Y así empezó la desesperación (Parte 1)

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La noche que Carlos pasó los limites con las sustancias ilícitas, fue la noche en la que la oscuridad alrededor de esa estación era abrumante. Las luces de la gasolinera deslumbraban a cualquiera que las mirara, eran como dos focos de una cancha de futbol usados como lámpara de mesa de luz. Carlos sabia en donde se había metido, sabia que por no pagar lo correspondido por esa simple bolsa con un polvo blanco adictivo dentro, su cabeza en ese instante tenía un precio. Carlos se sentía completamente perseguido a causa de la sustancia que había tomado por su nariz y pasado posteriormente por sus dientes blancos, casi amarillos a causa de la droga. Las Piedras, una pequeña ciudad de Uruguay, ubicada en el Departamento de Canelones, era el lugar donde disfrutaba Carlos. Sus padres siempre le dieron todo lo que pudieron darle, todos decían que iba a tener un gran futuro, teniendo un gran empleo e incluso ser un hombre de éxito en la vida. De niño era bajito, ojos achinados, pelo ondulado y oscuro, era de contextura flaca como la que le perduraría para toda la vida. Él era un gurí muy molesto, pero divertido. Estar con Carlos era saber que alguna diablura iba a cometer en algún momento, y siempre intentabas no bajar la guardia cerca del. Él tuvo una infancia muy unida con dos de sus primos, Mauricio y Nicolás. Los tres tenían una relación muy estrecha que cada vez se iba estrechando aún más. Era una primavera, una tarde hermosa con una temperatura espectacular para unos mates en la placita. Ese día era el cumpleaños del papa de Carlos: José Carlos Olivera. La mama de Carlos: Alicia, hizo una torta para su marido, era de chocolate como le gustaba a él. José Carlos, había traídos a sus amigos del trabajo, él trabajaba en una panadería a cuatro cuadras de su casa, todos los días menos sábado y domingo iba caminando hacia la panadería a laburar para poder mantener a su familia. José Carlos, era de contextura varonil, unos antebrazos muy bien trabajados, similares a los de Popeye, no era de ojos achinados como su esposa, era de pelo rizado, con rasgos europeos y una piel color vainilla. Entre todos sus amigos hicieron una vaquita para poder comprar unas cervezas y disfrutar de su cumpleaños como a el le gustaba. Él sufría de alcoholismo, su cuerpo se había convertido en una botella de wiski. Desde los catorce años que tomaba alcohol, era una especie de rutina levantarse y abrir la puerta de la heladera, esperando y suplicando que haya una botella de cerveza bien fría y traspirada. Entonces recaudaron el dinero suficiente para comprar un casillero de cerveza y dieron en marcha hacia el almacén más cercana, coincidiendo con el negocio de una anciana llamada Mabel. Regresaron, José Carlos llevaba el casillero al hombro, y con gran fuerza abrió la puerta y sirvió los vasos. Eran cinco amigos en su cumpleaños, todos ellos disfrutando. En medio de una charla de borrachos, se acerca Carlos a su padre a observar la charla con sus compañeros de trabajo. Quedó rato observando el liquido amarillento y espumoso que tenían los vasos de los amigos de su padre. Completamente de repente José Carlos se percata que su hijo los observa, y le pregunta en una prueba de hombría y valor –"¿Querés tomar un traguito?" Carlos lo mira a su padre con duda, él sabe que los niños no pueden tomar eso. Y José Carlos presiona diciéndole: -"Dale! Mojá los labios nomas!" Carlos accede a la propuesta de su padre. Y así fue como a los doce años, la primera en su vida, Carlos tomó la primera gota de alcohol.

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⏰ Última actualización: Jan 13, 2023 ⏰

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