Capítulo 0

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21 años atrás

La densa lluvia de aquella noche ocultaba sus lágrimas. ¿Cómo diferenciar entre los gotones que caían del cielo y empapaban la manta que arropaba a la pequeña beba en sus brazos de aquellos que descendían por su rostro y tenían el mismo destino sobre la tela?

─No puedo hacer esto ─rezongó la mujer aunque sabía que no tenía salida, que eso era lo único que le quedaba por hacer y que, de hecho, era lo mejor que podía hacer en esas circunstancias.

Era solo que ver ese pequeño rostro amenazaba a cada segundo con convencerla de lo contrario. Había tanta paz en esa carita, tanta inocencia y vulnerabilidad. Después de todo, ¿qué más podía albergar una beba de tan solo meses?

La mujer se dejó caer sobre el pecho de su marido cuando lo sintió a su espalda. Necesitaba un apoyo, su apoyo con urgencia.

─Es sólo una bebé ─susurró nuevamente con la voz tomada de contener las lágrimas─ ¡Es mi bebé!

El hombre abrazó a su esposa, esforzándose por ignorar el penetrante dolor que le martillaba la cabeza en ese momento. Se inclinó a ver a la pequeña niña que dormía en brazos de su madre. La tormenta no la había despertado, nada había logrado quebrantar esa calma siesta desde que habían abandonado la casa. Y deseaba que así continuara, al menos hasta que todo acabara para ellos.

─¿Quién cuidará de ella? ─continuó la mujer─. Tú... tú y yo...

─Odette...

─Es tan pequeña... ─sollozó una vez más─. Nos necesita. Necesita de nosotros ─volteó para enfrentar a su marido bajo la lluvia─. ¡Mírala! ¡No es su culpa! ¡Sólo mírala y dime qué crees que necesite además de a sus padres!

El hombre dejó escapar el aire de sus pulmones con fuerza. Él tampoco deseaba estar allí. Para él tampoco era sencilla esa situación. Amaba a esa pequeña con todo su corazón, la había esperado durante meses y había aprendido a quererla cuando ni siquiera la conocía, cuando no era más que una mancha en una ecografía. No olvidaba la primera vez que la sostuvo en brazos bajo las luces de aquella habitación de hospital ni una sola de las noches en que se despertaba súbitamente por su lloriqueo y le cantaba canciones de cuna hasta que esos preciosos ojitos color avellana se volvieran a cerrar.

Y precisamente por todo eso sabía que esa era la decisión correcta para ella. El corazón podía gritarle de todas las maneras posibles que desistiera de aquello que habían ido a hacer a ese lugar y que regresara a casa con su chiquita, pero la voz de la razón mandaba en ese momento.

─Necesita a alguien que pueda cuidarla y darle amor ─replicó el hombre con lágrimas acumuladas en sus ojos─. Y esos no somos nosotros... ya no más y lo sabes, Odette. Ambos lo sabemos.

La mujer guardó silencio pues sabía que cada palabra era cierta. Pese al sabor amargo que le dejaba en la boca, sabía que su esposo tenía razón.

─Desde que le diste tu anillo, prácticamente no puedes amamantarla ─siguió el hombre angustiado─. Se despierta con nuestros gritos cada nada, ya casi que no podemos abrazarla por miedo a que las psicofonías aparezcan y no lleguemos a tiempo a dejarla en su cunita... ¿crees que eso es bueno para ella? Daría lo que fuera porque las cosas fueran diferentes, Odette, pero...

─Morgan... ─lo interrumpió.

La mujer cayó de rodillas sobre las baldosas en ese preciso instante. Cerró los ojos con fuerza y se estremeció. Cerró sus manos en puños y se aferró a la manta que cubría a la niña.

─¡Tómala! ─le ordenó entre dientes a su esposo─ ¡Sostén a Raven! ¡Maldita se...!

No pudo completar la oración cuando el dolor que la había hincado de rodillas se volvió más intenso. El hombre solo atinó a tomar en brazos a su pequeña hija mientras veía a su mujer retorcerse en el suelo, sujetándose la cabeza con las manos libres. No podía ayudarla, ya había comprendido hacía tiempo que no había nada que pudiera hacer por ella, ni ella por él cuando la situación era a la inversa. Cuando las psicofonías llegaban, no había manera humanamente posible de detenerlas.

Mitades Perfectas: Condena [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora