Capítulo dos: Completamente solo

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Capítulo dos: Completamente solo

Los zorros habían regresado a sus cálidos hogares, mientras que Miles trataba y trataba cada vez con más fuerza deshacerse de sus sogas. Intento primero quitarse las de las piernas frotándoselas una con la otra, pero no tenía la energía suficiente, además su pelaje estaba débil y descuidado así que solamente provoco la caída de su pelo amarillo. Después intentó quitarse las sogas de sus manos, pero le fue más difícil, pues además sus manos estaban detrás de él. Cada movimiento que él hacía para quitarse la cuerda con la cual sus bravucones lo amarraron le causaba un dolor intenso, pues sus colas eran sus extensiones más frágiles y delicadas que tenía en todo su cuerpo.

Cuando a Miles lo pisoteaban, tanto en su estómago, cabeza, manos, brazos, pies o piernas si le causaba dolor, sin embargo, cuando se metían con una o ambas colas era un dolor tan fuerte para el vulpino en el que siempre lloraba y suplicaba clemencia a sus captores. Pero cuando los zorros maquiavélicos se dieron cuenta tomaron eso a su favor y siempre estaban metiéndose con las colas del pequeño niño de ocho años.

Ghhh... ghhh... ya.... no.... no así...- decía Miles mientras lloraba en silencio, pues la lluvia y los relámpagos impedían que su sonido fuera escuchado por alguien o incluso por sí mismo.


Miles se movía una y otra vez, no tenía energía, no tenía fuerza, estaba solo y desprotegido, pero aun así intentaba zafarse de su tortura. Cada movimiento corporal que realizaba le dolía más que incluso quedarse quieto, pero algo dentro de él le impedía rendirse.

Miles a veces lo pensaba... dejar de caminar, dejar de comer, dejar de respirar, dejar de intentar, y así podría acabar con todo su sufrimiento después de todo, pero algo dentro de él o fuera de él siempre lo empujaba a seguir adelante, a seguir con vida, a seguir intentándolo. Una fuerza sobrenatural que le hacía sentir que el dolor iba acabar pronto, que todo ese dolor y sufrimiento algún día iba a terminar y a convertirse en pura felicidad. Miles no sabía cómo, ni siquiera sabía que era felicidad, jamás lo había presenciado y mucho menos sentirla, solo sabía sentir falta de energía, miedo, hambre, enfermedad y por supuesto dolor, de verdad, que no sabía lo que era felicidad o cómo sentirla.

Miles dejó de intentar, su cuerpo colgaba tras la rama del árbol. Miraba el suelo a través de su llanto, solo sus lágrimas y las gotas de lluvia podían alcanzar el suelo, pero sin previo aviso un relámpago interrumpió los pensamientos vacíos de Miles haciéndolo reaccionar. Con una mirada decisiva se columpia tan solo un poco y brinca su cuerpo para alcanzar la soga con sus dientes y empezar a morderla. Nuevamente, por la falta de energía solo conseguía sangrar sus pequeños colmillos, pero aun así no dejaba de intentar, cuando la soga finalmente empezó a rasgarse otro relámpago surge de los cielos y cae en el gran y majestuoso arbol que tenia de rehén al zorro amarillo inmediatamente haciéndolo caer.

Por medio de un milagro, el tronco no aplastó a Miles, simplemente fue herido por las ramas de aquel y las piedras del camino con el cual se azotó ante la caída. Miles se levantó, su estómago estaba empezando a sangrar y simplemente con una de sus patas tapó la herida para que la sangre no saliera más, caminaba hacia delante, lejos de la aldea y mientras más caminaba sentía mucho dolor, cansancio y hambre, sus energías empezaban a disminuir y Miles empezaba a perder la conciencia. Sin soportarlo más se recarga sobre un tronco y empieza a llorar.

Por otro lado.

Sonic el erizo azul corría por el bosque, se había alejado más de su cuenta de la ciudad. A Sonic le gustaba mucho entrenar, en especial cuando se trataba de correr. Así que simplemente esa noche decidió correr y correr. Cuando finalmente se encontraba en medio de un bosque desconocido para él y empezaba a llover decidió que era mejor irse, pero para su desgracia solo terminaba perdiéndose cada vez más que lo intentaba.

¡Maldición! Ya llevo una hora o más en este maldito bosque- dijo Sonic pateando una piedra

Sonic estaba muy enojado con el destino, con su suerte y consigo mismo. Pues no entendía porque no lograba encontrar la salida de ese bosque. De la nada, aparece un relámpago y se escucha un estruendo, haciendo que el erizo azul se impactara ante el sonido y el caos.

Ya es muy tarde... bueno... no es como si alguien estuviera esperando por mí...- dijo tristemente el erizo azul


Cuando Sonic cumplió los once años decidió aventurarse por el mundo para enfrentarse a villanos y ser admirado por sus seguidores, eso le cayó mal a sus padres y decidieron nunca aceptarlo nuevamente a su hogar. Eso al principio no le importo a Sonic, pero a través de los años, aunque no lo admitiera la soledad que sentía era insoportable.

Sonic iba a darse la vuelta e intentar nuevamente salir del bosque pero escuchó algo muy extraño.

¿Ah? ¿Hay alguien ahí?- preguntó Sonic acercándose más y más hacia donde había escuchado el sonido de aquel ser desconocido


Cuando finalmente Sonic llegó hacia el lugar donde había escuchado esa symphonia se encontró con algo que jamás se había imaginado ver en su vida.

Un zorro de dos colas

¿Tails?- preguntó Sonic


Miles escucha a Sonic y lo mira fijamente con una mirada perdida llena de agonía. Sus ojos azules perdidos en su agonía cruzaron con esos ojos esmeralda más brillantes que la mismísima luz. 

Lazos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora