, con cinco capas que empezaban en la seda y acababan en el tul de color blanco con encajes rosados.
— Yo... —comenzó mi hermana, suspiró— sí, estoy absolutamente segura, ¿Podemos entrar ya?
— Todavía —respondió Frida, quien había sido la wedding planner.
— Yo sí voy a entrar —informé.
Abrí la puerta de la limusina y bajé, moví la cabeza para intentar alejarme el cabello de los ojos y entonces lo vi, al otro lado de la calle, apoyado en su Volvo negro, estaba Riven. Suspiré y caminé hasta él.
— ¿Que haces aquí?
— Solo pensé que necesitabas un helado, Kaylee Ryder.
Remarcó muchísimo mi apellido y luego negó con la cabeza restándole importancia. Yo suspiré nuevamente, a ese paso iba a acabar quedándome sin aire.
— ¿Desde hace cuánto lo sabes?
— ¿Ahora sí tengo tu atención? Sube al auto.
— No puedo, si no lo haz notado todavía Leslie va a casarse.
— Bien —asintió— lo que tú digas.
Seguido a eso sus manos se fueron a mi cadera y me levantó echándome sobre su hombro, su mano se fue a mi trasero impidiendo que la falda del vestido se subiera, rodeó el auto, abrió la puerta del copiloto y me sentó dentro, abrochado el cinturón de seguridad. Mis pataleos y gritos fueron en vano porque aparentemente todo el mundo se quedó sordo y nadie acudió a mis gritos de socorro. Intenté abrir la puerta cuando él la cerró y no pude, así que no me quedó más remedio que gruñir y dejarme caer contra el espaldar del asiento, mirándolo mal cuando se subió al auto.
— Abrochate el cinturón, por favor —pidió cuando al encender el auto, este comenzó a pitar.
Volví a gruñirle y me abroché el cinturón antes de volver a cruzarme de brazos y mirar el paisaje a través de la ventana. Cinco hombres siguiéndome a todas partes y hoy que los necesitaba no aparecieron, genial, simplemente genial.
— ¿A donde vamos? —pregunté al ver que nos alejabamos de la ciudad— dijiste que iríamos por un helado.
— Cambié de opinión, si montas una escena en un lugar público me mandarían a Guantánamo por secuestro.
— Así que admites que esto que estás haciendo se llama secuestro.
— Soy tu novio —aseguró.
— ¿Ah sí? ¿Desde cuándo? Tenía entendido que tú y yo teníamos cuando me mandaste a la mierda con un mensaje con código morse adentro cuando podías mandar un mensaje encriptado en el que dijera «tu padre me extorsiona para dejarte pero así mismo te amo y pienso luchar por ti»
— Te amo —fue todo lo que dijo.
Le miré, estaba sonriendo, puse los ojos en blanco y miré otra vez a la calle para ver cómo él doblaba una curva y se adentraba en el bosque, así mismo, mi corazón latía frenéticamente en mi pecho después de haberlo escuchado decir esas dos palabras. El auto dió un bote y poco a poco se detuvo.
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El Diario de Kaylee (Libro #1: Los Hermanos Ryder) ©
Jugendliteratur«No se puede huir de lo que te acelera el corazón y te detiene el tiempo» - Danns Vega