Capítulo 6

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El gran navío con la bandera púrpura y el símbolo del astro rey atracó en el puerto del fiordo sin ninguna dificultad. Los reyes de Corona habían llegado, al fin, tras un tedioso viaje, a Arendelle. Era una mañana tan luminosa como la sonrisa de su única hija, Rose, que bajaba del barco muy entusiasmada, con su larga melena, hasta el final de la espalda y de color café, ondeando al viento. Llevaba puesto un sencillo vestido verde y tenía un camaleón del mismo color al hombro.

-¿Ves, Jaqueline? Ya hemos llegado.

El avispado animalito hizo una visera sobre sus ojos usando su cola, para observar todo lo que tenía alrededor. Acto seguido, estiró la cola para señalar con mucha insistencia hacia el castillo.

-Sí, sí, ahora vamos allí. No seas impaciente. Sé que tienes muchas ganas de jugar con Olaf.

El padre de Rose desembarcó tras ella, bostezando de una forma muy poco ortodoxa para un monarca y estirando los brazos exageradamente, como si hubiera estado mucho tiempo encerrado.

-Eugene, estírate menos y date prisa. Nos están esperando. –Protestó la madre de Rose, que iba tras él.

-Está bien, está bien. –Enganchó cada uno de sus brazos a los de madre e hija respectivamente, para seguir andando con una a cada lado.- ¿Qué creéis que pensarán todos si me ven paseando por Arendelle con dos hermosas mujeres para mí solo?

-Oh, papá... ¿No te cansas de preguntarlo?

-De algo tendrá que presumir este viejo decrépito.

-¡No eres tan mayor! –Repuso Rose, riendo entre dientes.- Todos los años dices lo mismo.

Y es que una vez al año, desde que Rose cumplió tres, viajaban allí para pasar unos días con la familia. Al igual que su familia iba a visitarles a Corona una vez al año.

Al atravesar los portones del castillo, abiertos de par en par, los guardias anunciaron su llegada. Una eufórica Anna fue la primera en salir a recibirles, dando un fuerte abrazo a su prima.

-¡Rapunzel! ¿Qué tal el viaje? ¿Habéis estado bien?

-De maravilla. ¿Y los niños? ¿Cómo están?

-Me parece que tienen muchas novedades para nosotros esta noche. Elsa está trabajando ahora, por eso no viene. Pero creo que Kristoff venía detrás de mí... -Echó un vistazo a su espalda para comprobarlo.- Como he venido corriendo, se habrá quedado atrás.

-Entonces... -Intervino Rose, dando un abrazo a su tía.- ¿Dónde dices que están mis primos?

-Creo que Erika está cambiándose de ropa en sus aposentos. Acaba de llegar de la montaña. Idunn y Kris no sé dónde andarán, habrán salido. Puedes ir a buscar a Erika si quieres.

-¡Perfecto! ¡Hasta luego, tía Anna!

Rose se dirigió al interior del castillo, mientras Kristoff salía por la puerta. Al cruzarse con él, le saludó brevemente y cada uno siguió su camino.

-¡Hombre, Kristoff! –Saludó Eugene, propinándole una fuerte y cariñosa palmada en la espalda. Cualquier hombre menos corpulento hubiera caído al suelo.

-¡Eugene! ¡Si te has dejado barba! –Señaló Kristoff, dejando ver su sorpresa. Era una barba muy corta. Sin embargo, era un cambio notable respecto a su habitual perilla.

-Y tú sigues imberbe como siempre, ¿eh?

-Es que a Anna no le gusta que me deje barba... Dice que le pincha. -Contestó, frunciendo levemente el ceño y pasando una mano por su barbilla.

-¡Menudo calzonazos estás hecho! –Bromeó, gritando a los cuatro vientos y soltando una llamativa carcajada.

-¡Le dijo la sartén al cazo! ¡Todos sabemos que te has dejado la barba porque te lo dijo Rapunzel!

Frozen Fractals (Segunda Temporada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora