EL COLISEO DE LA REINA

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¡BASTA! — Exclamé al tiempo que abría los ojos, recorrí frenéticamente el espacio que me rodeaba con la mirada. Raúl me había llevado a un tipo de coliseo, alcancé a oírlo murmurar con otro monstruo.

—Bien entonces me la llevo— accedió el otro, otra vez me arrastraron por el suelo, me llevaron a un túnel oscuro me sacaron de la red y me lanzaron al interior de un cuarto, me golpeé la espalda lo que me hizo cortar mi respiración instantáneamente y perdí la consciencia.

Desperté un rato después, una niña miraba con atención mi persona.

—¿Necesitas algo?— le pregunté sosteniéndole la mirada.

Ella no me respondió, se limitó a observarme en silencio torciendo la cabeza de manera confusa; su cabello era de un tono tan claro que se veía casi blanco con unos ojos grises grandes, tenia algunas pecas en la cara, con una piel de porcelana, parecía una muñeca, solo que con los ojos reflejando vida.

No dijimos ni una palabra, durante horas nuestra convivencia se limitó a mirarnos de vez en cuando, ambas queríamos decir algo, era obvio, pero no nos atrevimos,  me fijé un momento en su ropa, literalmente era una tela agujereada para meter su cabeza y luego atar  el sobrante en su cintura, formando un vestido, tenía los pies descalzos, estaba llena de tierra, era delgada, muy delgada.

— Oye...— me llamó pero nunca terminó.

— Muy bien mocosas se acabó la charla — interrumpió un tipo con los brazos extremadamente largos, una cara alargada con ojos grandes sin párpados que los cubrieran.

Él tomó mi cabello, me levantó del piso me miró de cerca y dijo:

— La reina y tú se parecen mucho — me horroricé con esa comparación.

— Bueno eso no importa, igual es seguro que una de ustedes morirá y la otra será una sirvienta — comentó indiferente.

Me llevó al centro de la arena, justo ahí estaba la reina, está vez no era un sueño mío, ni alucinación, era la reina en persona

— Mi reina aquí la tiene— dijo mi captor reverenciado a la reina.

Ella me miró, sus brillantes ojos se agrandaron al verme, su boca formó una enorme sonrisa, la sombra tenía puesta su icónica corona repleta de rubíes, con un elegante vestido color uva, con decoraciones negras, una gargantilla en el cuello con flores hechas de plata, sus muñecas estaban llenas de pulseras y sus manos tenían unos anillos con joyas demasiado grandes.

— ¡Alayah querida! ¡Ya te extrañaba!— dijo después de un rato.

— Puedes retirarte — demandó al otro con altanería. Él asintió y se marchó.

Desde abajoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora